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Bang.

Su dedo índice comenzó a cerrarse lentamente alrededor del gatillo que provocaría que el verdugo entre sus manos finalmente acabara con todo el dolor que no dejaba de expandirse desde su pecho hacia el resto de su cuerpo desde hacía años.

Soltó un pesado suspiro, un último suspiro que cargaba su alma entera, que dejaba ir sus diecisiete años de vida flotando en el viento hasta que alguna corriente de aire la hiciera disiparse entre la inexistencia, millones de segundos usados en una corta vida, miles de recuerdos que abarcaban solamente su infancia y miserable adolescencia, cientos de rostros que había escondido en los rincones más remotos de su memoria, docenas de buenas y malas decisiones que la habían llevado a donde está, y el amor que había atesorado con cuidado en su corazón, el cual había dividido en generosos fragmentos y dedicado a unas pocas personas que podría contar con los dedos de una sola mano, su familia.

Y entonces, dudó.

Un puñado de recuerdos que le hicieron perder parte de la consciencia la golpearon directamente en la cara con la propulsión de un cañón.

Los momentos llenos de vida que había compartido junto a su madre, la sensación de sus dedos paseándose por su cabello, desenredando los nudos suavemente con un cepillo, tarareando con dulzura.

Todas las veces que se había tirado de espaldas al suelo, rindiéndose por culpa del agotamiento, y no pasaban ni siquiera cinco segundos cuando veía la mano de Yoongi frente a sus ojos dispuesta a ayudarla a levantarse, sin jamás apartarse hasta que la tomara.

El sonido de las carcajadas de Hyojong mientras corrían lejos de alguna persona a la que le habían gastado una broma, siguiéndolo desde un metro o dos de distancia, pero aún así, podía ver cómo se giraba hacia ella cada tanto, compartiendo su felicidad con ella, cuidando que aún estuviera junto a él.

Las miradas llenas de molestia que Nayeon hacía mientras intentaba ayudarla a estudiar y fracasaba en el intento, las lágrimas que compartían cuando alguna pasaba por dificultades, el hecho en sí, de que Nayeon era la hermana mayor que nunca tuvo y siempre necesitó.

Y Chaeyoung... todo el amor que había perdido alrededor de su vida lo recuperó gracias a ella, cada mirada a rebosar de dulzura, cada una de las sonrisas dedicadas entre delicados besos, las palabras cursis y empalagosas que ella, y sólo ella, podía producirle algún tipo de sentimiento además de asco, el más alejado del asco de hecho.

Amor.

Era eso lo que sentía por todos ellos.

Y también era lo que cada uno le había demostrado.

Si partía, dejaría atrás los distintos tipos de felicidad que todos le habían dado en forma de regalo, dejaría todo su amor de lado, dejaría todos los recuerdos hermosos que había creado junto a ellos, y renunciaría a los recuerdos que estaban por venir.

Pero todo se veía tan borroso y lejano...

El futuro parecía un sueño inalcanzable, un espejismo causado por su sed de felicidad, y que en cada día de espera y búsqueda, se deshidrataba más y más.

No iba a ser capaz de llegar a la luz, no mientras todo a su alrededor se veía tan oscuro, tan oscuro que...

—¡SUELTA ESA MIERDA DE UNA VEZ!

Ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió un golpe tan fuerte en su espalda que la hizo caer sobre su hombro izquierdo, y con ello, lejos de la pistola, que se deslizó lejos de sus manos hasta el otro lado de la habitación.

Sus ojos alarmados buscaron la razón de su caída, y lo primero que vio fue a unos cuantos metros lejos de ella un par de ojos oscuros que conocía muy bien, pero que nunca había visto tan asustados como ahora.

Under the blooming roses - ChaennieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora