Capítulo I: Rapto.

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—¡Un brindis por el duque Kurosaki y la novia!

En circunstancias normales este brindis de boda habría producido sonrisas y vítores entre las damas y caballeros elegantemente ataviados que se habían congregado en el gran salón del castillo de Kuchiki. Se habrían levantado las copas y ofrecido más brindis para celebrar la boda de uno de los principales nobles del reino, como la que en breve tendría lugar en el sur de Escocia. Pero no fue eso lo que sucedió en aquella boda. En aquella boda nadie vitoreó, nadie levantó su copa de vino. En aquella boda los presentes, nerviosos, se observaban. La familia de la novia estaba tensa, así como la familia del novio. Los invitados, los criados y hasta los perros que había en el salón estaban tensos. Incluso el primer conde de Byakuya, cuyo retrato colgaba sobre la chimenea, parecía estar tenso.

—Un brindis por el duque Kurosaki y la novia— pronunció de nuevo el hermano del novio, y su voz resonó como un trueno en el silencio antinatural y funerario que reinaba en el atestado salón — Que disfruten juntos de una larga vida larga y fructífera.

Normalmente esa clase de brindis producen una reacción predecible: el novio sonríe orgullosamente porque está convencido de haber logrado algo maravilloso; la novia sonríe porque ha logrado convencerlo de que es así; los invitados sonríen porque un matrimonio entre miembros de la nobleza supone la unión de dos familias importantes y de dos grandes fortunas, algo en sí mismo motivo suficiente para una gran celebración y un estado de júbilo fuera de lo común. Pero no fue así en aquella boda. No en aquel 14 de octubre de 1497.

Tras el brindis, el hermano del novio levantó su copa y sonrió inexorablemente al novio. Los amigos de éste levantaron sus copas y sonrieron fríamente. El novio, que parecía ser el único inmune a la hostilidad reinante en el salón, levantó su copa y sonrió serenamente a la novia, aunque la sonrisa no se vio reflejada en sus ojos. La novia ni siquiera se molestó en sonreír a nadie. Mantenía una expresión furiosa y rebelde. En realidad la furia de Rukia era tal que apenas se daba cuenta de la presencia de nadie. En esos instantes hasta la última fibra de su ser se hallaba concentrada en un desesperado ruego a Dios, quien por falta de atención o de interés había permitido que ella llegara a esa lamentable situación.

"Señor— gritó en silencio, tratando de controlar el terror que le atenazaba la garganta —, si vais a hacer algo por detener este matrimonio, tendréis que hacerlo ya, pues dentro de cinco minutos será demasiado tarde. Seguramente me merezco algo mejor que este matrimonio a la fuerza con e hombre que me robó la virginidad. De sobra sabéis que no se la entregué voluntariamente."

Al darse cuenta de la estupidez de reprender al Altísimo, se apresuró a cambiar el tono de su súplica:

"¿Acaso no he intentado serviros siempre bien?— susurró en silencio— ¿No os he obedecido siempre? "

"No siempre, Rukia", resonó la voz de Dios en su mente.

"Bueno, casi siempre — rectificó Rukia al punto —. Asistí cada día a misa, excepto cuando estuve enferma, algo que sucedía muy raras veces. Y rezaba mis oraciones cada mañana y cada noche, Bueno, casi cada noche— volvió a rectificar apresuradamente, antes de que su conciencia la contradijera—, excepto cuando me quedaba dormida antes de terminar. Y hacía verdaderos esfuerzos por ser todo lo que las buenas hermanas de la abadía deseaban que fuese. ¡Sabéis muy bien lo mucho que lo he intentado! Señor — concluyó desesperadamente —, si me ayudarais a escapar de esto jamás volvería a ser caprichosa e impulsiva".

[+18] [AU ICHIRUKI] ★Noche estrellada★ BleachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora