CAPÍTULO 6 - EL QUE RÍE ÚLTIMO

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CAPÍTULO 6

Pasé un par de horas más, renegando y maldiciendo a esa mujer hasta que me quedé dormido, mis brazos estaban adormecidos por la posición y no tuve más remedio que esperar; ponerme a gritar como un idiota solo hubiera hecho que me humille más y ya había sido suficiente con eso. Después de algunas horas el sonido de la puerta al abrirse me levantó, una mujer vestida con la ropa de mucama entró y solo sonrió sin decir una palabra, sacó unas llaves del mandil que tenía puesto y abrió las esposas; mis manos estaban adormecidas y tardé algunos segundos en poder moverlas con normalidad.

-          Gracias – le dije avergonzado.

-          No se preocupe Sr. solo hago mi trabajo, la Sra. Amanda me encargó que le dijera que no se olvide de recogerla.

-          Está bien, gracias.

Como me iba a olvidar si lo único que quería era verla y decirle unas cuantas cosas en la cara, estaba tan furioso y me sentía a la vez tan imbécil, me vestí, bajé a la cochera y salí a recogerla, llegué como a los treinta minutos, en la puerta de la casa había un hombre alto y gordo con unos audífonos en la oreja y las manos adelante con cara de pocos amigos.

-          Buenas noches,  ¿puede avisarle a la Señora García que su chofer ha llegado?

-          Está bien, un momento.

Esperé afuera cerca de diez minutos y ella salió, estaba un poco ebria caminando con dificultad, pero aún consiente y en sus cinco sentidos; supuestamente esta era una “cena de caridad” o al menos eso fue lo que le dijo al marido, pero más parecía una fiesta de viejas solteronas y calenturientas.

-          Hola Bradd ¿Qué tal te la has pasado?- sonrió con sarcasmo y quise matarla en ese instante pero me contuve.

-          Muy bien Sra. García, ¿A dónde quiere que la lleve?

-          Vamos a la casa, José me ha estado llamando porque tiene que hacer un viaje de último momento y quiere hablar conmigo antes de irse.

-          Como usted mande.

Subió nuevamente a la parte trasera del auto y ya cuando estuvimos solos, dejó la pose de patrona y comenzó a hablarme normal.

-          Lo siento por lo de hoy, no quería una niñera mientras estoy con mis amigas, esta era una reunión muy íntima y no quería que luego estén hablando de mí, tú sabes cómo son estas mujeres, si ven que mi marido me ha puesto un guardaespaldas seguro comenzarán a especular cosas.

-          No se preocupe señora.

-          ¡Hey!, pero tampoco te pongas así, no ha sido para tanto. – Comenzó a acariciar mi cuello desde el a asiento de atrás.

-          Señora, por favor déjeme hacer mi trabajo y dejemos las cosas así.

El tonó de mi voz hizo que dejara de insistir y no dijéramos una sola palabra en lo que quedó del camino hasta llegar a casa. Al llegar su esposo estaba en la puerta con tres maletas que eran subidas a su auto por Edward.

Llegamos y el señor García la jaló a un lado, aunque por su molestia y el tono de su voz no fue tan difícil escuchar lo que hablaban.

-          Se puede saber ¿por qué te has demorado tanto?

-          Se me ha ido el tiempo amor, lo siento, no he sentido el celular entre tanta charla.

-          Tengo que salir de viaje ahora mismo, será solo una semana, Edward se quedará en la casa encargándose de todo, prometo volver lo antes posible.

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