La peor mañana de mi vida.
He ido desde caídas inesperadas de mi cama hasta desayunos congelados. Algunos tropiezos para llegar al autobús y algunas equivocaciones cometidas mientras buscaba mi salón.
Y ahora, para cerrar el trato, llego unos cuantos minutos tarde a clase de español y lo primero que consigo es el portazo que recibí del profesor Ramírez en la cara. "—No pensabas que iba a permitirte entrar a mi clase, ¿cierto? No muchacha" Eso fue lo que dijo antes de dejarme fuera.
Pensé en irme a la sala del periódico escolar pero nunca tengo mucho que hacer a pesar de que traigo mi cámara conmigo. Cuando me necesitan es cuando hay algún juego o algo así, de otro modo siempre estoy estorbando a los demás.
Suena triste pero realmente no lo es, otra chica se encarga de las fotos y dibujos del resto. Por alguna razón que desconozco yo solo me enfoco del deporte junto con Megan. No es que me queje demasiado porque eso me permite estar en todos los partidos del equipo de básquet... desde que comencé en esto.
Decido caminar por los pasillos hasta donde me lleven mis pies, bien lejos del salón en donde debería estar o la oficina de secretaria, en la cual debería esperar pacientemente hasta que el receso comience. Ignorando todo eso, simplemente camino.
Llego hasta las grandes y anchas puertas del gimnasio de nuestra escuela. El sonido de zapatillas deslizándose por la madera del piso junto con los gritos y silbidos que hace el profesor de educación física es suficiente para llamar mi atención. Miro las puertas, tratando de decidir si entrar o no a la clase de alguien más cuando un nombre conocido para mí resuena fuertemente como eco intentando desvanecerse.
La empujo cuidadosamente para evitar hacer algún tipo de ruido llamativo, pero es tan grande que es una tarea difícil de conseguir. Hago una mueca cuando se oye el ruido metálico de las puertas al abrirse. Creo que todo el mundo me ha oído pero cuando miro a ellos, están tan distraídos en correr de un lado a otro que ni siquiera piensan en voltear a verme.
Inmediatamente fijo mi vista en los jugadores, algo así como por inercia.
—¡Vamos muchachos!
El entrenador grita, golpea sus palmas y hace sonar su silbato mientras los muchachos corren de un lado hacia el otro.
Decido irme hacia el lugar más alejado en las gradas, junto con esas personas que, al igual que yo, están escapando de algo o alguien. Me dejo caer, embelesada por el trabajo de los muchachos. De pronto, siento que he ignorado el hecho más importante para que yo esté aquí.
—¡Vamos Beale! ¿Piensas abrochar tus agujetas toda la mañana?
Mi corazón se acelera ante la pronunciación de ese nombre y mis ojos vagan por las pocas personas sentadas en las gradas en busca de esa maravillosa cabellera rubia.
—Sí, sí entrenador. Lo siento.
Veo que deja su móvil allí, encima de su bolso deportivo, y se levanta para ir con el resto.
—Bien —dice el entrenador mientras le da palmaditas en el hombro—. Ahora estamos listos... ¡sin distracciones muchachos!
Por alguna razón no he recordado que hoy había práctica del equipo de básquet y pensé que esta era una clase cualquiera. Quizás, porque como las fechas de juegos se acercan, han hecho una práctica más. De sorpresa.
Veo el movimiento que hace Kori al apartar su cabello como si todo se reprodujera en cámara lenta. Es tan bello que no estoy segura si es legal ser así de impresionante.
La imagen de Nadine imitando la forma que miro a Kori se viene a mi cabeza, miro hacia todos lados avergonzada ante la idea de que alguien me haya visto babear por él. Por suerte nadie está prestando atención a lo que hago.
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No hay lugar en tu corazón [Sin Editar]
Fiction généraleJoy llevaba enamorada ciegamente del mismo chico muchos años. Y por más que intente convencerse de que su oportunidad con él llegará, no quiere entender que él no la mira del modo que ella desearía. Durante todo ese tiempo, ese lugar especial en su...