8. Dieciocho y ya sin nada

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En la habitación del lado izquierdo dormían Asher, Harley y Suba y en la de la derecha dormía Angelina.

En un principio Polo se preguntó si era porque quería tener su propia intimidad o si simplemente los había apretujado a todos en una habitación para tener una para ella sola simplemente porque podía.

O bueno, eso pensaba, hasta que cada uno se dirigió a su habitación después de la práctica y Angelina se quedó quieta en el medio de la habitación.

-Ustedes dos ahí- le dijo a Polo señalando su propia habitación- Hay dos camas para ustedes- les indicó. Polo frunció el ceño.

-¿Dónde vas a dormir?- preguntó él.

-Aquí- dijo ella señalando los sofás. Polo vió la luz de la habitación de los muchachos apagarse, debían estar agotados puesto que acababan de llegar y ya estaban listos para dormir.

-No es necesario- susurró Polo pero Angelina lo cortó.

-Nunca duermo allí de todas maneras- dijo ella sin dar muchas explicaciones. La muchacha entró a su habitación y salió con una remera negra en la mano para meterse en el baño y cerrar la puerta con fuerza detrás suyo.

Polo se quedó mirando la puerta un momento preguntándose qué pasaría por su mente. Finalmente se rindió.

-Vamos Marco- dijo tomando a su amigo por la muñeca y arrastrándolo a la habitación con él. Habían dos camas tal y como Angelina había dicho y el muchacho se sorprendió por lo increíblemente limpio del lugar.

No habían muchas cosas, no habían posters de bandas ni libros ni nada que le diera algún indicio sobre la personalidad de la muchacha. Tan solo unos paquetes de cigarrillo sin abrir y las llaves de su auto decoraban la mesa de luz. Además de las camas había un armario lleno de ropa negra, la única mancha de color que Polo pudo ver eran algunas prendas amarillas, probablemente de la Universidad. El muchacho dejó allí la única mochila que tenían y se desvistió.

Mientras Marco hacía lo mismo, Bruno juntó las camas. Se había acostumbrado a dormir junto a Marco y no iba a desaprovechar la comodidad de una cama doble.

Se acostaron uno frente al otro y Polo pudo oír la puerta del baño abrirse, seguida por el ruido de una ventana abriéndose. Marco se durmió al instante, sin embargo Polo se mantuvo despierto unas horas más mirando como el pelirrojo descansaba. Aquello era lo único que parecía igual. Polo había visto al pelirrojo dormir en aquellos días, cuando se estaban escondiendo de su padre luego de que sus hombres le dispararan. Su expresión era la misma y a Polo le gustaba imaginar que nada había cambiado y que Marco abriría sus ojos y le regalaría aquella mirada malhumorada que tanta risa le daba. Tampoco recordaba la última vez que rió.

El halo de luz que se asomaba por abajo de la puerta seguía encendido cuando el muchacho por fin decidió cerrar los ojos y Polo se preguntó si realmente la chica dormía.

Al día siguiente los visitó el Entrenador. Era un hombre que parecía salido de una película de Rápidos y Furiosos. Era blanco y calvo, con unos ojos marrones cálidos y cansados por la edad. Llevaba ropa deportiva cuando los vino a ver y, después de prepararse una taza de café se dirigió a las Bestias.

-Quiero que me dejen con estos dos a solas- ordenó- si, tú también Taylor no me hagas partirte esta taza en la cabeza.

Polo esperaba una reacción violenta de la muchacha, sin embargo ella esbozó aquella característica sonrisa escalofriante y salió de la habitación sin importarle que solo llevaba una remera negra, unas muñequeras deportivas negras que usaba para sostener unos cigarrillos, y un encendedor. Polo se preguntó si también dormía con las cuchillas, si había renunciado a ellas para el desayuno o si las tenía escondidas en algún lugar bajo la remera.

Todos los demás también seguían en pijama y siguieron a la muchacha mientras proponían distintos lugares para ir a desayunar antes del entrenamiento.

El Entrenador se sentó en el sofá de lado de la pared izquierda y Marco y Polo se sentaron en el de enfrente.

-Soy el Entrenador John Anderson- se presentó tomando su café- Taylor me dijo que necesitan que los agregue al sistema.

Polo se preguntó cuando se lo había dicho, ¿En el medio de la noche? ¿Antes de irse a dormir? ¿A primera hora en la mañana? John Anderson debía tener la edad de su padre y Polo tenía un problema para confiar en la gente de esa edad.

-Verás, si quieren que lo haga primero necesito una garantía. Imagino que están aquí Ilegalmente y tampoco sé por cuánto tiempo piensan permanecer.

-No pienso quedarme mucho tiempo- se sinceró Polo. El Entrenador asintió.

-Imaginarás que no quiero pasar por la molestia de agregar a dos inmigrantes ilegales al sistema bajo identificaciones falsas para que se vayan a los dos meses.

Polo comprendía.

-¿Eso significa que nos tenemos que ir?- preguntó el muchacho. El Entrenador se encogió de hombros.

-Depende de ustedes- comentó- puedo hacer de cuenta que nunca los he visto y si alguna autoridad los descubre, es su problema.

Polo frunció el ceño, desconfiado.

-¿Por qué nos ayudas?- preguntó. Anderson sonrió.

-¿Has visto a mi equipo?- le dijo. Polo pensó que además de Angelina, el resto parecía bastante normal- La chica está loca pero, lo creas o no, los mantiene juntos. Todos ellos tienen pasados tan turbios como puedas imaginar y se odiaban cuando entraron al equipo.

-¿Y ahora?- preguntó Polo.

-Dicen que el trauma compartido une a las personas- dijo el Entrenador terminándose su café- la terapia de Taylor puede ser algo inhumana pero funcionó- comentó con una sonrisa.

-No la entiendo- comentó Polo. La chica era agresiva, insensible y violenta, sin embargo todos parecían querer tenerla a su lado, incluso él había aceptado su protección- No entiendo por qué es parte del equipo.

-Algunas personas no pueden ser compradas, ni chantajeadas, ni asustadas- dijo Anderson- me atrevería a decir que Angelina es una de esas personas.

-Hablas de ella como si fuera invencible- comentó Polo- Solo es una adolescente.

Anderson sonrió con tristeza.

-Imagina tener dieciocho y no tener nada que perder. Nada por qué luchar- dijo él mirando las marcas circulares de cigarrillo en el techo- Es algo triste, ¿No te parece?

El Entrenador dejó la habitación y Polo miró a Marco, quien también miraba el techo como si en él se encontraran todas las respuestas a sus problemas. Fue entonces cuando Polo comprendió que él y Angelina no eran tan diferentes, la única diferencia es que ella no tenía a nadie y él tenía a Marco.

Y estaba dispuesto a luchar por él.

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