Capítulo XIV: Destino.

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«Soltó un jadeo sofocado al recibir un nuevo golpe en el abdomen, el cual seguro tendría múltiples moretones en todas partes. ¿Cuanto tiempo habían estado golpeándola? ¿Cinco minutos? ¿Dos horas?

No lo sabía, pero quería que todo acabara.

—S-solo... —su débil voz atrajo la atención de los dos hombres que reían divertidos. Un hilo de sangre caía por su boca —... solo arránquenme los o-ojos y mátenme.

—Oh, pobrecita —dijo uno con falsa preocupación —. Mira, cariño, te arrancaremos los ojos una vez nos hayamos divertido lo suficiente contigo —el asqueroso hombre al que le calculaba unos 30 años comenzó a tocar uno de sus pechos, provocando que Hinata quisiera vomitar —. Estás muy buena como para solo matarte y ya. No soy muy fan de la necrofilia, nena.

Lágrimas comenzaron a descender por el rostro sucio de Hinata, todo esto visto por un chico de tan solo nueve años que sentía una gran impotencia y un gran miedo a la vez. »

Shinki frunció las cejas y agitó la cabeza. ¿A que se debía ese espantoso recuerdo? Si hubiese alguna manera de borrarlo de su mente, sin duda lo borraría junto con otras escenas que tampoco quería recordar.

Camino sin rumbo un rato. Hinata seguro aún no estaría en casa y sinceramente no le apetecía estar ahí si no estaba ella en ese momento. Recordó que ese día era el día en el que el consejo le otorgaría o no el permiso que la Hyuga necesitaba para acceder a la biblioteca de Konoha. Se pregunto internamente el cómo le habría ido, ya que tampoco era como si pudiese aparecer en la torre, ya que él también estaba de cierta forma implicado con el caso de Majime. Querían que él dijera algo, pero estaban completamente equivocados si pensaban que por ser un niño tendrían más oportunidad de sacarle la sopa.

—¡Ey!

Sus sentidos se pusieron alerta de inmediato. ¿A quien pertenecía esa voz femenina? Él no hablaba con ninguna mujer que no fuese Hinata y Keiko.

—¡Shinki, qué gusto verte!

El aún estático chico observó el cómo una castaña se ponía frente a él, sonriéndole con amabilidad.

—Tenten-san —murmuró su nombre al reconocerla. Era la chica que tenía una tienda de armas, la amiga de su madre adoptiva. A la que cuando le tomó la mano sintió esa corriente eléctrica...

Tenten sonrió más ampliamente.

—¿Cómo estás? —preguntó amistosamente mientras se erguía y ponía sus manos sobre su cintura.

—Bien... —no tenía conocimiento del porqué, pero esa mujer lo hacía sentir raro desde el primer momento en el que la vio. Sus mejillas se sentían calientes, su respiración se agitaba y comenzaba a sudar abundantemente —, ¿usted?

—¡Bastante bien! —exclamó felizmente —. Vine a la aldea para comprar unas cosas para la comida. ¿Tu qué haces aquí? ¿Viene Hinata contigo? —busco sobre la cabeza del niño, tratando de visualizar a la Hyuga por algún lado.

—Solo... camino. Hinata-sama está en la torre.

—Ah, si me enteré que ahora es la asistente de Naruto —suspiro —. Pobrecita.

Una gota de sudor bajo por la nuca de Shinki. Al parecer no era el único que pensaba que el Hokage era un poco exasperante.

—Bueno, aprovechando que no haces nada más, ¿quieres venir a comer? —invitó amablemente, aún sonriéndole con dulzura, provocando un vuelco en el estómago de Shinki.

Llevo lentamente su mano hacia su estómago. Tal vez era él hambre.

—Podría aceptar...

—¡Genial! Ven, acompáñame a terminar las compras —tomó la mano de Shinki sin previo aviso, haciendo que el chico comenzara a sudar más mientras caminaban por la aldea.

Andāwārudo: La senda de Hinata Hyuga. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora