Capítulo 32: Nunca debes....

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La reina Seelie se encontraba  sentada en su trono, no sabía si la carta que había mandado a Arthur Blackthorn, el nuevo director del instituto de los Ángeles seria contestada.

Todos sus planes se estaban acabando, pensó que aliarse con Sebastian fue lo correcto, pero extrañamente se había equivocado. Sebastian, el verdadero Sebastian murió en Edom y “el nuevo” no quería saber nada de ella. Ya Kaelie le había advertido que los nephilim, ya sean blancos u oscuros siempre seguirían siendo los hijos del cielo, y el cielo nunca pagaba bien. Aunque estuvieras de su lado…

 Cuando escucho a Kaelie pensó que era por el romance que había tenido con Jace Herondale, Kaelie sabía bien quienes eran los ancestros del rubio, esa manera y expresión no era otra que la del chico ojiazul, William Herondale.

-Nunca debes fiarte de un Herondale.- Le dijo esa vez La reina Seelie a Kaelie. Pero Kaelie se resignó a contestar.

-Creo que yo sé hasta dónde estar con Jace. He visto que encontrará al amor de su vida… Pero no está de más divertirse un poco

-Celebra que las hadas no nos enamoramos, porque entonces sufrirías…

Esa palabra perdió sentido con Sebastian, pensó la reina. Ella había pensado que Sebastian era  más inusual para un ser humano, y para un Cazador de Sombras especialmente.

Pero el desaire que le dio hace unas semanas fue la gota que derramó el vaso. Eso nunca había pasado, y menos un mundano en cuestión. Una especie de odio y coraje la recorrió. En ese momento Kaelie apareció.

-Mi señora… Noticias sobre la respuesta de Arthur Blackthorn.- Kaelie hizo una pequeña reverencia y con una majestuosidad que sólo Kaelie tenía, y que ninguna de sus damas tenia, se presentó ante ella.

-Espero que sean buenas noticias…- Advirtió la reina con sólo tono de su voz. Kaelie bien sabía que la reina estaba desesperada, pero no había nada más que hacer.

-No sé qué contestarle, pero… recuerde que la clave…- Comenzó a hablar Kaelie mostrando algún tipo de filtro para darle las noticias, pero la osadía de la reina no la dejó seguir pronunciando palabra.

-¿La Clave? Tienes razón Kaelie. No puedo desafiar a la clave. Dejemos que ellos usen nuestras cabezas como trofeos en sus repisas. ¿Eso te agrada Kaelie?- Se burló la reina.

-Lo siento Mi señora, si la ofendí.- Kaelie se disculpó y comenzó a dar ligeros pasos atrás como protegiéndose de lo que pudiera causar la reina.

-Kaelie… ¿Recuerdas lo que te dije acerca de Jace Herondale?

-Sí, mi señora… Que nunca me fiara en un hijo del ángel.

-¿Entonces que estás haciendo?- Le cuestionó la reina. Kaelie siempre supo el odio que tenía hacia los nephilims, un miedo que nunca llegó entender hasta que conoció a Jonathan. Recuerda las tantas veces que le advirtió sobre Jace, pero las hadas sabían sobre Clarissa, y sabía Kaelie que no podía desafiar al destino.

-No entiendo mi señora.- Kaelie habló en un tono sumiso.

-¿Por qué aceptaste las malditas reglas de la clave? ¿Sabes que las hadas somos muchas? Podríamos destruir a la clave si quisiéramos… ¿Por qué no pensaste eso?- La reina estalló y para ese momento Kaelie tenía una especie de miedo. Sabía que si la reina quería podía matarla.

-Mi señora, debía aceptar las normas de la clave. No podríamos enfrentarnos a una guerra con ellos.- Trató de convencerla pero era inútil, la reina se negaba a todo acto.

-Los subterráneos no los quieren, están hartos de sus reglas que solo privilegian a ellos. Y aunque ya haya alguien en el estrado de nosotros. No es suficiente. La última decisión siempre la tienen ellos. ¿Por qué debe ser así?- La reina habló como para convencerse a ella misma. Cuando Kaelie la escuchaba supo que eso sólo traería problemas.

-Mi señora, los nephilim fueron elegidos por el cielo…

-Las hadas también, que no se te olvide. Entonces tenemos el mismo derecho ¿No lo crees?

Kaelie permaneció callada.

-Sabía que no podrías responderme, lástima que no pueda matarte, eres la representante en la clave. Porque si no, no lo dudes… hoy mismo serias comida de los nixies

-Perdone mi señora.

-Retírate

Kaelie dejó la carta en la pequeña mesa a lado del trono de la reina y se fue.

-Nunca debí confiar en ella.- Pensó la reina y se apresuró a abrirla carta con esa elegancia que la caracterizaba. Cuando terminó su cara se volvió blanca.

Si no puedo reinar en el cielo. -Final Alternativo de COHF (Reeditando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora