CAPÍTULO 5 - EL LOBO Y LA OVEJA

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-          Deja ese paquete y ven aquí de inmediato.

Hice rápidamente lo que me pidió y regresé.

-          Vamos a cambiar de planes, quiero que me demuestres todo lo que has imaginado.

Subimos al auto y esta vez se sentó adelante.

-          Conduce, yo te voy a decir a donde iremos.

Manejé cerca de media hora hasta las afueras de la ciudad, hasta uno de esos barrios de arquitectura antigua, colonial, donde generalmente solo van turistas y los pueblerinos venden artesanías. Todo el camino estuvimos en silencio, no me atrevía a decir nada y ella tampoco lo hacía, el único contacto que tuvimos fue cuando mientras detuvimos el auto en un semáforo estaba en rojo, ella apretó mi entrepierna sintiendo la erección que me había provocado al imaginarla durante todo el camino, se mordió los labios y continuamos el resto del viaje en silencio hasta llegar a ese barrio.

-          Entra por esa cochera.

Era un hotel elegantísimo, parece que en sus inicios había sido la casa de alguna familia ilustre y solo habían remodelado su interior, porque por fuera todo se mantenía igual, las paredes, las columnas y la forma arquitectónica que tienen todas las ciudades coloniales.

Estacionamos en la cochera, al llegar a recepción ella pagó el hotel, nos dieron la llave, subimos por el ascensor y entramos a la habitación, me resultaba increíble que esté a punto de hacerle el amor a una mujer como ella y es que ella era un mujer en todo el sentido de la palabra, no era una niña como las chicas con las que suelo acostarme, ella tendría aproximadamente cuarenta años, era una mujer de mundo, con experiencia, una mujer de esas que sabes que han vivido, aprendido y disfrutado muy bien en su juventud. Moría de ganas por hacerle el amor, pero por primera vez en mi vida, pase de ser el lobo, a ser la oveja.

Fue como si al cruzar la puerta se rompiera todo hielo que habíamos tenido durante el viaje, como si en ese pequeño espacio nos conociéramos de toda la vida, seguía tan excitado como al principio, pero sin saber cómo empezar.

-          ¿Sabes que si mi esposo se entera, te mata verdad?

-          Sí, lo sé.

-          ¿Y no te importa?

-          Estoy dispuesto a correr el riesgo por una mujer como tú – me acerqué intentando besarla y dio un paso para atrás.

-          Me halagas, me gusta tu atrevimiento, no cualquiera se atreve a decirle eso a la esposa de su patrón.

-          Él no es mi patrón, yo trabajo para usted, para ti, para cuidarte y que nada malo te pase.

-          ¿Entonces harás todo lo que te diga?

-          Depende que cosa quiera.

-          Empieza por quietarte la ropa.

Intenté besarla de nuevo y me esquivó.

-          Te voy a enseñar lo que es estar con una verdadera mujer, ¡Quítate la ropa! -  su tono de voz cambió y que me hablará así, hacía que me excite más.

Me quité la ropa sin decir una palabra hasta quedar completamente desnudo delante de ella que aún seguía con ese vestido escotado.

-          ¿Cuántos años tienes?

-          26

-          Tienes un cuerpo hermoso, se nota que te cuidas bastante y haces mucho ejercicio. – me miraba como examinándome y me apretaba con ambas manos los brazos y pasaba sus uñas delicadamente por mi abdomen.

-          Puedes hacer con él lo que quieras, déjame demostrarte lo que es estar con un hombre de verdad, te apuesto que a él no se le para así. -  Tomé su mano y la puse en mi pene.

Se mordió el labio y la verdad estaba que controlaba demasiado bien mis ganas por lanzarme encima de ella y arrancarle a mordiscos ese vestido, por darle la vuelta y metérsela tan duro que se olvide que está casada con un viejo que solo tiene dinero.

-          Te voy a enseñar lo que es estar con una mujer de verdad.

Agarró mi pene y comenzó a masturbarme, cada vez que intentaba hacer algo ella me detenía, con la mano izquierda lo cogía y lo jalaba y con su otra mano acariciaba mi abdomen, pasaba sus uñas suavemente por mi pecho y lo único que lograba era excitarme más y más. Comenzó a besar mi cuello y a pasar su lengua despacio, quería tocarla, pero a la vez se sentía bien ser el que no hacía nada y solo recibía, ella estaba llevando el control de todo y la verdad me encantaba.

-          Antes de que tu hagas todo lo que has imaginado conmigo, yo te voy a hacer cosas que nunca en tu vida hubieras imaginado, échate en la cama.

Me eché en la cama imaginando que es lo que podría hacer, pero no tenía idea, en serio era increíble lo que esta mujer me hacía sentir, su experiencia, su seriedad, la forma de mirarme, de hablarme, de tocarme, sabía hacerlo todo a la perfección, me tenía sometido ante ella.

Caminó hasta la mesa de noche que estaba al costado de la cama y como si fuera la habitación de su casa que conoce a la perfección, sacó del segundo cajón un paquete negro, era una especie de bolsa de cuero, cerrada con un botón de imán.

Sacó dos esposas y me pidió que me quedará callado, se quitó el vestido y se quedó solo en ropa interior, subió de rodillas a la cama, como gateando directamente hasta mí y besó mi pecho, pasó su lengua por mi abdomen y tocó fuertemente mi pene; se sentó en mi pecho y puso una esposa en cada mano y las unió con las dos esquinas de la cama, de forma que me tenía con las manos arriba y sin poder hacer mayor movimiento para tocarla.

Estaba tan excitado que no pensé en nada más.

-          ¿Te gusta cómo se pone duro?

-          Me encanta – respondió apretándolo más duro.

Lo comenzó a acariciar con ambas manos, se fue acercando lentamente y cuando estuvo a punto de meterlo a su boca se puso de pie, recogió su vestido, cambió su tono de voz y comenzó a hablarme mientras se cambiaba.

-          Ay niño, has sido tan fácil. La verdad es que sí me gustas, tienes un cuerpo muy rico y seguro que eso que tienes ahí, lo sabes usar muy bien, pero hoy no es tu día de suerte, hoy tengo cosas más importantes que hacer y no necesito a una niñera a mi lado que me esté cuidando y vigilando. Ponte cómodo, he dado indicaciones de que te vengan a quitar las esposas en cinco horas, quiero que cuando lo hagan, vayas a recogerme al mismo lugar en donde dejamos el paquete. Tienes dos opciones, molestarte y no recogerme y que yo le cuente a mi marido lo que pasó y obviamente te mate o ir a recogerme , fingir que no ha pasado nada, no decirle nada de esto a mi marido y obviamente seguir trabajando para mí.

Piensa bien las cosas que vas a tener bastante tiempo para hacerlo, ponte cómodo.

Me sentí el tipo más idiota del planeta, se habían burlado de mí en mi propia cara y no fui capaz de darme cuenta, su belleza me cegó, su sensualidad me hizo caer como un niño al que compran con un caramelo y lo convencen de todo, me dio en lo más profundo de mi orgullo y sin duda esto no se iba a quedar así, esa mujer me las iba  a pagar sí o sí.

El que ríe último, ríe mejor, prometo que va a ser así.

Continuará…

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