Capítulo 10

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Después de la comida, estuvimos en el piano un buen rato, ya que, según la pequeña, los nervios la estaban traicionando y no podía ni iniciar la melodía y cuando lo lograba iniciar, le fallaba alguna nota lo que hacía que golpeara el teclado haciendo un sonido estruendoso y dejara de tocar un momento.

–No me sale –se volvió a escuchar el golpe en las teclas–

–Si sigues así no te saldrá –escuché a Shaoran– recuerda que tienes frente a ti las partituras... –estaba embelesada con su voz, tanto que creo que me perdí el resto de la conversación–

Estoy segura de que le estaba explicando algo con la partitura, pero no lo entiendo, es más sencillo sacar pasos de baile que aprender a leer las notas, no lo aprendí viendo, ahora no creo lograrlo.

–Es que no es esa la que quiero tocar –escuché que se quejó Lian–

–¿Cuál quieres tocar? Si me dices será más sencillo que te ayude changuita.

Me sentía una intrusa en este momento, sentía que si decía algo interrumpiría, por lo que mantuve mi boca cerrada y escuchaba lo que Shaoran le explicaba a Lian.

–La que baila Sakura, no sé cómo se llama –escuché que respondió la pequeña–

–¿El hada de azúcar? ¿Esa quieres tocar? –no pude evitar hacer una ligera mueca, ya me fastidié de escucharla–

–Mejor dejémoslo así, te dejaré la partitura mañana para que practiques –escuché a Shaoran– debo llevar a Sakura a su casa.

–¿Ya debes irte? Quédate un rato más, te enseñaré mi colección de muñecas y mi habitación te va a gustar –sentí que me jaló del brazo– podemos jugar un rato.

–Lian, Sakura debe de irse, además cuida muy bien lo que dices –escuché a Shaoran, pero por más que le hablaba a la niña, ella no dejaba de jalarme del brazo–

Aun con muletas es demasiado persistente y avanzaba muy
rápido tanto que tropecé en una que otra ocasión por chocar con sus muletas, y estoy segura de que ella igual tropezaba, pero podía sostenerse, no paramos hasta que llegamos a lo que supongo que es la habitación de la pequeña.

–Mira, es mi habitación y... –de repente se quedó en silencio– lo siento, olvidé que no ves...

–No te preocupes, si tú me describes la habitación la puedo imaginar –sonreí–

–Hay no, por favor, no pidas eso, te va a marear –escuché detrás de mí la voz de Shaoran, luego escuché un golpe y un fuerte alarido– Lian, ¡eso no se hace!

–¿Qué pasa? ¿Están bien?

–Si, todo bien, Lian despídete, la llevaré a su casa.

Sentí los brazos de la pequeña rodearme, lo que haya pasado, tal vez fue malo, porque tanto Shaoran habló con voz seria y ella ya no volvió a insistir en que me quedara.

–¿Shaoran estás bien? Dime ¿qué paso? –insistí mientras avanzábamos–

–No pasó nada, ¿quieres caminar de regreso? O te puedo llevar en auto.

–Prefiero caminar, sino te molesta –sentí su mano en mi espalda, esta vez no me sujetó del brazo– Shaoran, si te molesto, dime... no me gusta ser una carga para nadie.

–No, perdón por mi reacción, es que Lian me pateó y aún me duele.

–Entonces pídeme un taxi, así te quedas a recuperarte de la patada, muchas gracias por lo que has hecho por mí el día de hoy –sonreí–

A Través De Tus Ojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora