Capítulo 4. Exilio voluntario

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Magnus oyó los ruidos que venían de las profundidades del salón de los acuerdos, aún estaba en la enfermería, pues no podía reponer las fuerzas que había perdido. Los ruidos eran un sonido conocido, los ecos atormentados de alguien que estaba agónicamente vivo. Sonaban como los gritos de un alma en el infierno, o un alma siendo arrancada del Cielo. Y sabía que era eso, porque no era la segunda vez que los escuchaba...

—¿Es Jonathan? — Magnus cerró los ojos. — Aun sigo diciendo que los cazadores de sombras suelen ser muy crueles.

Alec lo miró con los ojos entrecerrados, quería preguntarle lo que sabía, pero mejor lo negó. No era tan recurrente que un nefilim se alejara de la vida del cazador de sombras.

—Pero la vida como mundano le sentará bien...

Alec que estaba junto a él sentía un ligero escalofrío le recorría la espalda. Aun se encontraban en la enfermería después de la escena con Jonathan, quería descansar un poco, pero los gritos de agonía, reverberando en las paredes cubiertas de tapices y el techo abovedado, no lo dejaban. Le traían recuerdos de un joven cazador de sombras con el nombre de Edmund Herondale, que conoció en 1857. Edmund había deshonrado su apellido y abandonado su llamado para que pudiera finalmente caer en los brazos de una mundana. Que después se convertiría en la madre de William Herondale, uno de sus más grandes amigos. Esa vez Edmund estaba siendo despojado de sus marcas.

—¿Cómo lo sabes?— Preguntó Alec inquisitivo.

—Digamos que lo he visto una vez.

Magnus relajó su mirada, era la misma mirada que ponía cuando un recuerdo doloroso atacaba su mente. El nombre de Will cruzó por la mente de Alec y le envió una punzada de celos, ya él sabía sobre Will, pero no pudo dejarlo pasar.

—¿Fue Will?

—Su padre. — Magnus contestó sin verlo. —A él le quitaron sus marcas para que pudiese casarse con la madre de Will. Escuché sus gritos, eran gritos de desesperación y tristeza. No podía creer la brutalidad del acto.

—Está siendo rehecho. —Alec murmuró con un aire de sabelotodo. —Por supuesto que duele. Debe doler...

Se oyó un grito estremecedor de la agonía desde la base de sus palabras. Él no volvió la cabeza, pero sintió un frío de espanto en su columna.

—Son inhumanos.

Magnus oyó otro grito, y éste rompió en sollozos desesperados. El brujo pensó en ese chico brillante que apenas ayer había destruido Idris, y después se convirtiera en el chico que siempre debió haber sido. Estos eran los Cazadores de Sombras, para la mayoría de ellos las leyes estaban antes que el amor o la propia humanidad..

Magnus se sentó en la cama con un poco de pesadez y Alec lo vio con el rostro severo.

—Magnus... Jonathan debe pagar por lo que hizo. — Aún Magnus no estaba tan convencido. — Es la voluntad del Ángel.

Si no puedo reinar en el cielo. -Final Alternativo de COHF (Reeditando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora