Sumisa en pensativo silencio, ella tomó un sorbo de vino y contemplo al hombre alto reclinado, con una rodilla doblaba sobre la que descansaba una mano, con actitud natural, tan completamente a gusto en una tienda como en un campo de batalle. Todo lo que había en él hablaba del guerrero.
Incluso en ese momento relajado su cuerpo revelaba una potencia depredadora; sus hombros eran increíblemente anchos, sus hombros y el pecho musculosos bajo la túnica de lana azul oscuro, y los músculos de las piernas aparecían claramente perfiles bajo el grueso de lana negra, por encima de las botas alta.
Los muchos años de llevar puesta la armadura y de blandir el espadín lo habían endurecido y curtido para la batalla, pero a Rukia no le cabía en la cabeza que esa clase de vida no lo beneficiara cuando se encontraba en la corte, o que no lo preparase adecuadamente para mezclarse allí con los cortesanos. Aunque ella nunca había estado en la corte, había oído contar toda clase de historias acerca de la opulencia y la sofisticación que reinaban allí.
De repente se dio cuenta de lo horriblemente fuera de lugar que debía parecer y sentirse ese guerrero en un lugar así.
— ¿No... os sentís cómodo en la compañía de los cortesanos? —pregunto con vacilación.
— No de modo, particular —contestó Ichigo, distraído por la mirada de emociones que parecían juguetear en los expresivos ojos de la joven.
Ante aquel comentario hizo que Rukia se sintiese identificada con él, pues sabía mejor que nadie lo humillante y doloroso que era sentirse fuera de lugar en medio de aquellos cuya aceptación más deseaba. Parecía erróneo e injusto que Ichigo, quien con tanta valentía arriesgaba su vida por Inglaterra, se viera rechazado por su propia gente.
— Estoy segura de que la culpa no es vuestra —le dijo compasiva.
— ¿De quién creéis que es entonces la culpa? —Preguntó él, esbozando una sonrisa—. ¿Por qué creéis que me siento cómodo en la corte?
— ¿Hablamos de vuestros sentimientos cuando estáis con las damas, o cuando os encontráis entre los caballeros?— preguntó Rukia impulsada por la urgente necesidad de ayudarlo, resultado en parte por la piedad que sentía por él, del fuerte vino que había tomado y de la reacción de aquellos ojos avellana e imperturbables—. Porque sí hablamos de las damas, quizá pueda ayudaros —le ofreció—. ¿Os gustaría... escuchar algún consejo?
— Desde luego os lo ruego. —Con un esfuerzo por reprimir la sonrisa, Ichigo simuló escuchar con la más seria gravedad—. Decidme como debo tratar a las damas, para que la próxima vez que vaya a la corte mi éxito sea tal que una de ellas acabe por aceptarme como esposo.
— Oh, no puedo prometeros que querrán casarse con vos —dijo ella impulsivamente, sin pensar.
Ichigo casi se atragantó al beber el vino y se limpió unas gotas de la comisura de la boca.
— Si vuestra intención era aumentar la confianza en mí mismo, estáis haciendo un mal trabajo, milady —dijo tratando de reprimir una carcajada.
— Oh, yo no pretendía... —Rukia se sintió avergonzada—. Verdaderamente yo...
— Quizás deberíamos intercambiar, consejos — continuó Ichigo alegremente—. Vos me diréis como desea ser tratada una dama de alta alcurnia, y yo os aconsejaré sobre los peligros que supone el hacer que un hombre pierda la confianza en si mismo, Vanos tomad más vino —añadió con suavidad. Cogió la jarra y le sirvió un poco más de vino. Luego dirigió una mirada a Keigo, que al cabo de un momento abandonó la tienda, y por fin, volviéndose otra vez hacia la muchacha, agregó—: Adelante con vuestro consejo. Me siento impaciente por escucharlo. Imaginemos que estoy en la corte y que acabo de entrar en la antecámara de la reina, donde hay varias damas hermosas, y que decido convertir a una de ellas en mi esposa.
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[+18] [AU ICHIRUKI] ★Noche estrellada★ Bleach
Lãng mạnDos muchachas de la nobleza escocesa son raptadas por un temible guerrero inglés. Para sorpresa de ambas, el atroz enemigo es un hombre comprensivo y amable. Cuando una de ellas enferma, él accede a liberarla a cambio de los favores de la otra, Ruki...