Capítulo veintidós

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Nos encontrábamos en la habitación de Alejandro, si quería que los ayudará pues necesitaba entender porqué se encontraba en ese estado tan espantoso. Miré sus rasgos mientras me acercaba un poco más a él, estaba a centímetros cuando escuché un carraspeo. Me gire poco a poco y vi Alejandro a mi lado.

- Me gustaría que me besaras cuando estuviera despierto... Entiéndelo. — Dijo con una sonrisa pícara, lo miré mal.

- ¿Tú quieres que te ayude o no?— Dije irritada, porque aunque no quisiera admitirlo en el único que pensaba era en ese policía de ojos grises, de ojos impenetrables, pero que escondían muchos sentimientos, y me irritaba aún más no poder sacarlo de mi mente.— A veces cuando me acerco a alguna persona o lugar puedo ver una serie de acontecimientos ya pasados... Pero no sé porqué contigo no veo nada. —  Lo miré de nuevo a los ojos, suavizando la mirada.— A lo mejor es porque no estás muerto. — Dije eso último más para mí que para él, mientras me tocaba la barbilla y pensaba.

- Lo siento, sólo quería quitar la tensión del ambiente... — No supo cómo debía disculparse, lo interrumpí de una manera algo brusca, colocando mi mano frente a su cara

- No importa. Debo admitir también que no sé cómo ayudarte puesto que nunca he ayudado a un caso parecido al tuyo. — “Puedo incluso decir que eres la segunda persona a la que ayudo” resonó esa frase en mi cabeza.
Me interrumpió el sonido que provocaba un puño al dar leves golpes en la puerta captando nuestra atención de inmediato. La madre de Alejandro salió del baño para abrir la puerta.

- Hola, traigo a esta pequeña. — Dijo mi madre en cuanto la puerta fue abierta. Miró a la mujer que estaba frente a ella y luego me buscó con la mirada, hasta que me encontró... Supe que había visto a Alejandro al ponerse tensa.

Isabella la invitó a pasar, cogiendo a su pequeña hija de la mano. Entonces mi madre clavó la vista en la camilla donde se encontraba Alejandro tan plácidamente dormido, o eso es lo que parecía.

- ¿Mamá podemos hablar a solas? — Ella asintió, sin saber muy bien como actuar. Me disculpé al salir de la habitación con mi madre. Ahora mismo me encontraba pérdida

- Cariño, ¿cómo tienes pensado ayudarlo?— Preguntó sin saber muy bien que decir.

- Mamá eso te quería preguntar, no sé si te has dado cuenta, pero Isabella y su hermana también ven a Alejandro.

- Entiendo, creo que debemos de llamar a tu hermana para buscar más soluciones juntas...
Tú abuela no se debe enterar, estamos haciendo todo lo que nos dijo que no hiciéramos... Y tú hermano piensa igual que ella ella, así que tampoco le diremos nada.

- Vale, voy a llamar a Ana.— Ella asintió y se marchó para el interior de la habitación, yo me quedé en el pasillo, pensando en cómo ayudarle y con el teléfono en mano.

- ¿ No sabes cómo ayudar me, verdad? — Preguntó Alejandro a mis espaldas mientras me giraba, sintiendo su intensa mirada, me gustaría saber que pensaba...pero no tenía ese don, gracias a Dios.

- Aún no, pero te prometo que buscaremos una solución, ¿de acuerdo?

- Vale, por alguna extraña razón, confío en ti. — Eso me hizo sonreír y también que confiara un poco más en mí misma. Cogí el teléfono con fuerza, sintiendo un nudo en el estómago. Alejandro vio mi intención de llamar y se marchó dándome privacidad.

- Hola Ana.

- ¿Ade? ¿Y mamá?

- Mamá está conmigo, estamos en el hospital Isabel. ¿Puedes venir?

- ¿Estáis bien? — Dijo preocupada.

- Sí sí, te contaré en cuanto llegues, ¿vale? — Se escuchó un suspiro... No respondió y colgó.

Cuando llegó Ana se complicó; primeramente nos regañó, nos dijo que no podíamos jugar a ser Dios, que ayudar a una persona en su estado es muy complicado y que nos puede poner en peligro a todas. Luego empezó a maldecir, decía todo tipo de barbaridades, menos mal que estábamos en el pasillo discutiendo... Aún así, sé que ellos nos escuchaban. Y después pasó a la última fase, la fase de decir "vale", " Todo saldrá bien", y darse ánimos ella solita como si nosotras no existiéramos. Siempre le pasaba lo mismo...

- Ana, tranquila. Ya verás como alguna solución habrá. — Dijo mi madre cansada de su gran berrinche e intentando calmarla. Las enfermeras nos miraban con caras raras, pero ni caso... Ella seguía con su berrinche.

- ¡No podemos! Se nos va a caer el pelo cuando la abuela se entere. — Dijo medio llorando, medio gritando, medio de todo...

- No seas tan negativa, yo de todas formas lo voy ha ayudar. Le he dado mi palabra de que lo haría, sino quieres participar ya estás tardando en marcharte. — Dije molesta por su numerito. Ella me miró fijamente entre cabreada y pensativa, aunque sé que tenía muchas emociones más, que en algún momento saldrían a la luz.

- De acuerdo... Te ayudo. — Soltó dando un resoplido, como si ella fuera la gran salvadora... Dramática.

La puerta empezó a entre abrirse, dejando ver a un Alejandro un tanto perplejo, pero creo que la cara de Isabella era aún mejor. Yo como la gran psicóloga que soy, no se me ocurrió otra cosa en ese momento que echarme a reír...
De las típicas risas tontas que no puedes evitar, pero que te hacen doler la barriga de tanto reír.
Entonces se unió a mis carcajadas su pequeña hermana, y finalmente el resto.

- Creo que sé por dónde debemos empezar... — Todos me miraron atónitos, como si fuera el ser más inteligente del mundo, pero creo que más bien era lógica. Al ver que nadie decía palabra alguna, pues di el paso. Me fui hacia  la habitación y esperé a que entraran todos. Una vez cerrada la puerta bajo la atenta mirada de todos, comencé.— Creo que deberíamos empezar por el día en el que Alejandro tuvo ese accidente.

Isabella en ese momento me miró con recelo, entendía su reacción...
Debía ser duro su situación, lo sé, porque soy psicóloga y entendía muy bien todos esos sentimientos.

- Alex fue a comprar... — Dijo sin poder terminar la frase a la vez que una cascada de lágrimas salían de sus ojos, mi madre la abrazó. Cuando iba a retomar el relato, Alejandro la interrumpió.

« Me dirigía al súper, mi hermana necesitaba pañales... Aún era pequeña, y decidí ir a por ellos yo mismo.

Esa tarde empezó desaparecer y entró una noche oscura, cada vez más cerrada. Apenas se veía bien el camino. Cuando escuché el motor de un coche, frenando de golpe, escuché los pasos de varios de mis agresores... Eran ladrones.

No pude defenderme, ellos llevaban navajas, hasta que una de las navajas dio justamente rozando mis pulmones... Casi muero por ello, me trajeron al hospital rápidamente, porque los vecinos escucharon mucho ruído. Estuve en quirófano casi tres horas, tenía múltiples fracturas.
Pero entré en este estado y desde entonces estoy en coma. Llevo dos o tres años en coma, quizás más... A mí los días se me hacen años, y no recuerdo mucho más de aquella noche, no soy capaz de recordar la cara de ellos o la matrícula.

Por ello jamás pudimos denunciar y tampoco... porque estoy vegetal. » Dijo terminando ese trágico suceso, todos nos quedemos calladas y se me ocurrió.

- ¿ Y si tal vez no despiertas, porque tienes algo pendiente? — Fue lo único que dije, sorprendiendo a mis espectadores, y dibujando una amplia sonrisa en el rostro de Alex.

Bajo Mi Piel (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora