Capítulo diez

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Al poner un pie en casa de mamá y decir: "Ya estoy aquí". Fue todo una locura. Se abalanzaron a mí para abrazarme y decirme cosas como: "Nos has asustado", "¿Dónde estabas?" Y un largo etcétera del que ni siquiera presté atención al verla a ella.

Una señora poco más joven que mi abuela, me miró sonriente, con una mirada impenetrable sin poder descifrar lo que en sus ojos se veía, era misteriosa. Y a mí me gusta el misterio. ¿A quién no le gusta salir de lo corriente? Para buscar y buscar personas nuevas, no conformarse con lo normal...que tengan algo especial que te impulse a dar esa pequeña oportunidad para conocerlos, y ya poder juzgarlos. ¿Quién no juzga a las personas? Eso está sobrevalorado, pero admitamos que todos lo hacemos en algún punto de nuestra vida, porque nos sentimos inferiores o incluso superiores a otras personas.
Ella me miró de una forma en la que jamás nadie lo había echo, parecía poder leerme el alma, mis pensamientos y todo lo que incluso yo no sabía sobre mí. Me atrapó, esta mujer me embrujó con esa mirada tan intensa, impenetrable, y debo admitir que yo también quería hacerlo, ya que dicen que los ojos es la ventana del alma.
Era de estatura media, tez blanca y unos ojos acaramelados inquebrantables que parecían cuestionarme, pero sabía que sólo estaba intentando comprender cómo me sentía en estos momentos y la palabra era sencilla ...abrumada.

- Para, dejarme tranquila. — Ni siquiera notaron la procedencia de mi voz, no me hicieron caso, por lo que me desesperé y perdí los estribos, debo admitir que no estuvo bien, pero odio que me traten como si no supiera cuidarme. — ¡No me toquéis! — Solté sin más, ahí al escuchar aquel grito pararon. Me miraron con reproche y se cabrearon.

- No deberías de hablarle así a la familia que lleva preocupada todo el día por ti, por cómo estabas, por si te había pasado algo o estabas en peligro.— Empezó mi hermana.— Llevamos toda la vida a tu alrededor protegiéndote, y tú sólo lo complicas todo. ¿Por qué no te dejas querer? Ah claro cierto, porque finges estar bien cuando en realidad te encierras en que  tú "papi" sólo te abandono, te dejo por otra y lo sabes. ¡Se marchó! Y nos tienes a nosotros, intentando soportar todo de ti, y tú, ¡no nos ayudas!.— Dio una larga respiración, no me esperaba esto.— Estoy harta de tener que ir detrás tuya como un perro abandonado. No cuentes conmigo...me cansaste. Si no quieres darte cuenta de todo lo que ha hecho está familia por ti, de acuerdo, ¡Lárgate! Y vuelve a vivir en tu ignorancia, pero no amargues la vida de las personas que se preocupan por ti. Porque cuando te quedes sola, créeme que te sentirás peor que cuando lo hizo esa rata que llamas "padre". — Dijo furiosa, intentando calmar su respiración, dio media vuelta y se marchó, pero no...yo no me iba a quedar con la palabra en la boca.

- Yo nunca os pedí que estuvierais detrás mía, nunca lo hice. Y si no tenías el mismo trato que yo tenía con papá, te callas...te callas porque él no era así. Sabes que no era así. Sino me llama, que no lo haga tampoco necesito el perdón de nadie para ser feliz. Así que lárgate, estoy harta de que montes un drama por todo. Si estás harta de toda esta porquería...¡Lárgate! Ya eres mayorcita para independizarte y de no vivir a costa de mamá y la abuela. ¡Ah! Espera, ni siquiera tienes un trabajo, cierto... ¿Tan despechada te sientes porque esa rata que hacías llamar "novio" te dejó por otra? Tal vez hizo lo mejor que pudo. ¿Quién podría aguantar a una víbora como tú? Otra cosa "hermanita" vete a la mierda.— Dicho esto e intentando ser lo más educada posible me giré con intención de largarme de allí, pero mamá me giró y...me pegó el tortazo que jamás habría esperado de ella, eso hizo que se me escapara una pequeña lágrima, nunca me había pegado. Siempre había intentado ser la mejor versión de mí misma, pero está falsedad a veces cansa.

- Jamás...¿Me oyes? Jamás le vuelvas ha hablar así a tu hermana. ¡Lárgate de mí casa y no vuelvas jamás!— Dijo esperando a que me marchará, miré a la señora y me hizo una seña, ni siquiera la entendí. Cogí y me largué, pero antes de marcharme miré a mi abuela, estaba decepcionada.

- ¿Sabes abuela? Tú mamá me dijo que la espera cansa, y yo estoy hasta las narices.— Dije tomando la puerta y cerrando con fuerza. Bajé las escaleras lo más rápido que pude y cuando estaba por subir a mí coche, alguien me detuvo...esa señora. ¿Cómo lo hizo tan rápido? Ni idea.

- Necesito hablar contigo.— Dijo sonriente. Avergonzada por el numerito de arriba intenté mirar hacia otro lado, se dio cuenta de ello.— No debes avergonzarte, somos humanos y también cometemos errores. Ya verás como todo se soluciona pronto. — La miré y asentí, me cogió de la mano y me dirigió hacia un banco, antes cerré la puerta del coche. Al sentarnos, ella seguía con una enorme sonrisa.— Sigues igual de bonita que siempre...— Le mostré una pequeña sonrisa—...ahora bien por lo que estoy aquí, pequeña tienes un don maravilloso, tal vez algún angelito se me adelantó y esto ya lo sabías, pero lo que no sabes es que eres una vidente, tienes un don maravilloso puedes ver y escuchar tanto a los vivos como a los muertos. Sé que es difícil de controlar, pero créeme cuando te digo que hay muchos que están ayudándote desde ahí arriba...—Dijo señalando el cielo.—...y yo también lo haré, junto a tu familia. Aún no debes de forzarte a ayudar a nadie, te pondrías enferma, y sé que has ayudado a una mujer, y te ayudaré con ella, presiento que estás en problemas. Yo también soy como tú, no es fácil, pero he aprendido a vivir con ello. Ahora sólo debes de ignorarlos un poco, ¿De acuerdo?— Asentí levemente.— De acuerdo pequeña, dicen que poco a poco se llega lejos. Además dicen que las personas como tú y como yo, somos ángeles caídos del cielo y estamos aquí para proteger y salvar a esta panda de descerebrados. ¿Te lo puedes creer?— Dijo intentando quitar hierro al asunto, cosa que consiguió, me reí como una tonta ante esa declaración que ahora mismo me parecía tan real.— Ahora solo ve a tu casa y descansa, intenta tranquilizarte y recuerda no les hagas caso, si lo haces te aseguro que intentarán amargarte la noche aún más. A veces son muy egoístas y sólo piensan en ellos mismos, no piensan en los sacrificios que tenemos que hacer para que todo esto se arregle, para que todos los errores que dejaron antes de morir recaigan sobre nosotros, son egoístas, por ello...tienes que aprender a decir "no".— Y con todo esto, me dio un pequeño apretón de mano, y aún con esa sonrisa que daba seguridad se marchó, dejándome desconcertada y con más dudas de las que tenía.

Ahora sólo debía de ignorarlos, creo que eso es lo que he hecho toda mi vida, pero ahora es cuando he abierto los ojos. Triste realidad la mía.

Bajo Mi Piel (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora