Tal vez...
(****)
—¿Qué es lo que me quieres decir con esas palabras?
Mi mente se quedó en blanco.
Una pequeña discusión, como lo llamaría Jiraiya.
Una gran discusión, como la llamaría yo.
Nuestras voces susurradas se escuchaban muy escandalizadas. Nuestras respiraciones agitadas eran lo que predominaba en todo el lugar. Y ese sonido era el más doloroso y placentero que jamás hubiera escuchado.
Dolor.
Gloria.
Pasado, presente y futuro en un solo confuso lugar.
Todas las palabras están en ella, todo lo que puedas imaginar. Es el dulce de la perdición.
Es como el fruto prohibido, el manjar de los dioses. El único problema es que comienza sabiendo tan dulce y se transforma en un terrorífico amargo, un veneno que te mata sin necesidad de recurrir a nadie más. No hay dioses ni un tercero en discordia. No hay nadie más que esté allí para hundirte al infierno y elevarte al cielo al mismo tiempo.
Solo ella, que puede ser tan dulce y tan amarga al mismo tiempo. Ella se encargará de llevarte al clímax y matarte luego de eso.
Y allí estábamos, ella y yo. Peleando por todo y a la vez por nada. Tratando de ganar una discusión que ninguno ganará solo, una pelea en la que tenemos que unirnos para poder vencer. Y guardando nuestros secretos para que nadie más se entere de nuestros pecados.
Y regresando al presente, estábamos allí, sentados en la mesa, a punto de comenzar nuestra discusión.
—¿Para qué necesitas enterarte de eso? —gruñí.
Mis palabras eran duras, pero al parecer ella no iba a dar el brazo a torcer. Seguramente había venido aquí con ganas de ganar y no se iba a ir hasta que lo consiguiera.
—Entonces sí tengo que explicarte el todo —soltó con fastidio. Su cara resultó resignada, casi decepcionada, pero al final de cuentas tomó aire y comenzó con su discurso, el cual antes de empezar ya me había aburrido—. Cuando analicé tus muestras de sangre, me di cuenta de que tenías similitudes con el ADN Uchiha, luego se me dio la curiosidad, eso es todo.
—Sigo sin entender qué tienes que ver tú en todo esto —mi voz sonó mordaz. Ni siquiera me di cuenta de mi estado de humor hasta que solté esas palabras, porque para ninguno era un secreto que luego de su pequeña explicación no estaba conforme con lo que me había dicho.
—Bueno, pensaba que tal vez podría ayudarte en esto, es mi deber preguntarlo por la seguridad de mi aldea.
—¿La seguridad de la aldea o tu morbo personal? —las palabras, como últimamente, salieron de mi boca sin necesidad de pensarlas mucho—. Dime, Hiruda Usui, ¿enserio te preocupas por tu aldea o solo eres una chismosa más que busca enterarse de mis secretos?
—¿Qué es lo que me quieres decir con esas palabras?, habla claro, porque con tus mensajes cifrados no me estás diciendo nada.
—Te lo pondré de otra forma, para ver si así lo entiendes —mi cerebro comenzó a maquinar a mil por hora, pero las palabras salieron de mi boca como un torbellino de fuego, dispuestas a dañar y quemar todo a su paso. Dispuestas a no dejar nada más que las cenizas—. La cosa está así, tienes mucho interés en saber mis secretos, lo que oculta mi pasado y lo que escondo en el presente para poder moldear mi futuro a tu antojo, entonces responderé a tus dudas con unas simples palabras. Buenas noches, Hiruda.
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Տ ᗴ ᑕ ᖇ ᗴ T Տ • ᕼ K.
Fiksi Penggemar𝐿𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑑𝑎𝑑 𝑑𝑢𝑒𝑙𝑒 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑎𝑠 𝑜 𝑛𝑜, 𝑦 𝑡𝑎𝑟𝑑𝑒 𝑜 𝑡𝑒𝑚𝑝𝑟𝑎𝑛𝑜, 𝑦 𝑎𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑎𝑠𝑒𝑛 𝑎𝑛̃𝑜𝑠, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎 𝑑𝑒 𝑠𝑎𝑙𝑖𝑟 𝑎 𝑙𝑎 𝑙𝑢𝑧. «𝙲𝚞𝚎́𝚗𝚝𝚊𝚖𝚎 𝚝𝚘𝚍𝚘𝚜 𝚝𝚞𝚜...