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Isabella.

La alarma que programé por medio del servicio de la habitación me despierta, con ese pitido exasperante. Lo primero que escucho después de apagarla es el sonido relajante del aire acondicionado exhalando el aire frío. No quiero levantarme, para nada, es relajante permanecer así, con el sonido artificial del aire resonando sonoramente en mis oídos y chocando por todas las paredes de la habitación, mientras me acurruco entre las sábanas blancas y delgadas, aspirando el olor de la almohada.

Pero luego viene a mi mente la imagen de una chica alta muy malhumorada, y recuerdo que tengo que verla en poco tiempo, digamos que dormí más de lo planeado. Entonces toda esa energía vuelve a mí  de una manera espantosamente rápida que yo misma me sorprendo.

Quiero verla de nuevo, y quiero volver a tocarla, ya no me conformo simplemente con un cruce de miradas ocasionales.

Me levanto de la cama casi de un salto, enciendo la televisión porque no soporto el silencio, y entro al baño. Esta vez se lo diré. Quizá, si ella me acepta, me quede en esta pequeña ciudad cenicienta, que me recuerda siempre a ella.

No.
Puedo.
Dejar.
De.
Pensar.
En.
Ella.

El agua fría de la regadera choca contra mi cuerpo, haciéndome espabilar de repente, y se resbala gota por gota, dejándome tan limpia como fuera posible.

Cuando termino, me envuelvo con la toalla y pienso en la ropa que me pondré esta mañana-tarde. Pienso en algo provocativo, pero no estoy muy segura de qué. Tengo dos maletas llenas de ropa y maquillaje, sin embargo no puedo decidir qué usar hoy.

Al final me decido por unos jeans ajustados y una blusa sin mangas y sobre esta una chaqueta de cuero. Me miro frente al espejo de cuerpo completo.

No me maquillo demasiado, sólo un poco de labial, delineador y rímel. Me veo en el espejo de nuevo. Está bien. Te ves bien, Miller. Decido mandarle un mensaje a Calle de una vez.

Isabella Miller: ¿Lista para engordar? Puedo pasar por ti, ya sabes, como todo un caballero de armadura dorada.

Espero su respuesta mientras tomo mi bolso y salgo del cuarto del hotel. Los pasillos estrechos me estresan; hay demasiada gente con la que me tropiezo. No me gusta estar en lugares tan atestados como los pasillos de los hoteles, pero esto es una excepción. Por Calle.

Es como una clase de disculpa, por lo que le hice.

Aunque no es como si esperara que ella me acepte de nuevo después de todo, pero si pasara, sería muy bueno. Y me haría feliz de nuevo. Suelto un suspiro y doy un respingo cuando siento mi celular vibrar.

Cold Coffe: Como usted desee, queridísima Isa.

Sonrío satisfecha, y decido tomar un taxi.
Conozco la dirección de Calle de memoria porque ocasionalmente nos enviábamos regalos por paquetería. Era algo... para acortar distancias. Aunque ahora sé que ambas estamos actuando como si no hubiera pasado nada.

Al llegar a la entrada de su casa toco la puerta sin temor y simulando autoconfianza por todos lados, desde mi rostro relajado hasta mi manera de pararme. Esa es la clave, lucir dominante, mostrar aires de prepotencia.
Una señora abre la puerta, me figuro que es su madre.

Otra amiga... últimamente Dania es más social que antes. —masculla, mirándome de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba— ¿Y tú quién eres?

Trato de ocultar la creciente inseguridad en mi rostro.

Recuerdo haber hablado con ella cuando salia con Calle. Y recuerdo que no lo tomo muy bien, para anda bien de hecho, así que decido cambiar mi nombre.

Cold Coffe--CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora