10. Yo podría intentarlo

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La camisa de cuadros que me gusta, la ha vuelto a traer. Esa que tiene los botones grises pequeños y los cuadros negros y azules  medianos.

Me gusta porque hace  juego con sus ojos.

Está haciendo frío nuevamente y a pesar de que todos vienen de chaqueta y abrigos, él no parece notarlo.

Lo he visto pasar por el pasillo unas tres veces, de ida y vuelta; sin querer me ha sacado una sonrisa.

No sé si sabrá que hoy tiene historia en este salón, conmigo, pero cuando la campana suena y todos están en sus asientos parece percatarse de que debe entrar y dejar de dar tantas vueltas por ahí.

Lo que sigue es como la introducción de una película de adolescentes: Kori hace su entrada, se desplaza con confianza entre los asientos con la sonrisa más brillante que alguna vez le haya visto, roba miradas con cada paso que da y estoy segura de que a más de alguna le suena un coro de ángeles al verlo.

Se sienta unos bancos más adelante, en la fila contigua a la mía. Es como si todo el tiempo se hubiera detenido y todo se resumiera a él.

A veces me pregunto si algún día volverá a darse la oportunidad de sentarnos juntos, hablar un poco, pasar un tiempo y que me sonría. Que me sonría de una forma única.

Nadine llega poco después a sentarse junto a mi y me saca de la ensoñación boba, que siempre tengo, cuando me saluda de una forma particular: —Hola Joysephine.

La miro con el ceño fruncido, confundida por su asombrosa sonrisa.

—Si sabes que ese no es mi nombre, ¿verdad?

Se deja caer en el asiento junto al mío con un exagerado y ridículo quejido de ancianito, tirando además, todas sus cosas por ahí.

—Lo sé, lo sé —sonríe alegremente y pasa su brazo por mi hombro para acercarme más a ella. Me estruja tanto contra su cuerpo que tengo que darle leves golpecitos para que me deje respirar y me suelte—. Pero en este día tan bello y soleado, cuando los pajaritos cantan y cuando todo parece indicar que será un excelente día, ¿por qué tu no puedes llamarte Joysephine?

Me acerco a ella levemente y comienzo a oler su cuello y ropa en busca de algún extraño aroma que me indique por qué mi amiga actúa así. Tan efusiva.

—¿Qué haces?

—¿Estás drogada?

—¿Qué? ¡No!

Me empuja lejos de su alcance haciéndome reír exageradamente. La forma indignada con la que me alejó me deja en el borde de la silla y apoyándome en la mesa para evitar caer. Atraigo algunas miradas de inmediato.

—Entonces por qué estás tan feliz.

—Acaso no puedo llegar contenta y hablando de lo bello que son los pajaritos sin que pienses que estoy drogada.

—Si~ pero no cuando llegas cambiándome el nombre, que por cierto, ¿Joysephine? Ni siquiera pensaste mucho en ese, qué pasó con “Joystar”, ese me gustaba, porque sí soy una estrella-

—De mar.

Arrugo la nariz cuando recuerdo cuando fuimos a la playa y las gemelas encontraron una estrella de mar que más tarde llevamos con nosotros a casa. Estaba tan apestosa y pegajosa que hizo un desastre en casa por días.

—Esas no me gustan —le digo inmediatamente.

—Bueno eso es lo que eres —iugh—. ¡Pero no nos desviemos del tema! Tengo algo que enseñarte que de seguro te gustará.

No hay lugar en tu corazón [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora