El verdadero camino de dolor y gloria
(****)
Su mente se sumía en un caos total. Una y otra vez se preguntaba ¿qué había hecho mal para terminar en esa situación? Su corazón bombeaba sangre más rápido de lo normal y sus ojos dilatados no podían dejar de moverse de un lado a otro. Tenía que escapar, debía escapar.
Pero... ¿escapar de qué? Le repetía una y otra vez la poca conciencia que le quedaba. Ella no estaba bien, no se sentía tranquila desde hace muchos días, no podía enfocar con claridad las situaciones. Solo quería... escapar.
Las voces la atormentaban y no sabía qué hacer para callarlas, su cerebro veía cosas que parecían irreales pero que, al mismo tiempo, se sentían tan claras. Tenía unas terribles ganas de gritar, de mostrar lo que sentía, de decirle al mundo que no estaba bien luego de... no, era mejor no pensar en eso. No iba a gritar, no iba a llamar la atención, no iba a decirle a nadie. Debía tranquilizarse si quería seguir viviendo.
Pero, ¿viviendo era el término correcto?
Bueno, sabía que, al menos, no quería estar en la sala de escape. No de nuevo, no podría soportar todo lo que le hacían allí. Por eso debía fingir para sobrevivir, si es que quería seguir sobreviviendo.
Pegada contra la pared de la diminuta celda a la que era obligada a llamar cuarto, dejó que su respiración se tranquilizara y sus ojos dejarán de llorar. Ni siquiera sabía por qué lo hacía, pero se sentía tan mal.
Lo único que sabía era que no quería seguir sufriendo, y, sin embargo, allí estaba. Pegada a la pared del cuarto oscuro, hundiéndose en su miseria y esperando que nadie pudiera escucharla. Esperando a que su cuerpo dejara de tener espasmos para poder volver a salir a la superficie y seguir fingiendo con una sonrisa que no pasaba nada.
Porque eso es lo que le querían hacer creer, que no pasaba nada.
La estaban volviendo loca. Encerrada en ese lugar, tal como si fuera una rata de laboratorio. Al menos las ratas eran utilizadas y luego silenciadas de forma más amistosa, pero con ella eran horas de tortura continua, sin parar, sin descanso, una vez tras otra. No sabía cómo, pero debía sobrevivir.
Y no lo iba a hacer si seguía así, llorando por todo. Debía controlar sus ataques de pánico si quería salir de allí con una parte de ella intacta. Ellos podrían tocar su cerebro y su cuerpo de las formas que quisieran, pero nunca iban a poder quitarle lo más preciado que siempre había tenido. Su inteligencia.
Y quién diría que sería esa misma inteligencia la que la iba a llevar tan lejos, que ni siquiera se diera cuenta de lo que estaba ocurriendo a su alrededor.
~*~
Toda ella gritaba e irradiaba alegría.
Una semana. Una maldita semana desde aquel extraño incidente.
Ella actuaba tan normal, como si no hubiera hecho nada, como si nunca se hubiera besado conmigo, como si jamás hubiéramos estado a punto de hacer algo más. En cambio, yo me sentía estúpido.
Cada que teníamos que acercarnos por cualquier razón, eso incluye el trabajo, yo terminaba siempre desviando la mirada y evitando tocarla, aunque mis manos quemaban por hacerlo. Y ella me miraba como si nada hubiera pasado, como si nunca me hubiera trastornado. Como si hubiera sido producto de mi imaginación.
Tal vez lo fue.
Antes no podía dejar de agobiarme por mí mismo y en cuestión de segundos todo pasó a ser ella.
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Տ ᗴ ᑕ ᖇ ᗴ T Տ • ᕼ K.
Fiksi Penggemar𝐿𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑑𝑎𝑑 𝑑𝑢𝑒𝑙𝑒 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑎𝑠 𝑜 𝑛𝑜, 𝑦 𝑡𝑎𝑟𝑑𝑒 𝑜 𝑡𝑒𝑚𝑝𝑟𝑎𝑛𝑜, 𝑦 𝑎𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑎𝑠𝑒𝑛 𝑎𝑛̃𝑜𝑠, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎 𝑑𝑒 𝑠𝑎𝑙𝑖𝑟 𝑎 𝑙𝑎 𝑙𝑢𝑧. «𝙲𝚞𝚎́𝚗𝚝𝚊𝚖𝚎 𝚝𝚘𝚍𝚘𝚜 𝚝𝚞𝚜...