Capítulo XIII: No pudiste.

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Sus pasos eran ligeros, despreocupados, pero firmes. Mientras caminaba por el sendero de tierra, observaba de reojo su al rededor, contemplando los árboles y de más que había por el bosque. El aire se sentía fresco, los pájaros cantaban y todo se sentía demasiado tranquilo.

Toda esa tranquilidad fue remplazada segundos después por el sonido del choque entre metales. Shinki había sacado un kunai, girándolo sobre su dedo para después bloquear sin dificultad el churiken que venía en su dirección. Después de esto, bloqueó una lluvia de armas que venían desde lo alto de los árboles, y todo solo con un kunai.

—¡Es imposible aún que sea rosar su capa! —se quejó en voz alta Keiko, revelando su ubicación. Salió de entre las copas de los árboles con un rostro enfurruñado.

Se escuchó un suspiro y seguido de esto salió Aren.

—Eres demasiado predecible y tu puntería es malísima —explicó Aren tranquilamente mientras que Keiko lo miraba con la boca abierta.

—¡Eres un grosero!

Mientras que los dos chicos se envolvían en una de sus típicas discusiones, Shinki se tomó el tiempo de sacudir sus ropas y de guardar su arma. Habían pasado cuatro días desde la muerte de Majime y tanto el cómo su madre habían continuado con su vida cotidiana.

Para matar el tiempo y de paso sus insistentes pensamientos, accedió en entrenar arduamente a aquellos dos chicos que se habían pegado como chinches a él desde que llegó a la academia. No le molestaba aquel echo, pero si se pregunta siempre el porque. Toda su vida había sido demasiado desconfiado, incluso tardó un tiempo en aceptar a Hinata, por eso mismo estaba tan dudoso del acercamiento de aquellos chicos hacía él.

Temía que fuesen ninjas infiltrados a los que se les había ordenado sacarle información sobre él y Hinata. Para él era bien sabido que los veían como personas sospechosas y raras al no saber nada de ellos, o al menos no de él y del puesto que su madre tenía en la organización. Así que, no le parecería raro que el Hokage o personas como los miembros del consejo de la aldea hayan tomado esa medida.

Paro de pensar cuando escucho la voz de Keiko.

—¡Basta! Ya no discutiré nada más contigo, jirafon de mierda. Me iré a mi casa. Mi padre me espera y yo muero de hambre —se irguió lo más digna posible y le volteó la cara a Aren, quien solo alzó una ceja —. Adiós, Shinki. Nos vemos mañana en la escuela.

Shinki asintió como respuesta y la chica se fue por su lado.

—Esa idiota —masculló Aren.

—No entiendo porque discuten tanto.

—¡Keiko es inmadura y aprende muy lento! —contestó como si esa fuese suficiente razón para llamarla estupida y darle zapes cada vez que cometía un error. El chico se dejó caer de nalgas en el pasto y dobló una de sus rodillas —. Me saca de quicio su falta de disciplina.

—No es fácil ser ninja. Dale tiempo — ¿que hacía el dando consejos? No lo sabía, pero suponía que eso sería algo que Hinata diría en una ocasión así.

—Desde pequeña a querido ser ninja, y aún así...

—¿Desde cuando la conoces? — ¿desde cuando se volvió tan curioso? Eso no era de su incumbencia.

Pero aunque no fuera de su incumbencia, Aren contestó sin molestia alguna.

—Nos conocimos a los siete años. Mi padre es amigo de su padre, así que nos conocimos de esa manera —sus ojos pararon hacia la copa de un árbol —. No nos caíamos bien, pero nos unió el gran deseo de ser ninjas fuertes. Queremos proteger Konoha, queremos ser como nuestro Hokage.

Andāwārudo: La senda de Hinata Hyuga. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora