33. Las promesas a las que nos aferramos

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Al entrar a casa la calma que logramos en el auto se esfumó por completo y se transformó en una tormenta.

Las primeras en entrar fueron mis hermanas, Lida caminando a pasos duros a través de la casa evitando mirar a mamá, quién desde la cocina sonreía por nuestra llegada, poco a poco esfumándose al ver a sus hijas con tal actitud.

La siguiente fue Reda, la que muy desganada siguió a su gemela hacia la habitación, cerrando la puerta con poco ánimo. Luego papá, caminó hacia la cocina con los hombros tensos y la expresión cansada, como si aguantar todo el viaje de vuelta a casa hubiera agotado toda su energía.

Y finalmente estoy yo, aun de pie en la puerta de la casa, con mi espalda pegada a la madera y mi mano firmemente sosteniendo la manija, como si eso fuera lo único que pudiera mantenerme de pie.

Probablemente lo sea.

—¿Qué sucedió? ¿Por qué esas caras? —pregunta mamá al mismo tiempo que seca sus manos en su delantal.

—Necesitamos hablar como familia.

—¿No puede ser después? Hice la cena y no quiero que se enfríe.

—No Claire, esto se tiene que hablar ahora.

Papá dice en tono serio, creo que nunca en mi vida lo he escuchado hablar de esa forma, esto debe ser importante. Mamá me mira con la misma impresión, buscando alguna respuesta de por qué su marido está caminando de esa forma hacia la habitación de sus hijas.

Hasta puedo escuchar sus silenciosas dudas, solo que no me veo respondiendo ninguna.

—¡No quiero hablar con ella!

—No me interesa, quiero que vayas a la cocina ahora.

Cuando veo a Reda caminar arrastrando su peluche favorito de elefante me atrevo a caminar hacia donde está mamá. Con un suspiro me dejo caer en uno de los taburetes, ignorando como mi hermana pequeña evitó sentarse junto a mi.

—Hola hermosa —dice mamá en un tono dulce a mi hermana. Reda agita suavemente su mano a ella.

El aroma a comida me llega y a pesar de que la comida de mamá siempre me ha gustado, esta vez simplemente me revuelve el estómago.

—Toma asiento.

—¿Qué sucede? —vuelve a intentar mamá.

Lida hace un ruido de molestia, pero de todas formas se sienta, al otro lado de Reda, con los brazos cruzados y su cabeza hundida entre sus hombros.

—Vamos a tener una conversación porque hace mucho tiempo que veo que Lida y Reda están siendo irrespetuosas con Joy, y no quería decir nada sobre esto, pero luego del griterío que hicieron en el auto me parece que tengo que intervenir.

Los ojos de mamá inmediatamente se mueven a mis hermanas, la expresión de confusión pronto se transforma en una expresión de inquietud.

—¿A qué te refieres? ¿Qué griterío?

Al ver que ninguna de ellas hablará, papá aclara su garganta.

—Al parecer Galen les dijo a las gemelas que no quiere ser más su amigo por algo que sucedió entre Zane y Joy, y ellas no encontraron nada mejor que echarle la culpa a su hermana.

—Ella ya no es mi hermana —escupe Lida.

—¿Perdón? —ahora la inquietud se transformó en indignación.

Suelto otro suspiro.

—¡Ella ya no es mi hermana! —vuelve a gritar Lida—. Es su culpa que las cosas estén mal con Galen, es su culpa que mamá casi se quedara sin trabajo y es su culpa que no podamos ir al museo... ¡Ella hace todo mal y se queda con toda la atención!

No hay lugar en tu corazón [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora