43. Llévame al bosque contigo

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La música suena tan fuerte dentro de esa casa que casi pareciera que tengo encendida la radio de mi auto. Sostengo el manubrio con fuerza, mientras todos miramos hacia la casa donde se está haciendo la fiesta de celebración-no-celebración del equipo de básquet.

Por alguna razón las ganas que tenía de venir se perdieron en alguna parte porque mientras más veo en dirección a la enorme casa, con todos esos adolescentes bebiendo y festejando, menos ganas tengo de entrar. Más me tienta el calor que hay dentro de este auto.

Una de las puertas traseras se abre, Megan sale primero sin decir una palabra y por el retrovisor puedo ver a mi mejor amiga arrastrar su trasero por los asientos para salir también. Hasta que se da cuenta que ni Zane ni yo nos estamos moviendo.

—¿No van a entrar?

Zane se voltea en ese mismo instante y algo en su expresión me da a entender que esta igual de dudoso que yo, aunque creo que por distintas razones.

—Eh...

Sin embargo, aun no manejo la habilidad de leer mentes, así que no puedo suponer lo que él quiere o lo que no. Él parece entender mi encrucijada, así que se voltea en su asiento para mirar a nuestra amiga.

—No iremos —dice con seguridad. Su tono de voz me hace sentir hormigueos en el cuerpo.

Nadine se retrae un poco cuando escucha eso, pero termina sonriendo de una forma que no me agrada tanto.

—Wow, bueno, entonces, vamos nosotras y luego... encontraremos un taxi o algo.

Zane asiente con la cabeza y no dice nada más, volteando la cabeza para mirar hacia el frente. Miro a mi amiga y ella me levanta ambos pulgares en modo de apoyo. Esto no me gusta.

Sale del auto y cuando va a cerrar la puerta se arrepiente y mete la cabeza para hablarnos otra vez: —Genial, me iré entonces. Cuídense... ¡usen protección!

Dice eso y luego cierra de un portazo, antes de que pueda decirle todo lo que estoy pensando. La odio, la odio tanto.

—Eh...

El silencio que se forma dentro del auto es incomodo, no, más que eso, es tan pesado que solo me puedo concentrar en el creciente calor en mi cuerpo. Siento tanta vergüenza que no me atrevo a mirarlo.

—Entonces... ¿vamos a alguna parte?

Está oscuro, es tarde y probablemente debería decir a mamá que llegué sana y salva a la fiesta, pero no puedo pensar en ninguna de esas cosas cuando él me dice que vayamos a la plaza donde paseo a los perros.

Durante todo el viaje lo único que escuchamos es el vago sonido de la radio. Y no es porque no tengamos de qué hablar, sino que se generó un ambiente tan cómodo entre los dos que no necesitamos decir nada para entender perfectamente como nos sentimos.

En algún punto, cuando nos detuve en un semáforo en rojo, Zane toma mi mano y entrelaza nuestros dedos. No dura demasiado porque necesito pasar el cambio, pero el gesto me parece tan tierno, que a la siguiente vez permito que lleve mi mano a su regazo. Con su dedo pulgar acaricia levemente mi piel.

El trayecto no es largo así que en unos minutos estamos en la plaza. El calor dentro del auto es tan acogedor que no tengo ganas de salir de aquí, pero Zane ya está abriendo la puerta del copiloto, por lo que me armo de valor para salir y seguirlo.

El cielo está completamente oscuro y lo único que ilumina este parque son los postes de luz de la calle. La noche está fría también, probablemente por eso no hay mucha gente vagando por aquí a esta hora. Quizás nosotros tampoco deberías.

No hay lugar en tu corazón [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora