16. Ayer pudo ser tan diferente

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Cuando abro los ojos, lo primero que veo es una sombra muy alta cernida justo frente a mi, masticando algo que cruje sonoramente. Y me asusto, realmente me asusto porque pareciera que come huesos y está esperando por devorar los míos.

Tan así es mi temor que el grito que sale desde mis cuerdas vocales solo hacen que Nadine grite igual que yo. Y todo se transforma en caos desde ahí.

—¡Mamá! —mi amiga exclama con todo lo que sus pulmones pueden dar por la mañana. Después me preocuparé del dolor punzante en mi cabeza.

—¿¡Por qué están gritando!? ¡Shhh! ¡Paren de gritar!

Al escuchar esa voz me doy cuenta que estuve cerrando los ojos mientras gritaba —posiblemente para evitar ver como me mataban—, y ahí caigo en la cuenta de que no es un asesino intentando comer mis huesos, si no que es solo Sebas y su estúpida bolsa de doritos.

Parpadeo un par de veces, desde mi posición en el suelo —que es donde estoy durmiendo— Sebas se veía muy amenazante. Ahora realmente que lo veo bien, solo me doy cuenta que es un adulto en plena crisis existencial con los dedos teñidos en colorante artificial y el aliento apestando a queso. De amenazante tiene el ombligo.

—¡Joder! ¡Maldito susto que me has dado! —murmuro luego de un rato. Al menos nadie quiere matarme mientras duermo.

Tomo mi cabeza, tanto griterío me dan migraña. No es como si la pequeña resaca que me traigo no fuese suficiente para el dolor.

—¡Maldita sea Sebas! ¿Qué haces mirando como un pervertido? ¿Eh? —Nadine lanza un cojín, lo veo volar sobre mi hasta rebotar en la pierna de su hermano por poco alcanzando mi rostro.

—¡No estaba mirándolas! —se pone a la defensiva. Por cómo logré verlo antes de gritar, no se veía como si recién hubiera llegado.

—Ni istibi mirindilis~ —ella se burla de él. Realmente no puedo aguantarme sus niñerías, así que me río de ella muy por lo bajo, para que Sebas no me note—. De todas formas, ¿qué rayos haces aquí?

—Mamá dijo que las despertara, son las dos de la tarde. Ella fue al supermercado para comprar para el almuerzo y quiere saber si Joy se va a quedar.

Tan solo al escuchar la hora me levanto de sopetón. Me mareo por lo estúpida e impulsiva acción, así que tengo que obligarme a usar el brazo de Sebas para mantener el equilibrio.

—No puedo quedarme —le agradezco a Sebas por la ayuda—. Si mamá no ha llamado todavía es porque sabe que duermo más dura que un tronco.

—Bueno... entonces le diré a mamá que no se queda a comer.

Dice eso mientras saca su móvil para escribirle a su mamá, no obstante, sigue de pie en la habitación de su hermana. Eh... ¿cómo me cambio la ropa con él presente?

Me lo quedo mirando y también a Nadine. No pareciera como si se fuese a ir muy pronto, entonces ahí es cuando mi amiga entiende la señal que le mando.

—¡Ya vete luego hombre! —exclama ella—. Joy necesita cambiarse.

Eso atrae la atención más rápido de lo que imaginaba, tan solo ese gesto aturdido que da me hace sentir un poco incómoda.

—¿Y no me puedo quedar a ver?

«¡Oye!» Una parte de mi mi exclama pero no se atreve a decirlo en voz alta. Eso ha estado fuera de lugar.

Nadine le da una mirada sucia a su hermano y lo amenaza nuevamente con otro cojín para que se vaya luego del cuarto. Él se ríe, supongo que más de mi expresión de horror que la molesta cara de su hermana menor; y tan divertido por su propio chiste se retira del cuarto.

No hay lugar en tu corazón [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora