Capítulo trece

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Jaime había decidido que fuéramos al zoo, hoy gracias a la Santísima, la entrada costaba mucho menos que lo usual...pero debía admitir que Jaime tenía buen gusto a la hora de elegir el sitio al que quería ir. Debo admitirlo este niño hacía relajarme de todo, y pensaba que este día podría disfrutarlo mucho.

Entramos al zoo y al primer sitio que quiere ir es a ver a los leones...al llegar podemos ver como un hombre está dándoles de comer.

- Ade, ¿Te gustan los leones?— Me preguntó con su mejor sonrisa, este niño era puro amor y eso que yo a los niños los aguantaba bien poco.

- Sí, son animales muy bonitos.— Él me miró y sonrió, la mañana transcurrió tranquila, comimos incluso aquí.
A la salida Jaime me dijo que necesitaba ir al servicio y se me escapó, me empecé a poner nerviosa porque ni siquiera podía ubicar los lavabos. Era la hora de salida, todo el mundo entraba a una velocidad increíble, me sentía mareada y más nerviosa que antes.
Una mano en mi hombro me impidió seguir dando más vueltas, me giré lentamente y una señora de la cual ni siquiera tengo palabras para describir...tan fría y pálida; sabía lo que estaba pasando, pero no quería asimilarlo...esa mujer me señaló los servicios, la miré y sonreí susurrando un "Gracias".
Me dirigí corriendo hacia Jaime.

- Me habías asustado. ¿Dónde estabas?— Dije intentando tranquilizarme, me cogió de la mano y me dirigió hacia la salida poniéndonos en un banco. Cuando lo miré bien, vi lo pálido que estaba.— Jaime por Dios, ¿Te encuentras bien?...

- Ade, ¿Con quién hablabas? ¿Por qué esa señora estaba sangrando? ¿Por qué no la ayudaste?— Dijo con lágrimas en los ojos, mi mente se paralizó intentando analizar la situación.

- Jaime, esa señora me estaba ayudando...y ya no podía ayudarla.— Dije, el pequeño me miró con sus bonitos ojos marrones donde se interponían unas inmensas pestañas, tenía un rostro angelical. Miraba a todos lados intentando comprender, pero yo sabía que era demasiado pequeño como para comprenderlo, pero, ¿Cómo le podía decir esto a un niño? Ni siquiera yo sabía exactamente quién era.

- Vale Ade. Si me has dicho que no podías ayudarla me imagino que algo muy malo le habrá pasado para que tú ni siquiera puedas ayudarla.— Lo miré y sonreí asintiendo, le revolví el pelo con mi mano haciendo que este espeso momento acabará y arrancándole una bonita sonrisa, mientras lo dirigía hacia mí para abrazarlo y calmarlo.

- ¿A dónde quieres que vayamos mi pequeño compañero?— Dije levantándome del asiento y ofreciéndole mi mano.

- Ade ahora te toca elegir a ti.— Asentí sonriendo. Me cogió la mano y cuando iba caminando sentía que alguien me observaba, de pronto choqué levemente con alguien que estaba pasando a mi lado. Me giré mirándole y achique mis ojos.

- ¿Me está siguiendo?— Dije cabreada.
Él me observó sin comprender, pero cuando me reconoció frunció el ceño.

- Señorita no la estoy siguiendo.— Dijo el policía de ojos grises sin más, él se dio cuenta de mi pequeño acompañante y se agachó un poco para verlo bien.— ¿Y tú quién eres pequeño? Yo soy Carlos.— Dijo sonriendo. Lo miré extrañada e intenté pensar que tenía razón.

- Soy Jaime...¿De verdad eres policía?— Dijo mostrándole su interés por ese trabajo, dando una gran sonrisa a la par que se veían esos huecos vacíos dónde estaban naciendo sus dientes nuevos. Él me miró, dedicándome esa sonrisa tan bonita a lo que yo se la devolví.

- Sí pequeño, soy policía.— Dijo sonriéndole al niño, luego me miró.—¿Es tu hijo?— Jaime lo observó y soltó una gran carcajada.

- Ella es mi mejor amiga, mi niñera y mi vecina.— Dijo sonriendo, lo miré y asentí.

- Jaime, ¿Vamos por un helado?— Dije viendo el puesto muy cerca, él se adelantó un poco y nosotros lo seguíamos de cerca.— Siento haber pensado que me estaba siguiendo...

- No se preocupe, lo comprendo. Debería creerla de una vez, pero es que mi intuición me dice que algo ocultas...tal vez no sea malo, pero sé que lo haces.— Dijo mirándome, ahora que lo veía desde cerca...este hombre no daba miedo, parecía bastante simpático y la verdad es que su intuición no fallaba.

- No se preocupe, pero sigo diciéndole que no le oculto nada ni a usted ni a ninguno de sus compañeros.

- Hablé con la madre de Miranda y me dijo que no conocía a ninguna Adelaide. ¿Ahora entiende porqué sospecho de usted?— Me quedé en silencio, me había pillado y no sabía que decir, estaba intentando pensar aunque no me salía nada.—¿Sabes? Ahora debería detenerte por ocultar información que puede ser valiosa a la policía, pero no lo voy hacer.— Dijo tranquilamente, entonces me paré en seco y me miró fijamente transmitiendo confianza.— Adelaide me lo puedes contar, otra cosa es que confíe en ti.— Dijo quitando el formalismo y ensanchando su sonrisa, sin poder contenerme empecé a reírme descaradamente como si todo lo que me hubiera dicho no me importará, como si no le ocultara nada, y fuéramos "amigos de toda la vida".

- Carlos, no tengo porqué ocultar nada, no tengo que esconderme de algo que simplemente he investigado por mí cuenta, a esa mujer le di un nombre falso.— Dije mirándole fijamente, siguiendo su técnica de apartar el formalismo.

- ¿Ah sí? ¿Te crees detective?— Dijo poniendo una sonrisa socarrona.

- No, pero siento que debo ayudarles y no puedo evitarlo. Tengo el don de preocuparme por las personas y saber cuando les pasa algo y cuando no, soy doctora y estudio el comportamiento humano entre algunas cosas más. No me juzgue, pero ya sabe porqué me dedico a eso.— Y con todo dicho lo dejé con la palabra en la boca, fui hasta Jaime le compré su helado cogiendo su manita y tirando un poco de él, mientras él decía gesticulando de forma exagerada, "Adiós" a Carlos.

Bajo Mi Piel (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora