Capítulo 35: Invasión: (2da parte)

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Naruto comenzó a matar a muchos ninjas de Oto, Suna, Kumo e Iwa, pero aún así no podía ver el límite en la cantidad de oponentes. Sin más opción, decidió poner a prueba uno de sus jutsus más poderosos. Evacuó con clones de sombras a todos los Shinobis de Konoha y civiles de la zona, y su cuerpo entero se rodeó de rayos. Comenzó a flotar a la vez que el cielo se tornaba negro, y la cantidad de relámpagos concentrados era inmensa. Varios invasores intentaron retirarse, pero los clones de Naruto los mantenían a raya.

-Van a arrepentirse de haber venido a Konoha...- murmuró en tono ronco el rubio.

Naruto alzó sus manos al aire, terminando su preparación.

-¡Raiton: Furia de Zeus!- gritó el rubio, bajando de golpe sus dos brazos.

Cayeron cientos, no, miles de rayos desde el cielo, los cuales mataron a todos los Shinobis enemigos casi al instante. Al cabo de 5 segundos de ataque, lo que antes fue una zona enorme repleta de Shinobis de Oto y demás aldeas enemigas, pasó a ser un campo cubierto de cenizas.
Naruto descendió al suelo y respiró profundamente, ese ataque le había consumido casi todo su chakra, y si a eso le sumamos todo lo que usó en el día, ya estaba agotado completamente. Miró al techo del Coliseo, y vio un cubo morado.

En ese lugar, se podía ver a Minato luchando contra el Raikage, a Mei Terumi aguantando los trapos contra Onoki, y a Hiruzen luchando contra Orochimaru, Hashirama Senju y Tobirama Senju. Los hermanos Hokages habían sido revividos por el Edo Tensei, y al Sarutobi esto le estaba costando muchísimo.

-No les puedo hacer frente, no basta que tengan la mitad de su fuerza nada más...- pensaba el viejo mono, que se estaba viendo obligado a usar su último recurso.

Minato ya tenía contra las cuerdas al Raikage, pero Mei estaba siendo acorralada por Onoki. El rubio Hokage intentó ayudarla como pudo, pero Ay no se lo permitía tan fácilmente. Pero cuando todo parecía perdido, una gran avalancha de cadáveres salía disparada hacia los costados de un destello de velocidad. El borrón de velocidad chocó contra la barrera y la partió, para luego frenarse a metros del Yondaime Hokage.

-¡¿Cómo es que ha podido...?!- murmuraron todos incrédulos.

-¡Mokuton: Estacas de madera!- dijo Naruto, apoyando sus manos en el piso.

Varias estacas salieron del piso y atravesaron los brazos y piernas de Onoki y Ay, dejándolos inconscientes por el gran y agudo dolor. Nadie lo podía creer: un simple Genin usando uno de los elementos legendarios, solamente vistos en una sola persona. Hashirama miró sorprendido al rubio, y una sonrisa se le dibujó en la cara.

-Mi nieta ha transmitido mi legado. ¿Pero cómo? Mito había sellado mis genes en mi hijo para mantenerlo a salvo...- pensó el Senju, que decidió dejar de prestarle atención a eso.

Naruto vio como miles y miles de ninjas enemigos se le tiraban encima, y no podía llegar a Hiruzen para ayudarlo.

-¡Viejo!- gritaba desesperado el rubio, que mataba a todo lo que se le cruzaba en el camino.

-Lo siento, niño... hoy será el último día que me veas en pie...- dijo el Sandaime, realizando una secuencia de sellos manuales muy conocidos para Naruto y Minato.

-Hiruzen-sama, no me diga que...- dijo impactado Minato, que cargaba a Mei mientras se deshacía de algunos ninjas enemigos.

-¡No lo hagas!- gritó Naruto, que fue aplastado por una montaña de enemigos.

Lo único que podía ver del exterior fue como el viejo mono terminaba su jutsu y hacía dos clones de sombras. Los dos clones tomaron de los hombros a Hashirama y Tobirama, y de repente les apareció un agujero en el estómago. Ambos Hokages revividos se deshicieron en papeles y mostraron los cadáveres de dos ninjas, mientras los clones desaparecían en humo.
El verdadero Hiruzen tomó de los hombros a Orochimaru y estaba intentando algo que a ojos de Mei era imposible saber.

-¿Qué está haciendo?- le preguntó la castaña a Minato.

-El sello mortal de la parca...- dijo el ojiazul mayor.

Hiruzen fue atravesado por la Kusanagi, y al cabo de 10 minutos de puro forcejeo el viejo cayó agonizando al suelo, y Orochimaru veía sorprendido como sus brazos se ponían morados y dejaban de funcionar.

-¡Maldición! ¡Mis preciados jutsus!- gritaba por el dolor y furia el Sannin, mientras sus secuaces lo ayudaban a mantenerse de pie.

-¡Noooooo!- gritó Naruto, viendo a su abuelo en el piso y en semejante estado.

Una ira muy fuerte comenzó a invadirlo, mientras más ninjas se tiraban encima de él para retenerlo.

-¿No hace más calor?- preguntó la secuaz pelirroja.

-Debes estar loca, Tayuya...- dijo el pelinaranja.

-Jirobo, estoy de acuerdo con ella...- dijo un chico pelinegro de 6 brazos.

-¡Cierren la boca los tres, Kidomaru, y ayuden a Orochimaru-sama!- dijo furioso un chico peliblanco con una pequeña joroba.

-Silencio.- pidió Orochimaru, volteando hacia la montaña de ninjas que aplastaba a Naruto.

De entre los huecos de la montaña comenzó a emanar una ola de calor súper intensa, hasta que llegó a su límite y estalló. Los cuerpos incinerados salieron disparados hacia todas partes, y Naruto mostró una nueva transformación.
Su pelo se había erizado, y su prenda superior se deshizo por el tremendo calor que desprendía. El dragón circular que representaba la marca en su hombro comenzó a moverse por su brazo hasta cubrirlo.

-¿Qué carajos es eso?- preguntó Tayuya, pero no terminó de hablar cuando recibió un golpe en la cara que le enterró la cabeza en el suelo.

-¡Maldito bicho raro!- dijo Jirobo, intentando golpear al rubio.

Para su mala suerte recibió un codazo en el estómago que lo noqueó. Kidomaru tomó el cuerpo de sus compañeros y ayudó a Orochimaru.

-¡Vámonos, Sakon!- dijo el de 6 brazos, y los de Oto se estaban escapando.

-No se van a escapar ilesos...- dijo Naruto, y sus manos se envolvieron en fuego.

-Ya no hay que pelear, mira lo que se olvidaron...- dijo Minato, señalando a la pelirroja.

Naruto no le prestó atención a la chica y se arrodilló al lado del moribundo Hiruzen, mientras su marca de dragón retrocedía y el calor se desvanecía.

-Abuelo, lo siento...- murmuró triste el rubio.

-Ya era mi hora, Naruto. Necesito que tú te encargues de transmitir la voluntad de fuego a las siguientes generaciones. Lidera a Konoha y a todo el mundo a la paz absoluta...- dijo el viejo mono con una sonrisa, cerrando por fin los ojos, para nunca más volver a abrirlos.

Naruto no gritó, no lloró, solo se prometió cumplir con la voluntad de su abuelo y hacer pagar al causante de su muerte. Allí terminaba la historia de Hiruzen Sarutobi, Sandaime Hokage de Konoha, conocido mundialmente como El Profesor; pero también comenzaba la historia de Naruto Uzumaki, una leyenda entre leyendas, un verdadero ninja con todas las letras, que algún día cumpliría su misión.

El Poder de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora