IX. Advertencia

289 23 0
                                    

Odio

Del latín odium, y este de odisse, "odiar", del protoindoeurope.

Pov's Helena.

Había pasado unos cuantos días después de que me enterará que yo era la reencarnación de una deidad griega. No quería comer, no quería salir, ni si quiera ver al pequeño Kiki o Mu, mucho menos a Shaka. Saga se había recuperado pero los anteriores caballeros le guardaban un resentimiento por sus medidas drásticas. Athena me visitaba y me ayudaba a superar este cambio tan drástico, el Patriarca al menos era más ameno conmigo, sentía compasión por mi.

Miraba la ventana de mi habitación, la luz solar jugaba en mi rostro. Me había dado cuenta que ahora podía controlar, por corto tiempo, varios elementos. En especial a luz y las corrientes eléctricas.

Mi móvil sonó, era Afrodita. Sí, al parecer no todos los santos vivían en cuevas.

"Te quiero ver. Escápate, te estaré esperando en el balcón de tu ventana".

Mire el mensaje sonrojada, sentía mis mejillas arder. Afrodita era el único que se atrevía a tratarme como antes. Corrí a mi armario, tomé unos shorts negros, con una camisa blanca, una chaqueta de mezclilla y unas botines de cintas color trigo, no podían faltar mis lentes de sol.

Miré por mi ventana ilusionada de encontrar al santo de cabellos celestes, pero nada. No había nadie. Un poco de tristeza se ancló en mi corazón por la ausencia de Piscis  hasta que una rosa se clavo en la pared.

-Salta, fiore.

-No, es muy alto.

-No temas, yo te sostendré.

Miré a mis espaldas para verificar que nadie estuviera. Me armé de valor y me dejé caer soltando un chillido pero los fuertes brazos de Afrodita me sostuvieron.

-Para ser una diosa pesas mucho.-Rió dejándome en el suelo de pie.- Es broma. Andando.

-¿A dónde?

-Iremos a unas cascadas termales para que te relajes, florecita. Imagino que estos días han de ser terribles para ti.

Sonreí por el gesto del peliazul y caminé a su lado. En el camino Afrodita y yo conversamos como si fuéramos viejos amigos, no había tabúes entre nosotros, me alegraba que olvidara el asunto de Nike y pudiera seguir con mi vida, al menos un poco de tiempo.

-Llegamos.-Dijo al tomarme la mano para guiarme por las rocas.- Te va a encantar, te limpian los poros de una forma espectacular además que las aguas son muy relajantes.

-Afrodita pero ... no tengo traje de baño.

-Me encargué de eso.-Tomó el bolso blanco abriéndole el cierre.- Es bastante recatado pero estoy seguro que te verás divina.

Tomé el traje de una sola pieza, era color amarillo con detalles blancos en la parte del pecho. Ese era mi color favorito, el amarillo.

Lo abracé dándole las gracias, me sentía emocionada y un poco querida por los gestos del último guardián. De inmediato nos pusimos los trajes de baño, Dita solo uso unas bermudas con una bata casi transparente que cubría su pecho, él no tenía un cuerpo atlético como Milo o Shura, tampoco formidable como el de Aldebarán y Dokho, pero estaba en forma, sus brazos fuertes, su abdomen marcado y su piel de porcelana. Un sonrojo inundo mis mejillas, él sabía que lo observaba.

-Listo, al agua.-Tomó mi mano jalandome con cuidado entre las rocas. Sentí el agua caliente en mi piel, poco a poco entramos de cuerpo completo.

¡Victoria! |Saint Seiya|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora