Capítulo veintitrés

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La pequeña habitación blanca se quedó en silencio, tenía el mismo olor que odiaba, casi siempre era un olor a desinfectante. No me gustan los hospitales...
Cada uno de nosotros se encontraba absorto pensando en el porqué Alejandro estaba en ese estado. Ahora mismo todo lo que se nos ocurría "de cosas pendientes" se lo preguntábamos, y él iba negando, básicamente a todo.
Era como un túnel sin salida... Y ahí ocurrió.

Ví a una mujer mayor detrás de Alejandro, su pelo era algo rizado, corto y canoso, era bajita y delgada, Morena de ojos no muy oscuros. Era preciosa y le daba similitud a Isabella.

– ¡Ya está! ... Claro, eso puede ser. — Dije medio susurrando, medio gritando; ya que creía haber dado con la solución. Me acerqué a Alejandro y le solté las cosas con muy poco tacto. — Tú abuela falleció, después de que tú quedaras vegetal, como no te pudiste despedir... Por eso estas aquí... Y la tienes justo detrás.— anuncié alegre, porque tenía el presentimiento de que era así, y comprendí que me escucharon demasiado bien, ya que mis ideas salieron disparadas en forma de gritos.

Isabella se quedó pensativa, en un estado ausente. A medida que pasaban los minutos fue saliendo de su mente como si tuviera una llave en la que pudiera acallar las voces de su cabeza, aislar las de su mente. Se quedó fijamente mirando y me regalo una dulce sonrisa a la vez que se acercaba a mí. Cogió mis manos y susurró entre lágrimas un simple "gracias".

- Isabella aún no podemos cantar victoria, ¿cómo se supone que se va a despedir de ella si creo que Alejandro no quiere verla?— Recapacite mis palabras y lo volví a decir de otra manera más clara para que me comprendieran, ya que incluso yo me confundí con tantos pensamientos. — Lo que quiero decir es que creo que Alejandro no logra verla, porque inconscientemente no se quiere despedir de ella. No quiere decirle un "adiós" porque sabe lo que dolerá. Pienso que al encontrarse en este estado física y mentalmente ha llegado ha acostumbrarse, por ello le va a costar más la recuperación
... Pero en ningún momento he dicho que no quiera despertar. — Recalqué esta última frase, ya que ví cómo Alejandro me iba a reprochar lo de "estar acostumbrado". Se quedó mirando a la nada, y a los pocos segundos reaccionó marchándose de la habitación. En mi cabeza sólo resonó un «mierda».— Voy ha hablar con él.— Todas las mujeres de la sala se quedaron calladas, menos la hermanita de Alejandro que empezó a mirarme muy mal hasta que supuse lo que me diría. Así que salí de la habitación disparada.

Comencé a caminar por los anchos pasillos blancos que me inspiraban terror y sensación de ahogo, no dejaba de oler ese olor a desinfectante, me estresaba.
Recuerdo que cuándo obtuve el título de psicóloga y comencé a prepararme para las prácticas varios hospitales de la ciudad contactaron conmigo... Para hacer que trabajara aquí, entonces recordé porque le tenía tanto pavor al hospital.

“Iba camino de mi entrevista, mi paso era acelerado, cuando traspase las puertas del hospital mi cuerpo tembló, sentí una sensación extraña e indescriptible.
Comencé a tensar me y mis nervios comenzaron a aflorar más aún.

Me dirigí hacia el despacho del director. Me parecía un trayecto interminable, nadie me acompañó, la chica de Secretaría sólo me dio instrucciones y yo las acaté.
Cuando leí a unos pocos metros el cartel del director, sonreí.

Al entrar empezó mi tortura, sentí la presencia de un hombre bueno y honrado, pero no fue la única que sentí. Mis vellos se erizaron.

Respondí a todas las preguntas de manera que intentaba sonar lo más calmada posible, y él accedió a enseñarme todo el edificio, para que empezará a sentirme como en casa.
Recorrimos juntos todo el hospital, todas las plantas, mientras me explicaba el funcionamiento de todo y la forma en la que ellos trabajan, pero no le presté atención. Tardamos una hora y media en terminar, pero mentiría si dijera que todo terminó ahí. El último lugar que faltaba era el depósito... De cadáveres.

Cuando lo escuché mi mente se nubló y entré en pánico.

Antes de entrar escuché ruidos, el director dijo que dentro no se encontraba nadie, ya que se encontraban en la hora de descanso. Algo en mi cabeza se paralizó cuando esas puertas fueron abiertas de par en par, sentí el temor de ver a todas esas personas recorrer cada ápice de mi cuerpo, la tristeza inundó mis ojos que empezaron a tornarse vidriosos.

Entonces giré sobre las puntas de mis pies y salí escopeteada de allí sin pensarlo y dejando a ese pobre hombre con la palabra en la boca.”

Por ello decidí no volver a pisar un hospital a menos que fuera una situación extrema, y aquí estaba, buscando a un no-muerto.
Intenté alejar esos traumas y centrarme en lo que realmente importaba ahora.

Decidí subir a la azotea, y sí, se encontraba sentado en el filo como deseoso de tirarse al vacío... Algo que era complicado para él.

- Ey, estabas aquí. Te he estado buscando. — Dije intentando calmar el ambiente, la tensión entre ambos era palpable.

- Puedes marcharte. — Susurró, mirando hacia abajo. — No es una pregunta. — Espetó esta vez más molesto.

- No me pienso marchar. — Dije sentandome a su lado. — Lo siento, no quería sonar brusca, tal vez no me he expresado bien...

- No, te has expresado bastante bien Ade.

- ¿Por qué estás molesto Alejandro?— Pregunté intentando comprenderle, intentando comprender qué sentía, como si fuera un paciente más.

- ¿Por qué crees que lo estoy?...— Le interrumpí, ya que sabía que me iba a decir cosas que no quería escuchar.

- En primer lugar te sientes cabreado, porque una parte de ti no quiere admitir lo que he dicho en esa habitación. Te da miedo despedirte de tu abuela, porque piensas que es una despedida eterna, cuando sabes que tal vez ella jamás se marche de tu lado... Pero te sientes dolido, porque no podrás verla ni sentirla. — Dije analizando sus expresiones faciales. — ¿Me equivoco? ¿O me dejó algo atrás? —Pregunté alzando una ceja mientras seguía observandole. Entonces sus ojos se conectaron con los míos, él estaba como intentando analizar lo que pasaba por mi mente.

- ¿Sabes?... Eso es lo que más me jode, que tienes razón en casi todo. Y me molesta que sepas tan bien lo que pienso y siento... — Respondió volviendo a apartar la vista de mí.

- Lo siento, pero me gusta mi trabajo... Siento ser tan directa, pero a veces es lo mejor. Sólo quiero ayudarte, enserio... Tienes que afrontar tus miedos, sé que no será fácil, pero no pienso dejarte sólo. — Suspiré mientras observaba un precioso atardecer. — Creo que será mejor darte un respiro, seguiremos mañana. Volveré después del trabajo. — Terminé la frase, mientras me levantaba, hasta que algo me detuvo sentí un leve contacto en mi muñeca. Giré un poco mi cabeza sobre mi hombro.

- Gracias Ade. — Asentí sonriendo y me alejé contenta, habíamos logrado avanzar un poco. Hasta que recordé la cena de esta noche con ese misterioso policía y comencé a correr hacia la habitación en busca de mi hermana y madre... Que día más largo.

Bajo Mi Piel (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora