7. El muerto viviente

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-Hasta donde yo sé, tengo estos poderes desde que nací. No caí en un barril con desechos tóxicos ni me mordió una araña radioactiva ni soy parte de un experimento hecho en un laboratorio clandestino de Rusia. De pequeño no los entendía, para mí era completamente natural, uno ve un lápiz y uno puede o tomarlo con las manos o traerlo por el aire, ¿Verdad? Esa era mi pequeña realidad. Había nacido con este sexto sentido y para mí era completamente ordinario. El problema es que mis papás obviamente sabían que no lo era y comenzaron a utilizar mis poderes para su beneficio.

-¿Y qué es lo qué haces, exactamente?- preguntó Angelina.

-Kinesis- dijo Polo. Aquella palabra lo había cambiado todo, aquel descubrimiento era la respuesta a todas sus preguntas- tengo la habilidad de controlar ciertos elementos a mi voluntad como los objetos sólidos, el aire, la electricidad...todos responden a mi como yo quiera.

Angelina observó a Polo un largo rato hasta que habló.

-¿No probaste hacerle una terapia de electroshock?- preguntó mirando a Marco. El hijo del mafioso la miró con horror.

-¿En qué siglo crees que vivimos? Además te dije que es callado.

-Deja de mentirme- lo cortó ella- Yo no miento y no me gusta que me mientan. Sé que tiene algo raro en la mente, puedo verlo en sus ojos.

-¿Qué ves?- preguntó Polo, casi a la defensiva.

-Está luchando consigo mismo- dijo ella mirando a Marco- Quizás necesita un empujón, antes el electroshock era muy utilizado en los manicomios.

-No voy a electrocutar a mi novio- contestó Polo. El chico no sabía si era por genuina alegría o si sólo era producto de la medicina pero Angelina sonrió con sus palabras.

-Los tórtolitos, ¡Qué tragedia!- dijo dramáticamente- deberían escribir una película sobre ustedes.

-¿Por qué le lanzaste una pelota?- la cortó Polo. Ella sonrió fingiendo inocencia.

-Capaz un golpecito lo arreglaba- comentó, burlona- como los controles remotos.

Aquello colmó su paciencia. Polo se levantó y con él, elevó a Angelina en el aire por el cuello. La chica se llevó las manos al cuello pero no había nada que apartar, no pasó mucho tiempo hasta que empezó a ponerse roja por la falta de aire, sin embargo empezó a reír. Polo la dejó caer, estaba mal de la cabeza.

-No lastimarías a una chica- se rió ella, tosiendo.

-Te lastimaría a ti- la amenazó Polo.

Ella señaló su pecho, fingiendo estar ofendida.

-¿Estás diciendo que no soy una chica?- dijo ella y su sonrisa carecía de alegría alguna- Ojalá fuera cierto, muchos menos problemas- dijo para sí misma y Polo se sorprendió al ver cómo se encerraba en sus pensamientos, como si realmente estuviera imaginando un mundo en el cual ella no fuera mujer.

Estuvo tanto tiempo ensimismada que Polo consideró levantarse e irse, sin embargo, cuando hizo un ademán de pararse la muchacha lo detuvo.

-¿Tus poderes serán un problema?- preguntó ella. Polo la miró, confundida. Ella no se explicó así que el muchacho simplemente negó.

Angelina se levantó y se fue tarareando una canción venezolana. Tenía una voz muy bella y dulce para alguien tan salvaje y retorcido, aquello hizo que Polo se estremeciera.

Polo miró los ojos de Marco intentando buscar lo que Angelina había descifrado. El hijo del mafioso acarició el rostro del pelirrojo y lo estudió en busca de cualquier señal.

-¿En serio estás allí?- le preguntó sabiendo que no contestaría. Marco lo observó, su mirada tan vacía como siempre. Un cosquilleo recorrió a Polo de pies a cabeza, por un momento realmente consideró la idea de Angelina, casi podía sentir la electricidad subiendo por su cuerpo. Si llegaba a sus dedos pasaría a las mejillas de Marco y luego...luego...

Polo se apartó bruscamente y empezó a bajar los escalones, no podía dejar que esa sociopata le metiera ideas extrañas en la cabeza.

El rubio escuchó los pasos de Marco justo detrás de él y se preguntó porqué el pelirrojo lo seguía, después de todo su papá lo había torturado para arruinar la relación entre ellos, ¿Verdad?

Seguramente su padre sabía que aquello era peor. Peor que matarlo, peor que apartarlo de Polo para siempre: que lo siga día tras día, un recordatorio constante de lo que pasa cuando alguien intenta desafiarlo.

Tenerlo allí a su lado, pero sin que esté realmente, era un infierno y, aunque le costara admitirlo, por momentos Polo simplemente deseaba que el muchacho estuviera muerto.

Después de todo, hasta donde él sabía, ya lo estaba.

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