29. Alex de...

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Natalie estaba prácticamente sola en su edificio ya que la mayoría de las personas que vivían allí eran padres de familia o niños muy pequeños, y para Natalie era complicado socializar con personas de su edad, y el idioma más de una vez había significado una barrera que ella ni se molestaba en superar.

– Honey, ve a comprar a la tienda de al lado una bolsa de patatas de Bacon – pidió Andrew con un acento que divertía a Natalie.

– Okey, ¿me das dinero?

– Claro, ven.

– Bye – se despidió en la puerta.

Por el pasillo se chocó con alguien y cayó al suelo encima suyo.

– Lo siento, soy demasiado despistada – dijo incómoda en un inglés torpe y rodó a un lado.

– No pasa nada... – la otra persona se levantó y la ayudó a levantarse – eres nueva aquí ¿cierto? – la miró como examinándola.

– Sí, hace no mucho vine de España.

– Pues entonces te facilitará que te hable en español – dijo en un español perfecto manteniendo su profunda mirada turquesa en los ojos de la chica.

– Eres un milagro, persona cercana a mi edad y habla español – sonrió incomoda.

– Me describes como un dios – levantó una ceja.

– Pues casi – dijo en un susurro para sí misma – hablar en inglés no es lo mío – disimuló y se dio la vuelta para seguir su camino.

– ¿De verdad que el choque fue accidental? – la chica se paró de golpe y lo miró.

– Si cari, no existo para levantarte el ego – rodó los ojos y volvió a girarse.

– En cuanto al inglés... he visto a gente que lo pronuncia peor – se acercó a ella y se puso enfrente suya con una sonrisa y ella le correspondió incómoda – yo que tú me preocuparía más por tu pobre vocabulario – sonrió arrogante.

– Gracias por tu amabilidad, ahora, tengo cosas que hacer – dijo con amabilidad sobreactuada – adiós – rodó los ojos y pasó chocando su hombro con el del chico con fuerza.

– O sea que eres de las personas reaccionan a la defensiva cuando les dicen la verdad a la cara.

– No me analices, no eres mi terapeuta – dijo sin darse la vuelta.

– ¿Entonces admites que necesitas? – ella rodó los ojos, se dio la vuelta y volvió a donde estaba el chico.

– Me estás irritando, ¿qué pretendes?

– Me interesas, solo eso.

La chica esperaba que el chico rectificara sus palabras, pero él la adelantó.

– ¿A dónde vamos?

– No he dicho que puedas venir – dijo molesta poniéndose a su altura.

– Quiero seguir analizándote – le guiñó el ojo.

– De verdad, eres insop...

– ¿Cómo te llamas? – la cortó ignorándola.

– Natalie – rodó los ojos rendida.

– Yo soy...

– ¿Sabes? No me importa, ¿podrías dejarme de una vez? – se paró y él detrás de ella.

El chico la miró fijamente, serió, como si quisiera atravesar a la chica con la mente.

– Me voy – siguió andado hacia el ascensor.

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