24

3.5K 302 79
                                    

Calle.

"Cada vez que estés triste, el helado es la mejor opción", recordé cuando me encontraba recostada sobre el feo colchón que tenía por cama, aferrándome a la almohada, abrazándola tan fuerte como si tuviera miedo de que ésta se fuera también, hundiendo mi cabeza en ella. De pronto tuve miedo de que la almohada y yo nos fusionáramos en una misma persona.

Me sentí estúpida de sólo pensarlo.

—¿Qué haces?—escuché una voz tan familiar y a la vez tan lejana, aunque quizá era lejana a causa de los audífonos que llevaba puestos. No he dejado de escuchar música corta venas en toda la mañana.

—¿No ves? Trato de asfixiarme con la almohada. —contesto, con voz monótona, sin hacer mi típico tono burlón en cada frase. Temo que él crea que es verdad, aunque sabe que todo lo que digo no es serio.

Tonta. —sentí su cuerpo sentarse en la orilla de la cama. No quiero verlo, así que preferí quedarme con la cara en la almohada— No vas a poder si lo haces tú sola. Yo te ayudo. —empujó la almohada a mi cara sin avisar. Alcé las manos y comencé a moverlas sin parar. No podía respirar.

Pateé su estómago.

Imbécil. —murmuré, quitando la almohada de mi cara para después aventársela— Acabas de intentar asfixiarme, ¿sabes lo que significa eso? Intento de homicidio, te voy a denunciar.

No le dirás nada a nadie. —se acercó a mí, con esa voz amenazadora que suele hacer siempre cada vez que está a punto de pelear. No es raro. Típicas peleas escolares con las que apuestas y ganas dinero— Porque sí lo haces...

—Sí la hago, ¿qué? —crucé mis brazo, enarcando una ceja. Esbocé una pequeña sonrisa. Esto me estaba animando un poco.

Te torturaré. —gruñó, como el mismísimo Christian Grey lo haría. Se abalanzó sobre mí— ¡Con un ataque de cosquillas! —comenzó a hacerme cosquillas en la parte de las costillas. Estaba chillando, literalmente, entre risas y espasmos corporales.

SUÉLTAME IDIOTA,ME VOY A MEAR, DÉJAME EN PAZ, MARICON. —comencé a convulsionar y a reír como una foca combinada con un cerdo.

—No le dirás a nadie, ¿verdad, hermanita? —contestó con su tono amenazante, sin dejar de hacerme cosquillas, pero ésta vez en mi punto débil: El cuello. Comencé a moverme como pez fuera del agua.

NO, NO, YA DÉJAME, MARIQUITA.

Me soltó.

Por fin pude respirar con normalidad.
Después de que las risas cesaron, solté un suspiro prolongado, mirando de nuevo hacia el suelo de mi habitación.

Estoy triste. —admití. No había otra salida, sí no hablaba, estaba segura de que tarde o temprano explotaría.

—Lo sé. Casi siempre lo estás.

Juro que mi hermano nunca me había mirado con tanta ternura como ahora. Sus ojos entrecerrados, su media sonrisa, con sus cejas ligeramente levantas; todo su rostro lleno de melancolía me causó un nudo en el estómago.

Yo... —mi voz comenzó a quebrarse. Permanecí varios minutos callada, esperando que mi voz se normalizara, pero nunca pasó— Yo no puedo evitarlo.

—Todo el mundo está triste de vez en cuando. Es inevitable. —contesta con calma. Niego lentamente, sin atreverme a mirarlo. Hace meses que no tocábamos "ese tema".

No hablo de eso. — suspiré, comenzando a jugar con mis pulgares. — No puedo evitar enamorarme de... bueno...

—De una chica. —Su expresión se tornó seria.
Comencé a arrepentirme por haber tocado el tema de nuevo, de ver de nuevo su expresión de rechazo. Trato de mostrarme impasible, pero mis ojos rojizos y la mueca que hago para evitar llorar me delatan por completo— ¿Problemas amorosos?

Cold Coffe--CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora