I'm not your fan! [MEANIE]

5. Luck

Sabía que mi castillo estaba creado a partir de cartas, había muchas de ellas haciendo que su tamaño fuese gigantesco pero, al fin y al cabo, eran cartas y un simple soplo de aire podía derrumbarlo.

Eso fue lo que ocurrió con mi forma de vida, tan sencilla que si no fuese por los números de mi cuenta bancaria, diría que era un joven de veintitrés años que aún no ha encontrado trabajo pero proviene de una familia que logra mantenerlo y llegar a fin de mes con comodidad; sin embargo, Mingyu tuvo que verlo.

Según me había contado Jihoon, cuando llegó al salón, nuestro vecino ya observaba sin casi parpadear el Beanie96, y por la forma en la que estaba actuando, poco se podía hacer ya para confundirlo.

No sabía qué diablos hacer, ¿ir a su piso e intentar suplicar su silencio? ¿Hacer como si no hubiera pasado nada? El simple hecho de pensar que Mingyu abriría el pico me enfermaba, gente persiguiéndome a casa, bromas sobre mi rostro, quizá mi nariz es demasiado fina o mi pelo demasiado largo y, joder, la diferencia en el tamaño de los ojos, esa sería una broma fácil. No podía negarlo, estaba asustado y... Quería desaparecer de la Tierra.

Con las manos aún temblando, busqué por toda la casa mi móvil, encontrándolo en el escritorio de mi habitación, junto a la pantalla de mi ordenador en el que claramente había perdido el juego hacía muchos minutos al dejarlo abandonado para abrirle la puerta a Mingyu. Dios, Min... Le había prometido que subiría esa noche un vídeo, ¿quizá lo estaría esperando para mejorar su día? En realidad, si desde un principio no me hubiese grabado jugando un vídeo de terror en medio de la madrugada nada de esto hubiera ocurrido porque, definitivamente, mi mayor pesadilla se había hecho realidad.

Abrí la cuenta de Twitter, sin creerme aún lo que estaba a punto de hacer. Mis sueños, todo mi trabajo y esfuerzo se iba a esfumar, al menos por un periodo de tiempo que no sabía si tendría fecha de caducidad. Así que, sin pensarlo mucho más, comencé a escribir tweets a todos aquellos que me seguían.

No tardaron en llegar las respuestas, gente sorprendida y dolida a partes iguales, y yo sentía que rompería a llorar en cualquier momento. Sentía que mi corazón se había vuelto tan dolorosamente pequeño pero, a la vez, podía sentirlo en cada rincón de mi cuerpo como si fuese mi único órgano.

Algo mareado y sin lograr ver demasiado por culpa de las lágrimas llegué hasta mi colchón, dónde me desgarré como no lo había hecho desde que tenía cuatro años y tuve la caída más grande que he sufrido en toda mi vida; sin embargo, la sensación amarga en mi paladar era mucho más desagradable en esta ocasión.