Capítulo XXXI: Sabiduría.

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« Osamu abrió sus ojos con sorpresa para después suavizar sus facciones con una sonrisa.

—¿Una organización?

Hisao asintió, mirando las llamas del fuego moviéndose de un lado a otro mientras el sonido de la madera quemándose lo acompañaban.

—Quiero proteger a la gente. Quiero una organización que se base en ayudar a los demás.

—Esto es repentino, Hisao-sama —luego de saber que Hisao en realidad tenía mucha más edad de la que aparentaba, se había empeñado en siempre llamarlo formalmente —. ¿Que logrará hacer una organización con dos integrantes?

—Logrará reunir a los mejores ninjas para proteger a la gente que lo necesite —cerró su puño con fuerza, manteniendo fijamente su mirada sobre las llamas —. Por mucho tiempo no hice más que quejarme de mi situación. Ahora que veo las cosas con más claridad gracias a ti... —un imperceptible sonrojo se posó en las mejillas morenas de Osamu —, he decidido usar esta maldicion como una bendición para los demás. »

Sus ojos no daban crédito a lo que veían. Por mucho que fijase profundamente su mirada sobre el cuerpo de Hisao, este no parecía querer levantarse. Por mucho que ni una sola palabra salió de su boca, su corazón no estaba igual de callado. Su corazón latía desbocado y un amargo sentimiento de dolor se instaló en su garganta.

¿Estaba mirando bien?

Quiso restregarse los ojos, pero internamente Osamu sabía que eso no serviría de absolutamente nada. El olor a sangre era tan real que no podía ser una ilusión.

Quería acercarse a verificar por si mismo que estaba en la realidad, quería tocar su piel y corroborar si estaba tibia, pero una barrera invisible lo detenía. El miedo de aceptar que Hisao estaba muerto, lo embargo por completo.

«Un fuerte golpe se escuchó en la cavernosa y oscura cueva.

Al fondo de esta se encontraba Hisao y Osamu. El último mantenía su mano alzada y una mirada de pura decepción mientras el otro se encontraba con el rostro ladeado y la mejilla hinchada.

—Por más que te cuido... por más que te brinco mi amistad... ¡por más que he arriesgado mi vida por ti! —bajo la mirada y cerró con fuerza sus ojos, sintiendo unas increíbles ganas de llorar —. ¿Por que te empeñas en morir?

—Tu no lo entiendes —farfulló hastiado —. Tu no sabes lo que es vivir con este dolor cada día de tu vida. ¡Tu no viste morir a tus seres queridos ni te convertiste en un monstruo!

Una expresión de dolor se formó en el rostro de Osamu, logrando que Hisao lo mirase sorprendió.

—Lo que te pasó fue horrible, Hisao. No puedo describir lo mal que me siento por saber que tu pasaste por eso, pero te puedo asegurar que no eres el único que siente dolor.

—¡No me importa el dolor de los demás! —apartó con rudeza la mano que Osamu había colocado en su hombro —. Es imposible tener una vida tan infortunada como la mía. Yo... perdí a mi madre y hermana —sin ganas de sostener más sus propio peso, se dejó caer de rodillas frente a la mirada profunda de Osamu —. Vivir sin su amor... sin ellas... es horrible. No hay sensación más horrible que saber que no existen más.

—Al menos tú fuiste amado.

Su mojada mirada se levantó hacia el sereno rostro de Osamu, quien lo miraba con calidez.

—Tu sentiste lo que era tener una madre amorosa —recordó el día de la muerte de su madre. Ella murió cuando a penas tenía cinco años —, una hermana gentil —recordó a su hermano, el cual no se tocó el corazón a la hora de robarle a su prometida para después desterrarlo de su clan. Recordó a su prometida, la cual lo engañó y usó solo por interés — y tuviste la suerte de no tener como padre al mío —su padre, quien solo actuaba por el bien de su hijo mayor, sin importarle lo que pudiese sucederle al segundo de sus hijos —. Tuviste suerte de sentirte especial, Hisao —se puso en cuclillas frente a él, observando cómo finalmente sus ojos se desbordaban en lágrimas —. Si yo fuera tu, no dejaría que dos personas tan increíbles se perdieran en la nada. Yo viviría, las recordaría y contaría todo lo hermoso que fue haber compartido la misma sangre con ellas. Lo increíble que fue amarlas y sentirme amado. »

Andāwārudo: La senda de Hinata Hyuga. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora