18. Somos como hojas de distintas estaciones

3.2K 351 100
                                    

—¡Tenemos un paseo, en el museo! —canturrea Reda—. Ups, eso rimó.

Zane ríe junto a mi sobre lo que mi hermana dice mientras va arrastrando la bicicleta a paso lento, a medida que ambos avanzamos por la avenida. Su hermano y las mías van conversando justo delante de nosotros sobre cosas triviales —o importantes para ellos— sobre la escuela o alguna caricatura de la cual se están poniendo al día.

—¡Si! ¡Iremos a la ciudad a conocer sobre pinturas y artes muy famosas! —Galen se emociona también y se da vuelta a mirarnos, explicándonos con sus manos lo importante y grande que es esta salida—. ¡La profesora dice que podemos hacer nuestros propios dibujos y luego ponerlos en la pared del museo!

—¡Wow, eso es genial! —le responde su hermano mayor.

El tono que usa y la gran sonrisa que le muestra a Galen hacen que él se sonroje. Debe ser muy agradable tener un hermano mayor como Zane que te celebre todas las pequeñas cosas que haces, y logro entender el sentimiento porque es básicamente lo mismo que hago con las gemelas.

—¡Mira ahí están los helados! —exclama una de mis hermanas.

—¡Y ahí hay juegos! —grita mi otra hermana.

Reda salta y toma la mano de Galen para apresurar nuestro paso. Él al mismo tiempo toma la mano de Lida y los tres parten corriendo hacia donde está la tienda, mientras, por supuesto, yo les grito que no se alejen demasiado y que si van a jugar que sea donde yo los vea. Por suerte la pequeña plazuela está muy cerca de la heladería.

—No creo que se vayan a perder, así que tranquila.

Zane se detiene justo cuando llegamos a la entrada de la heladería, ahí donde la gente estaciona sus bicicletas él la engancha.

—No te fíes de ellas. La última vez que salimos solas Lida terminó con la rodilla raspada y Reda con cuatro cachorros que quería llevarse a casa. ¡Y los dueños nos querían demandar por robarnos a sus perros!

Mi pequeña historia sobre las locuras de mis hermanas hace reír a Zane, tanto que pronto seca una lagrimilla que cae de su ojo derecho.

—No te rías. Ni te imaginas por lo que tuve que pasar porque Reda no quería devolverlos y Lida seguía llorando —no puedo explicar el sentimiento que me causa volver a recordar esas historias. Ese día fue tan malo para mi que decidí nunca hablar de él, hasta hoy—. Un policía me detuvo pidiéndome mi identificación porque pensaba que me las había robado, y para rematar la historia, Reda les decía que yo no era su hermana porque no le dejaba adoptar a ningún cachorro.

Ese día estuvimos en una comisaría esperando a que mamá llegara por nosotras. Ese día ellas aprendieron el verdadero miedo que genera mi madre.

Bueno como no ha dejado de reírse le abro yo la puerta para que entre.

—No puedo creer que tu historia sea verdad. ¡Míralas! Si se ven que ambas son unas ternuras —dice él. Mis hermanas están pegadas al vidrio que las separa de litros y litros de helado, probablemente babeando todo—. Además, Galen no es precisamente un ejemplo de hermano bien portado.

—¡Yo eso si que no te lo creo!

Pongo una mano en mi pecho y genuinamente lo digo, es decir, no puedo pensar en el pequeño de Galen haciendo travesuras peores que las de mis hermanas. Estamos hablando del niño que me hizo una pulserita de dinosaurio para decirme cuánto me agradeció por haberlo ayudado, el niño que no me mira directamente a los ojos porque le da vergüenza y se cohíbe.

—Aja, digo la verdad. Galen me ha metido en más problemas de los que yo he tenido por mi propia culpa en toda mi vida.

—Eso no es cierto.

No hay lugar en tu corazón [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora