Capítulo 4 : ¿Quién eres...?

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Después de aquella invitación, las cenas eran el momento donde compartían un tiempo a solas y unos tragos de cerveza al finalizar, se había vuelto una costumbre verse cuando ella regresaba de trabajar. Lo esperaba con la puerta abierta y él solo ingresaba. No sabían por qué, de alguna manera, lograron congeniar enseguida y hasta les gustaba charlar sobre lo que fuera. Muchas veces era Himawari la que iniciaba las conversaciones, pronto entendió que era un hombre callado y reservado y que no quería contarle nada sobre su vida privada, ni qué hacía cuando ella trabajaba durante el día. Seguía enfundado debajo de una capa llena de misterios y le daba la sensación de que no lo conocería jamás.

Himawari estaba pensando en él cuando estaba haciendo su práctica de tiros, al escuchar el impacto de las balas contra la tabla de puntería, su mente se dispersó. Cargó unas cuantas veces más y siguió disparando con fuerza, como si quisiera quitarse algún horrible pensamiento de su mente. No era malo, solo era ansiedad y deseo de saber más sobre Kawaki. Soltó un fuerte suspiro al impactar la última bala y descargar el arma. Se relajó en uno de los sofá y tomó algo de agua, al levantar la botella, alguien se sentó a su lado. Había sido tan sigiloso que no se percató de quién había sido, al girar la cabeza hacia la voz se pegó un susto, arrojando la botella al suelo:

—¡Ah! ¡Teniente Mitsuki...!—suspiró. Él le sonrió amable.

—Lo siento si te asusté, Teniente...—y cargó su arma, se posicionó frente a la tabla para comenzar a disparar, uno, dos, tres y el cuarto fue directo al blanco, se giró hacia ella—. Creo que tendremos nuestro primer pelotón por la tarde. Los novatos ya llegaron. Me dijeron que te tocó liderar a los de la flota 12, dicen que son unos inútiles, pero conociéndote no dejarás que eso pase a más de un mes, ¿verdad, Uzumaki-san?

Ella esbozó una sonrisa tímida y guardó el arma en su funda, se cruzó de brazos y se posicionó detrás:

—Me enteré que estás saliendo con el soldado Akimichi-san—intentó sonar pícara. Mitsuki se mostró sorprendido, sin sonar exagerado, solo no esperaba que los rumores se expandieran tan rápido. Soltó un leve suspiro.

—Supongo que no podía guardar el secreto por tanto tiempo—se detuvo a su lado y palmeó su hombro—. Por cierto, no creo que lo veas, pero si te llegas a cruzar al protegido del General Sasuke, trata de no dirigirle mucho la palabra. Es un tanto grosero y arisco, en especial, con las mujeres. Digamos...—buscó las palabras—. Es algo competitivo.

En su momento esa advertencia no le importó. Le preocupaba mucho más que pudiera liderar a ese nuevo pelotón que llegaba todos los años. Sería agotador y, por supuesto, divertido. Tratar con los novatos era una experiencia enriquecedora. Pasó por su vestidor, se ajustó las botas, el uniforme bien abotonado y su cabello atado en una coleta. Odiaba peinárselo, siempre quedaba desaliñado, a veces le hubiese gustado tener el cabello lacio como su padre. Sus genes no fueron muy amables con ella. Le dieron el cabello alborotado de su padre. Suspiró y se acomodó su placa junto con las medallas.

—¡Bien, vamos por ellos, Himawari!

De camino hasta la oficina para recibir el listado de nuevos reclutas, se cruzó con Chouchou, le dijo que cuando pudiera la invitaría a tomar unos tragos. Himawari se negó porque después de aquí se iría al hospital para ver a su hermano. Chouchou le dijo que le mandara saludos. Ella asintió y siguió su camino hasta la oficina del General. Golpeó la puerta despacio y lo escuchó conversar por teléfono con alguien. Golpeó una vez más y escuchó la orden:

—Adelante.

—Con permiso—abrió la puerta y Sasuke estaba sentado sobre el escritorio, con el teléfono fijo en su oreja y fumando, apagó la colilla y arrojó el cigarrillo en el cesto de basura—. Lo siento, Sakura. Dile a Sarada y a Ryuu que los compensaré en sus cumpleaños—una vez dicho eso, colgó el teléfono—. Teniente Uzumaki, ¿qué la trae por aquí?—llevó ambas manos a su bolsillo y se sentó en su sillón para mirarla con seriedad.

Siempre A Tu Lado  (KawaHima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora