Capítulo ocho

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Mientras esperaba, pensaba en varias cosas:

1. Si no me creían podría estar en un buen lío.
2. Nadie me creería si diría que veía cosas fuera de lo normal.
3. No tenía pruebas de la autenticidad de mis palabras, al menos no físicas.
4. Nadie podría ayudarme de la manera en la que lo necesitaba.

Dejé de pensar todo aquello cuando la puerta se abrió. Esta vez no entraban los dos agentes sino dos más, cada vez estaba más nerviosa. Debía de haber hablado con mi familia y haber buscado pruebas antes de venir aquí.

- Señorita me puede decir, ¿Cómo sabe todo eso?- Me quedé reflexionando sobre qué responder.

- Miré agente yo no estaría aquí si todo esto fuera un truco, me estoy jugando muchas cosas, lo sé mejor que nadie. Sólo necesito que investiguen más...los reales echos sobre su asesinato y...- Me interrumpió.

- ¿Cómo sabe que es un asesinato? ¿Cómo está segura de todo lo que nos ha contado? Mientras esperaba aquí, nosotros repasemos todo el expediente de la señorita, a pesar de que usted coincide en muchos echos... Ni siquiera se acerca a la versión de él. ¿Cómo podemos saber que dice la verdad? Que esto no es un truco, dígamelo.— Dijo con una penetrante mirada grisácea, todos eran muy corpulentos...pero sin duda este era el peor. Me había metido yo sola en la boca del lobo y ni siquiera sabía cómo salir de esta.

De pronto en la habitación empezaron a fallar las luces y en el reflejo de la ventana vieron a Miranda, o eso creí cuando se pusieron tan pálidos o al menos parecían muy asustados.

"¿Has visto eso?" se preguntaron entre susurros unos a otros. De pronto los cuatro voltearon a mí, y habló el cuarto agente.

-Ahora la verdad si te creo, no sé qué ha pasado, no sé lo que he visto, pero tu versión coincide. He estado haciendo un par de llamadas a la funeraria que atendieron a la familia y he tenido unos datos que puede hacer que la investigación si sea necesaria. La avisaremos de todo, ya puede marcharse.— Dijo el agente esperando alguna afirmación antes de marcharse por la puerta, lo miré y asentí agradeciéndole de qué él si haya comenzado algo. Me levanté, miré a los demás, cuando estaba por salir por la puerta sentí una mano en mi muñeca.

- Te estaré vigilando, no sé cómo lo has hecho, pero no creo en trucos.— Dijo enfadado y creo que era como una especie de advertencia. Pase de él, ni siquiera le contesté. Apreté mi mochila con más fuerza de lo normal y me largué casi corriendo.

    Cuando por fin me encontré fuera de la comisaría, sólo pude soltar el aire que sin querer estaba reteniendo.
Notaba como alguien me observaba, me giré buscando esa extraña intuición, y encontré esa mirada grisácea a través de una de las ventanas. Sólo pude pensar en que debería tener cuidado con ese hombre.

    Fui hacia el coche para marcharme directa a tomar un café, necesitaba estar sola y pensar, pensar ahora me venía muy bien. Necesitaba averiguar por mí misma todo lo que ocurría a mí alrededor, así que lo primero que haría sería regresar a mi casa. No me iba a esconder más de algo que ni siquiera sabía que era exactamente, sólo sabía que veía cosas, pero no me atrevía a ponerle nombre. Eso sí me daba miedo, ponerle nombre a mis sucesos, a mis pesadillas.

    En cuanto llegue a la cafetería me di cuenta de que Miranda estaba sentada en una de las mesas, pedí algo en la barra y me acerqué disimuladamente a la mesa donde se encontraba y le hice un gesto para que me siguiera.
Cuando cerré la puerta del baño me giré y la miré, tenía una sonrisa radiante en la cara que le daba la vida de la que ausentaba.

- Gracias, no sabes lo que has hecho por mí.— Dijo y de repente sentí sus brazos delgados alrededor de mi cuerpo, simplemente lo recibí ya que sabía que no podía tocarla, aunque sí la sentía. Su tacto frío y su sonrisa enorme habían hecho de mi día que esto mereciera la pena. Tal vez me tratarían por loca si la policía, o ese policía en concreto me seguía, pero no me importaba.

- No me las des, todavía queda mucho por hacer.— Dije mirándola mientras sonreía.— Te prometo que tus hijos volverán a ti disculpándose.— Vi un brillo de esperanza en sus ojos y me aleje. Antes de abrir la miré y dije. — Si te necesito, te llamaré.— Sólo asintió emocionada y a la vez que abría la puerta descubrí que ella ya no se encontraba allí.

    Todo esfuerzo merecía la pena, todo por ellos.

Bajo Mi Piel (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora