Pov's omnisciente
El templo acuario se caracterizaba por tres cosas:
UNO.
Sus frívolos guardianes.
DOS.
Su basta biblioteca creada por el ilustre Degel de Acuario.
TRES.
Su helado clima, siendo uno de los templos más odiados por los signos de fuego.
El guardian de Acuario se hallaba descansando en su habitación, las desveladas y los estrictos entrenamientos lo estaban dejando agotado, no tenía tiempo para descansar apenas se podía dar el lujo de comer. Esta vez Milo lo estaba cubriendo para al menos descansar quince minutos. Se giró en su cama dando su vista hacia su buro donde encontraba uno de los libros que Helena le había regalado, él era un amante de la poesía y eso solamente ella lo sabía pues debía mantener una apariencia de hielo. Tomó el libro y lo acaricio con delicadeza, la extrañaba tanto. En lo secreto, cuando estaba completamente solo admitía sus sentimientos hacia Helena, la quería y no en forma de hermana como Mu y Afrodita, la veía de forma romantica y eso incluía verla como un hombre mira a una mujer: con deseo.
Necesitaba encontrarla, se sentía impotente por no poder saber dónde se encontraba, sabía que estaba en peligro, debía comenzar a buscarla sin importar desobedecer a Athena.-Camus.
La suave voz femenina lo hizo saltar de la cama y ponerse de pie buscándola y ahí estaba; de pie en la puerta con una sonrisa que le devolvía el alma al santo de Acuario, vestida como habitualmente lo hacía sus jeans y una camiseta con una frase sarcastica, su cabello pelirroja caía por sus hombros que estaban descubiertos dejando ver su piel aperlada.
-Estás de vuelta.-Murmuró abrazandola con fuerza, cubrió su pequeño cuerpo con sus brazos aspirando su dulce aroma, sus brazos rodearon la cintura de Camus acercando sus cuerpos. Tomó su rostro en sus manos admirando a la mujer de sus sueños que sonreía mirándolo a los ojos, esos ordes oscuros que le quitaban el sueño y el aliento.
-También te extrañé, hielera con patas.
Rodeo los ojos al escuchar su apodo.-Debo alejarte de Milo.
Ambos rieron sin separarse de repente el ambiente del templo de Acuario se volvió cálido dejándo atrás ese frío que cubría dicha construcción. Camus miró los labios de Helena moría por probarlos, por amarla como se merecía, hacerla su mujer y la dueña de su corazón y alma.
-Hazlo.-Murmuró ella al ver las intenciones del santo, él no esperó y juntó sus labios dando suaves movimientos que poco a poco fueron intensificados por la pasión de ambos jóvenes. Sus manos delinearon su cintura y sus caderas viajando por su silueta mientras que lo tomaba por la nuca profundizando el beso.
-No puedo.-Respiro profundamente separándose de ella.
-Te quiero, Camus.
Abrió los ojos ante su confesión, al fin era correspondido por la mujer que amaba aquella chiquilla que había derretido su corazón de hiel, aquella incondicional. Su corazón latía frenéticamente por el golpe de pasión que recibía y así hizó lo que este le dictaba. Volvió a besarla esta vez con mas fiereza, devorando sus labios y sujetándola por su rostro, ella mordió su labio inferior sacando un ronco gemido por parte del francés. Rozo con su lengua sus labios pidiendo permiso para introducirse a su cavidad bocal y ella gustosa cedió dejando que Camus tomara el control obteniendo un original beso francés
Poco a poco la ropa fue estorbando, Camus al principio se mostró tímido ante la caricias de la pelirroja pero la llama de la pasión era alimentada constantemente con sus besos en su cuello y esas caricias lívidas que recibía. Llevo sus manos a su sostén desabrochandolo gentilmente liberando sus pechos, suspiro ante la imagen de Helena desnuda en su cama de bajo de su cuerpo ansiosa de ser suya, comenzó acariciarlos arrancando suspiros de placer en ella después llevó uno a su boca lamiéndolo descaradamente lo que la hizo retorcerse de placer. Amaba esos angelicales sonidos, lo hacían querer poseerla de un golpe, ahogarse en su piel y embestirla sin parar. Con su otra mano bajó a su intimidad comenzando masajearla y poco a poco introducir uno de sus dedos en ella para prepararla.
-Camus.-Susurró extasiada de placer al sentir como sus dedos entraban y salían de ella a un ritmo suave haciéndola sentir excitada.
-A tus ordenes, laddy.
-Hazme tuya.
Sonrió ante su petición y se posicionó arriba de ella con cuidado de no aplastarla totalmente las piernas de Helena rodearon su cintura haciendo que sus cuerpos se tocaran por primera vez haciéndolos gemir. Poco a poco entró en ella para no lastimarla y no pudo evitar gemir al sentir la calidez que emanaba ahora su mujer, ella se sujeto a su espalda cerrando sus ojos disfrutando del cuerpo de Camus que comenzaba a embestirla suavemente, se había refugiado en su cuello mientras que ella gemía en cada movimiento justo en su oreja. Cada vez el ritmo se volvía más rápido y frenético haciendo chocar sus cuerpos en sincronía, era el paraíso al fin tenerla entre sus brazos sana y a salva, se entregaba a ella en cada beso, en cada caricia, marcaba su piel en señal que era suya y él de ella, se pertenecían. Acariciaba cada parte de su cuerpo en especial sus senos que lo volvían loco viéndolos rebotar a su ritmo.
-Camus.-Gimió ella fuertemente al sentir el gran miembro salir y entrar llevándola al éxtasis. Arañó su espalda marcándolo, quería más de él. Lo separó de ella haciéndolo salir, se posicionó arriba de él volviendo a unirlos pero esta vez ella tomaba el control de cada embestida que nublaba el juicio del caballero que ahora veía hipnotizado el cuerpo de la diosa mecerse sobre él dándole el absoluto y más grande placer en su vida. Borró la poca decencia que le quedaba y tocó su trasero apretándolo con fuerza y a su vez lamiendo sus pechos. El sudor cubría sus cuerpos dándoles un brillo sin igual, uno de dos amantes entregándose, convirtiéndose en uno solo. Después de varias estacadas regresaron a la posición original donde Camus dominaba su cuerpo se encargó de conocer cada rincón de su cuerpo, apreciarlo como una obra de arte, grabando cada centímetro de su piel en su mente mientras sus respiraciones chocaban, el frío de la casa de Acuario había sido sustituido con una calidez que hacía estremecer a ambos jóvenes que solo se concentraban en brindarse amor y pasión entre ellos dos.
Camus susurraba su nombre apretando los ojos, haciendo todo lo posible por no correrse pero esa danza antigua lo hacía caer en el limbo. Un sonoro gemido salió de sus labios liberando espasmos en su cuerpo al igual que Helena gimió su nombre entregándose al delicioso orgasmo que recorría sus cuerpos. Aún unidos ella se acomodó en su pecho abrazando, escuchando el palpitar de su corazón.
-Te amo.-Susurró recuperando el aliento mientras acariciaba su cabeza.
-Y yo a ti, Camus de Acuario.
Él sonrió aferrándose a su cuerpo dejándose llevar por los brazos de Morfeo. No podía pedir más, era un sueño celestial lo que estaba viviendo. Todo estaba bien, no sé explicaba como Helena había regresado pero eso lo podía dejar para después ahora solo quería disfrutar de la compañía de su bella dama.
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-¡CAMUS DESPIERTA!
El sonoro grito del escorpión lo hizo caer de la orilla de la cama dándose un fuerte golpe contra el suelo de su habitación.
-Estúpido Milo.-Masculló logrando pararse apoyándose en su cama que estaba vacía.
-Rápido, el Patriarca preguntó por ti. Si se entera que has dejado la guardia nos cuelga de la estatua de Athena.
Camus soltó un suspiro lleno de decepción al percatarse que todo había sido un sueño, una jugada de su inconsciente provocada por la ausencia de la pelirroja que era la prtagonista de su sueño. Sentía sus mejillas ardes al recodar cada sensación, todo se había sentido tan real, nunca tuvo un sueño de ese calibre.
-Dame un momento.-Pidió el de cabellos acua dándole la espalda, no podía ir en ese estado de excitación a ver a su Ilustrisíma. Concentró su cosmos en su cuerpo disminuyendo su temperatura corporal para mantener su mente fría y sin distracciones.
-No me digas que has soñado con Bellabel.-Se burló el santo al sentir como la frialdad del templo se volvía más obvia.-
-Cállate imbécil
-Eres un mentiroso pero de esto se entera Helena cuando regresé.
El santo de acuario no dudo en lanzar una ventisca que congelo la boca de su mejor amigo y compañero de armas para fin que lo dejará de molestar y con simplicidad salió del templo dejando atrás un Milo con labios morados y con posible neumonía.
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¡Victoria! |Saint Seiya|
Научная фантастикаHelena, una chica sencilla sin nada para contar hasta que Shaka de Virgo llega a su vida. Fanfiction de Saint Seiya.