Solo me quedaban unas pocas horas y llegaría mi suplicio. La volvería a tener demasiado cerca y no con gusto. Como la odiaba. Siempre poniendo esa estúpida sonrisa que puede crispar a cualquiera. Solo unas pocas horas. No soy capaz de concentrarme. Ni siquiera atiendo a lo que pasa a mi alrededor. Miro mi reloj. Tres horas, cuarenta y siete minutos y treinta y dos segundos para el examen. Todo es por culpa de ella.
Aún recuerdo como disfrutaba cuando, el último día de clases, me dijo que la profesora me estaba buscando. Sabía que algo andaba mal, tan solo por la cara de perversa que tenía, aunque no sabía el qué. Lo descubrí una hora más tarde, cuando me dieron las notas. Al parecer tenía una asignatura suspensa. No me lo podía creer. ¡Me suspendieron! Después de eso, en cuanto pude, me fui en busca de la profesora. Me quedé a cuadros. Le dijeron que copié y tenía un maldito cero, por lo que no me daba la media. ¡Un cero! Intenté disuadirla, convencerla de que no copiara, pero no me quiso escuchar. Recuerdo la incredulidad y sobre todo la decepción en su expresión. Daría igual lo que dijera, porque no podría disuadirla de mi inocencia. Entre todos esos notables tenía un maldito insuficiente y tendría que recuperarla en mi último año.
Más tarde averigüé que tuvo un chivatazo por parte de un compañero de clase y no tuve duda alguna. Desde el principio fue como un grano en mi trasero. Esa descarada mintió. Aún ahora no me lo podía creer. No pensaba que fuera capaz de hacerme suspender solo para su disfrute y así tener yo una mancha en mi expediente. Es que no la soporto.
Vuelvo a mirar la hora. Al parecer rememoré ese día durante demasiado tiempo. Solo me quedan dos horas y cincuenta y un minutos. Tuve suerte de que nadie se diera cuenta, o al menos casi nadie. Ella me estaba mirando, y tenía esa estúpida sonrisa en su cara. Ojalá pudiera darle una bofetada, aunque luego me sentiría mal. No soy del tipo agresivo, pero seguro que me sentiría fenomenal después.
No quería amilanarme y menos ante ella. Le devolví la mirada desafiante, pero como siempre, no obtuve el resultado que quería. Se echó a reir, interrumpiendo una duda de otra alumna al profesor. De repente se hizo el silencio en la clase. Absolutamente todos estaban mirando a Shawna con cara de circunstancia.
- ¿Se puede saber que te hace tanta gracia?- preguntó la de la duda.- ¿Porqué si tú sabes la respuesta, por favor ilumíname.- añadió muy enfadada.
- Tranquilícese, señorita Bennet.- le dijo estrictamente el profesor y miró a Shawna sin ninguna otra emoción que la suspicacia reflejada en su rostro.- Porqué no nos explica el origen de su diversión, señorita Call?
Ella al verse el centro de la atención, se inclinó en la silla, replegando una pierna sobre la otra y poniendo las manos en el regazo a la vez que estiraba el cuello. Tal cual la postura perfecta de hace dos siglos si no fuera por la mirada desafiante y la expresión de burla. Sabía que podía meterme en problemas, pero en ese momento me daba igual. Estaba embelesada por ella y tenía una curiosidad gigantesca en lo que tramaría. Más tarde ya me daré de bofetones.
-Querido profesor. Me encantaría compartirlo con ustedes, pero dudo que sea de agrado para vosotros lo que pasa por mi mente en momentos como estos. Solo diré que nada tiene que ver con la estupidez de mi compañera.
La clase quedó totalmente helada. Sabía que no debería reírme y me contuve a duras penas. Por supuesto que ella se dio cuenta. Maldije en voz baja justo cuando se hizo la revolución en clase. La chica de la duda se ruborizó y soltó una barbaridad tras otra llamándola de todo menos guapa por lo que al segundo siguiente el profesor, que se puso de un rojo escarlata de cuello para arriba, ordenó callar a la chica y mandó a Shawna a dirección sin nada más que una señal hacia la puerta. Cuando se levantó, discretamente giró la cabeza y me guiñó un ojo. No sé porque me ruboricé, pero así fue. Aún le estaba dando vueltas cuando vi que antes de salir de la clase, miró a la chica y tal como los niños pequeños, le sacó la lengua. La diferencia es que ese gesto nada tenía de infantil. Casi parecía un gesto depravante. Tenía un piercing en la lengua de un rosa fosforito realmente llamativo. No quería pensar en eso, o mejor decir, no quería pensar en ella. Tenía un examen que preparar para dentro de dos horas y media. Tenía que estudiar. El tiempo pasó volando y ya no pensé en otra cosa. No fue difícil tampoco, ya que no tuve más distracciones. No volvió a aparecer después de eso.
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Shh...
FantasyChloe siempre creyó que era todo menos especial. Nada que la destacara por encima del resto, sin contar con su buen expediente académico. No tenía muchos amigos ni llamaba la atención. Un ser invisible, aunque pensara que estaba un poco loca, o al m...