Cap.18

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—Te mataré–Le dije a Elián con los dientes apretados

—Puedes hacerlo sí quieres.–Extendió sus brazos a los lados con una media sonrisa

—¿Eso quieres?–No dijo nada–Lo tendrás–Murmuré

Me levanté despacio del suelo y fuí hacía el carrito donde estaban todas las jeringas,medicinas en cápsulas y ampolletas. Ya junto a ella, tome una jeringa y la deje en el suelo. Tome el carrito por los bordes y lo tiré al suelo. Las medicinas cayeron en todo el suelo blanco y el cristal se hizo añicos en el suelo.

Me agache y tome de nuevo la jeringa.

—¿Sabes lo que haría con esto en este mismo instante?–Pregunté caminando lentamente hacía Elián–¡Sabes que quiero hacerte ahora!–Grité

—Matarme

—Exacto.–Sonreí como psicópata–Quisiera matarte por todo lo que me has hecho. ¿Pero qué consigo? Nada–Me detuve ya que estaba frente a él

—Se que te quieres ir Betty, pero, matarme no es la mejor opción–Elián tragó saliva con dificultad

—Me quiero ir de aquí, pero no puedo–Susurré cerca de su rostro.

Acerque la jeringa a su cuello, la punta quedaba en una de sus venas, e hice un poco de presión

—Si me dejas ir ahora–Dije de nuevo mientras bajaba la jeringa hasta su pierna izquierda–No te mataré

—Es importante que te tenga aquí

—¿Importante? Lo mismo me dijo mí padre.

—No te dejaré ir hasta que te diga lo que no pudo decirte tu padre.

—Y ¿Por qué no me lo dices ahora?–Susurre mientras encajaba la jeringa en su pierna. Él hizo una expresión de dolor

—No puedo.–Gruño apretando los dientes por el dolor

—¡Claro que puedes! ¡Dímelo!–Le grité mientras sacaba la jeringa y volvía a meterla pero en su pierna derecha

La sangre que soltaba estaba en mis manos, era viscosa y muy líquida. Pero cuando la tienes en tus manos, no puedes parar de querer ver sufrir a la gente.

—¿Sabes lo que más me gusta de esto?–Pregunté y él negó–Verte sufrir como yo lo hice–Le susurre

—Branko y Aurelio llegarán pronto

Me tomó de los hombros y me apartó de él violentamente empujándome hasta caer al otro extremo de la habitación. Digamos que no era tan grande la habitación después de todo. Él también cayó al suelo blanco que después se fue formando una mancha roja.

—¿Contenta?–Pregunto Elián enojado

—Quisiera–Susurre y me levanté del suelo. La espalda me dolía por el golpe que provocó la caída.

—Para ya Betty. No conseguirás nada si me matas.–Rugió

—¿Y? Conseguiré paz interior y podré buscar a mis amigos.

—¿Sabes lo que les paso a tus amigos después de salir de aquí?–Negué–Los mataron.

—¡Ya basta! ¡Eres un mentiroso!–Grité

—Deje de mentir en la parte donde tenía que decirte lo que no dijo tu padre.

—Eres un maldito mentiroso.–Susurre

—Para ya Betty. Si me matas ahora, no sabrás quien es tu padre verdadero

El pulso se me aceleró

—¿Que?–Dije sintiendo mi cuerpo pesado

—¿Quieres saber quién es tu padre verdadero?–Lo mire con ojos llorosos

—No–Dije eso y me abalancé contra él

Tome la jeringa que estaba a su lado y la tome con mis dos manos, la acerque a su pecho pero él fue más rápido y la apartó tirando la jeringa a una distancia lejana a mi alcance. Elián me empujó a un lado y gateando se fue por la jeringa para después tenerla entre sus manos. Se acercó a mí con la jeringa en mano y trató de atacar mi cabeza, yo rodé para que no alcanzará a clavar la jeringa en mi cabeza.

Sin darme cuenta, tenía la cara y ropa llena de sangre. Elián aún con la jeringa en mano, se acercó a mí y la clavó en mi estómago. Un gemido de dolor escapo de mi garganta, la quité de mi estómago y la lancé lo más lejos posible ¿Como una simple jeringa podría sacarme tanta sangre?

—Ya vasta Betty. Solo te estas dañando–Dijo Elián sentado lleno de sangre, en sus pantalones y su camiseta blanca

—No pararme hasta matarte–Lancé un gruñido. El dolor que sentía era sentimental y físico. Tenia el labio partido y algún rasguño en la mejilla.

—¿Realmente me quieres matar?

—Lo deseo más que nada

—Que triste.–Soltó una risa y las luces de la habitación se apagaron.

La risa escandalosa de Elián sonó en toda la habitación y yo me puse de cuclillas, el suelo estaba pegajoso por la sangre que estaba derramada. Me levanté lentamente y camine derecho hasta encontrarme con la pared. Sentía mis pies pegajosos, los tenía descalzos y todo lo que estaba tirado en el suelo podría llegar a mis pies. Con apoyo de la pared, me encamine hacia encontrar a Elián, caminando, el cristal que estaba roto en el suelo se encajaba en mis pies.

—¡Sal de donde quiera que estés!–Grité

Seguí caminando hasta que me tope con un cuerpo fornido frente al mío, solté un grito de sorpresa, y la persona que estaba detrás mío puso su mano en mi boca. Éste, me levanto del suelo hasta ponerme en su hombro, pataleo pero otra persona se acercó a mi y me puso un pañuelo con cloroformo en mi nariz. Y con eso, caí rendida.

 Y con eso, caí rendida

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Perdidos (Cole Sprouse)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora