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Liam no pudo consiliar bien el sueño, se despertó varias veces por la noche, y ahora a tan solo las ocho de la mañana ya estaba despierto tomando una ducha. Tal vez no les parezca muy temprano, pero recordemos que se durmió casi a las 5:00 a.m. Su tenso cuerpo estaba bajo la regadera limpiando cualquier rastro de sueño y tristeza que quedara en él, pero su mente no estaba en ningún lugar, parecía un zombie.

Un rato después, salió de la ducha y cepilló sus dientes. Al salir del cuarto de baño vio que su esposo seguía dormido, por lo que sin hacer mucho ruido se dirigió al armario y tomó un pantalón de chándal, una camisa blanca básica y sus sandalias, realmente no tenía ganas de nada. Se secó el cuerpo y el cabello y se vistió rápidamente.

Una vez listo, bajó directamente por una escoba, barrería todos los pétalos regados y después limpiaría todo el desastre de la cocina y comedor, ya que no quería que su esposo se sintiera mal al ver lo que había hecho para él y que no había podido disfrutar.

✹✹✹

Pasó alrededor de una hora y el castaño ya había terminado de limpiar, no solo lo que había planeado, sino toda la casa. Igual no había mucho que asear, puesto que sus hijos estaban en casa de su madre, pero aún así lo hizo, quería distraerse.

La casa ya estaba impecable, así que decidió ir a preparar el desayuno.
Hizo huevos revueltos y se tomó su tiempo para exprimir unas naranjas para hacer jugo.

Ya todo estaba servido para él y su marido, pero como este aún no bajaba, decidió ir a despertarlo.

Subió a su habitación y se posó en cuclillas a un lado de la cama.
—Amor —susurró—, despierta —Lo movió levemente—. El desayuno ya está listo —Zayn solo gruñó y se removió en respuesta—. Amor —Lo volvió a mover un poco—, ya es de día —dijo, consiguiendo que el moreno por fin despertara.

—¿Qué quieres? —preguntó el mayor con voz cansada.

—Vine a decirte que ya está el desayuno.

—Mmm —talló sus ojos y bostezó—... ¿qué hora es?

—Las —miró el despertador—... nueve treinta y cinco.

—¿Y por qué me despiertas tan temprano? ¿No ves que hoy es sábado? —cuestionó enojado.

—Aaah... Yo... S-sí, perdón —agachó la cabeza y se puso de pie—. Es solo que los niños no están y yo preparé el desayuno para nosotros dos.

—¿Cómo que no están? —preguntó, sentándose en el borde de la cama.

—Sí, pasa que están en casa de mi madre desde ayer.

—Ajá... ¿Tienes pastillas para el dolor de cabeza? —preguntó, presionándose la cabeza con ambas manos.

—¿Qué? —dijo confundido por el repentino cambio de tema.

—¿Estás sordo? Pas-ti-llas, me duele la cabeza.

—Oh, sí. Recuestate y ahorita mismo te las traigo.

—No tiene sentido que me acueste. Ya me espantaste el sueño —Se levantó y fue directo al baño—. Ahorita bajo, deja las pastillas al lado de mi desayuno.

El castaño hizo lo pedido (más bien, lo ordenado), bajó en busca de las pastillas que se encontraban en un gabinete y las dejó al lado del plato de su marido. Se sentó y esperó por él.

Unos minutos más tarde este ya estaba entrando hacia el comedor.
—Buenos días —saludó el menor de ambos.

—Eso debiste decirlo cuando me despertaste, no ahora —gruñó y tomó asiento.

Don't leave me please || Ziam PalikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora