Capítulo 8

710 59 14
                                    



En toda la noche me la pasé dando vueltas en la cama, estaba nerviosa, ¿esto se podría considerar como una cita? No, eso no es una cita, es solo una salida de amigos, bueno, de conocidos.

Abrí los ojos con la esperanza de ver una pequeña luz, ese rayo del sol molesto que siempre irrumpía en mis sueños, pero al abrirlos no hubo nada, solo oscuridad, un día más con decepción, es algo que no le he contado a nadie, que al despertar siempre tengo la esperanza de que todo sea más que un sueño y mi vista regrese por arte de magia.

Busqué la ropa que me pondría, de nuevo maldije por tener puros vestidos, definitivamente tendría que pedirle ayuda a mamá o de lo contrario Tomoyo se saldría con la suya, y con el frío que está comenzando a hacer, no me puedo dar ese lujo, necesito usar jeans, no vestidos.

Estaba concentrada eligiendo entre todas las etiquetas que me tenían colocado, aun así escuché que la puerta de mi habitación se abrió y los pasos de alguien, aún no podía sentir el aroma, fruncí leve el ceño y me giré un poco.

–¿Quién está ahí?

No hubo respuesta, detesto que me hagan eso, me siento indefensa y hasta con ganas de llorar, y normalmente acabo llorando, pero cuando consigo encontrarme a solas.

–¿Yuki? –tragué un poco de saliva– ¿Touya? –de acuerdo, comenzaba a asustarme, por qué rayos no hablan– Esto no es gracioso –me quejé–

Sentí que las lágrimas se acumulaban en mis ojos, cuando de repente, sentí un lametazo en la mano.

–¡Kero! –grité molesta– te pondré una campana.

El aludido en cuestión ladró dos veces, al parecer me entiende muy bien, volví a lo mío, a encontrar qué ponerme, al final jalé uno que decía en la etiqueta que es de color azul cielo con un cárdigan rosa pastel y mallas blancas, una combinación un poco rara, pero no puedo cuestionarla, lo hizo la mismísima Tomoyo Daidouji.

Salí de mi habitación y me dirigí a la cocina, no escuchaba nada, lo cual es raro, no creo que sea de madrugada, caminé hasta llegar al refrigerador, necesitaba encontrar algo de comer, por lo que me puse a tantear lo que había hasta que conseguí una manzana, hubiese preferido unas fresas, pero la manzana calmaría mi hambre, al menos momentáneamente.

Caminé con cuidado de no chocar, hasta que llegué a la sala, pasé mi mano por uno de los sillones y me senté, mordí la manzana, al menos no me equivoqué, cuando llevaba un año con mi oscuridad, me confundía demasiado, tanto que me llegué a intoxicar por comer cosas que no debía, más bien que no eran comestibles ya que estaban pasadas de tiempo, por eso opté por las frutas, esas no me hacen mal aunque me equivoque.

–Madrugaste, ¿te encuentras bien?

Dijo Touya mientras me tocaba la frente, comienza a ser el mismo de siempre, eso me alegra bastante, aunque no puedo reaccionar como de costumbre, imagínense que intente pisarlo y al fallar me lastime el pie, más vale ser precavida, ya luego buscaría la manera de cobrármelas.

–No sé qué hora es, recuerda que mi despertador lo llevaron a reparar y mi celular solo tiene alarmas para que no se me pase ir a la academia, al parque, a la casa y los sábados al hospital –le dije mientras enumeraba con los dedos–

–Pues debes aumentarle la alarma para despertar, al menos sabrás qué hora es –me reprendió, detesto que haga eso–

–¿Estás llegando apenas del hospital? Te enfermarás si sigues así –fue mi turno de atacar, aunque el mío está justificado, me preocupo por mis hermanos–

A Través De Tus Ojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora