Prólogo

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ADVERTENCIA: CONTINUACIÓN DEL LIBRO THUNDER

-¡Marco!- gritó Bruno y la palabra fue como una navaja afilada en su garganta. La había repetido tanto en los meses que tan solo escucharla le resultaba absolutamente repulsivo. Sin embargo, era la única forma de llamar su atención.

-¡Polo!- contestaba Daniel como un cachorro perdido mientras lo seguía.

Eso era todo. Era todo a lo que Daniel respondía. Bruno había intentado todo lo que se le había ocurrido, incluso se había arriesgado a meterse a una librería para comprar un libro de psicología que no entendió en absoluto, lo que sea con tal de que Daniel respondiera lo que fuese, incluso un "Bruno" le bastaría. Pero Bruno había muerto para Daniel, el mismísimo Daniel estaba muerto hasta donde el hijo del mafioso sabía. Ahora solo eran Marco y Polo. Fugitivos. Desesperados. Solitarios.

Bruno había dejado de aplicarse el tinte azul en el cabello en el momento que salió del país con todo el dinero que Olivia había logrado juntar para ellos y ahora éste brillaba de un amarillo platinado producto del decolorado. Desde ese momento Bruno había intentado administrar su consumo pero no era tarea fácil y se estaba quedando sin dinero cuando gastó una enorme suma al atravesar la frontera de México ilegalmente. No podía quedarse en aquel país, cualquier persona con dos dedos de frente sabía que estaba bañado en narcotraficantes y mafiosos, el muchacho planeaba llegar hasta Canadá y luego Alaska si era posible, lo más lejos de su padre que le fuera posible.

Pero no esperaba que su inmigración ilegal le saliera tan cara y en cuanto llegó a El Paso en el sur de los Estados Unidos, Bruno y Daniel apenas tenían para unos días.

Uno hospedaje, eso era lo que necesitaban, si Bruno conseguía trabajo podría conseguir algo de dinero y luego seguir su viaje hacia el norte.

Había anochecido y Bruno buscaba desesperadamente algún motel en el cual pasar la noche. Fue entonces cuando vió un complejo de edificios que pertenecían a una Unversidad. Era verano por lo que Bruno supuso que estarían vacíos.

No podía darse el lujo de gastar en un motel con todos esos dormitorios vacíos al alcance de su mano.

Alguien ya había cortado el alambre de la reja a unos metros de donde se encontraban parados y Bruno aprovechó el momento para atravesarlo, llevando a Daniel agarrado del buzo detrás suyo.

-Ahora en silencio, ¿Si?- le rogó al pelirrojo. Daniel lo miró pero su rostro no mostraba expresión alguna. En una plegaria silenciosa, Bruno rezó porque hubiera comprendido el mensaje.

Atravesar el campus no fue difícil, no había mucha seguridad en aquella área y a pesar del verano, era una noche algo fresca y ventosa.

-Marco, ven- lo llamó Bruno, había encontrado una puerta abierta, evidentemente era su día de suerte.

Daniel lo siguió sin decir nada y Bruno cerró la puerta detrás de ellos.

Habían entrado por la puerta lateral del edificio. A ambos lados se extendían 5 habitaciones enumeradas. Del lado derecho estaban los números pares y del lado izquierdo los impares. Bruno caminó hasta el otro extremo y vió un cartel que se encontraba Justo encima de la escalera que llevaba al siguiente piso "Piso 1: Equipo de Fútbol" decía el cartel en inglés.

Bruno siguió ascendiendo con Daniel justo detrás suyo. Piso dos: equipo de Baseball, piso 3: lacrosse, piso 4: Basketball, piso 5: animadoras, piso 6: Handball.

Ese piso era el último y es donde Bruno decidió pasar la noche. La escalera seguía pero más adelante Bruno comprobó que los llevaba a la terraza, la cual estaba cerrada.

Avanzó por el pasillo dispuesto a ocupar la última habitación del mismo cuando escuchó el sonido de una puerta abriéndose.

-Hay dos ratas en el basurero- dijo una voz femenina, entre las sombras. Instintivamente, Bruno pensó utilizar sus poderes para neutralizarla si intentaba atacarlos pero luego decidió que aquella sería una terrible idea.

Otras dos figuras se encontraban detrás suyo y cuando avanzaron, Bruno se relajó al ver que eran estudiantes.

El muchacho de la derecha debia medir unos dos metros y lucía tan escalofriante como los hombres de su padre. Tenía cabello castaño oscuro y ojos color verde, aunque su pelo parecía más claro debido al ligero bronceado que presumía. Llevaba un Jersey color Amarillo que decía "El Paso University". El otro era unos centímetros más bajo y por su aspecto debía tener descendencia filipina. Lucía igual de atemorizante que el primero y tenía puesto un rompevientos del mismo color con la cabeza de un Chita del lado derecho.

Sin embargo, Bruno había crecido entre gente peligrosa y sabía identificar las verdaderas amenazas en cuanto las veía. Ellos no lucían del todo agradables, es cierto, pero no parecían del tipo de personas que Bruno debía preocuparse.

La muchacha del centro era otra historia. La chica debía medir casi un metro setenta por lo cual era apenas más baja que Bruno, sin embargo parecía diminuta al lado de los otros dos simios. Tenía el cabello marrón corto y despeinado, como si no le importara lo suficiente para peinarlo y en sus ojos marrones no detectó una pizca de humanidad. Tenía un piercing en la nariz y al menos 4 en su oreja izquierda y tres en la derecha. A pesar del calor estaba tan abrigada como los otros dos pero no llevaba ningún distintivo de la universidad. Simplemente estaba vestida con un pantalón Adidas negro, unas sandalias de la misma marca y un buzo del mismo color tan grande que Bruno no podía verle las manos.

La chica infló un globo con el chicle que mascaba y cuando explotó, el chico filipino se sobresaltó.

-¿Se perdieron?- preguntó el más alto. Bruno no contestó, sus ojos estaban fija en la más baja de los tres.

Antes de que Bruno pudiera si quiera moverse, la muchacha levantó su brazo y lanzó algo en su dirección. Bruno sintió una quemazón cuando algo le cortó la mejilla y terminó clavado en la pared de atrás.

-Demasiado lento- dijo, aburrida y se fue. Los otros dos no lucían sorprendidos por el repentino ataque ni tampoco se disculparon en su lugar.

De pronto un cuarto muchacho salió de la habitación. Era afroamericano y sus rastas estaban entrelazadas como un nido de caranchos sobre su cabeza. Llevaba solo pantalones de algodón negros y, por un momento la mirada de Bruno se distrajo en su trabajado abdomen.

-Oh Dios, no de nuevo- se quejó y se acercó a Bruno con rapidez. El hijo del mafioso se tensó cuando el muchacho lo tomó de la barbilla para inspeccionar el corte- vengan, entren para que pueda lavar esa herida- dijo.

Bruno suspiró. No sabía adonde se había metido pero estaban a salvo por esa noche. Daniel tocó la mejilla de Bruno, allí donde se había cortado y luego caminó hacia la habitación como si nada hubiera sucedido.

Bruno miró la navaja clavada en la pared y la sacó para guardársela en el bolsillo. Acto seguido siguió a su perturbado amigo, recordando la rapidez con la que la chica deslizó aquella arma entre sus ropas y casi le destroza la cara con ella.

Bruno se adentró en la habitación pensando que había tratado con tantos psicopatas para toda una vida.

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