2. "Escupelo"

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—Rusky... Por última vez, escupelo— Dijo seriamente el mexicano de cabello negro al pequeño niño soviético, era 1943 para entonces y estaba en una de sus visitas.

El más pequeño movió la cabeza a los lados negando, no quería escupirlo, tenía un chile habanero en la boca; el soviético quería aprender a comer comida picante por México, quería hacerlo por él con todas sus fuerzas.

—Ay diosito ¡¿Porqué?! mi niño hermoso, escupe ese habanero, te vas a enchilar y te va a arder la boca.— México ya estaba muy desesperado, no entendía porqué el pequeño a su cuidado estaba aferrado a comer ese chile, no soportaría el picante, apenas y podía con los dulces de chamoy que le había llevado. Tomó sus mejillas para mirarlo fijamente a los ojos, estaba decidido a no escupirlo y el tricolor mayor lo notaba en su mirada. Llevó sus dedos a la nariz del mas pequeño y la tapó apretandola entre sus dedos; Rusia no pudo aguantar el aire por mucho tiempo y abrió la boca escupiendo el chile habanero.

México tomó el habanero y notó que tenía mordidas de los dientes filosos y pequeños del niño, dejó este en la mesa y llevo sus manos a los hombros de Rusia, sus ojos estaban cristalinos y las lágrimas salían sin parar, el más pequeño estaba llorando y sollozando, él sólo quería hacer que México viese como podía comer picante, creía que podría soportarlo, pero su rostro rojo y el ardor en su boca mostraban que no, era débil, no era digno del amor de su querido país tricolor de occidente, no podía hacer las cosas que el, estaba decepcionado de si mismo.

—Rusky... Tranquilo chiquito, todo esta bien, te daré algunos chocolates, no chilles chiquito, te enseñaré a comer chiles si quieres pero ahorita de momento no puedes darles mordidas así. Mira, te compré una caja de los Zefir de fresa que tanto te gustan, eres un buen niño Rusky, no me hagas esto de nuevo.— El más grande dejo un beso sobre la frente del Soviético que entre suspiros asintió con la cabeza y tomó los dulces que le eran entregados.

—М-Mексика... Te quiero.— Murmuró y comió un zefir aun dejando salir varias lágrimas de sus ojos, México no podía estar más conmovido, aun si no entendía las acciones e intenciones de su pequeño Rusky, era muy adorable. Abrazo al más pequeño y recibió uno de aquellos dulces por parte del niño que había llevado uno a su boca.

Una vez el ardor en la boca de Rusia paso, el americano lo llevó a comer chocolates tal y como había prometido. Irían a jugar con sus hermanos a la nieve en un rato pues estos dormían su siesta aun. Rusia nunca volvió a comer chiles habaneros de esa forma por México, pero ese suceso realmente le había afectado de pequeño, pues creía que nunca sería tan hombre como para impresionar a su país amado ya que no soportaba el picante como México que lo comía a mordidas sin hacer mueca alguna, en el fondo sentía que jamás lo podría hacer como él.

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