Capítulo V: El escape.

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La escarcha se extendía reluciente sobre la hierba, iluminada por los primeros rayos, del sol naciente, Rukia se levantó en silencio, con cuidado de no despertar a la pobre Orihime antes de que fuera necesario. Tras revisar cuidadosamente todas las posibilidades, terminó por concebir el mejor plan posible y hasta se sintió casi optimista acerca de sus posibilidades de escapar.

Orihime rodó sobre su espalda y vio a Rukia, que ya se había puesto el grueso pantalón de lana, la camisa de hombre el jubón que cada una de ellas llevaría debajo del hábito cuando el guardia las escoltara hasta el bosque, donde cada mañana se les permitía tener unos minutos de intimidad para atender a sus necesidades personales.

— ¿Ya es la hora? — susurró Orihime con voz apagada por el terror.

— Ya es la hora — asintió Rukia con una sonrisa de ánimo.

Orihime palideció, pero se levantó y, con manos temblorosas, empezó a vestirse.

— Desearía no ser tan cobarde —susurró mientras se llevaba una mano al pecho y con la otra cogía el jubón de cuero.

— No eres cobarde —le aseguró Rukia en voz baja—. Sencillamente te preocupas demasiado, y con excedía antelación, por las posibles consecuencias de todo lo que haces. En realidad, eres más valiente que yo — añadió mientras la ayudaba a atarse los cordones de la camisa—. Pues si yo temiera las consecuencias tanto como tú, nunca encontraría el valor necesario para atreverme a hacer nada.

Orihime esbozó una breve sonrisa de aprecio ante el cumplido, pero no dijo nada.

— ¿Tienes el sombrero? —preguntó Rukia.

Orihime asintió y Rukia cogió para sí un sombrero negro que pronto se pondría para ocultar su larga cabellera. Se levantó los sayones del hábito gris, y ocultó el sombrero en la cintura del pantalón. El sol se elevó un poco más, dando al cielo un tono gris acuoso, y las jóvenes esperaron a que llegara el momento en que el gigante viniese a buscarlas para acompañarlas al bosque. Las amplias ropas conventuales ocultarían las prendas de hombre que llevaban debajo.

El momento se acercaba, y Rukia bajó el tono de voz, hasta convertirlo en un susurro para reiterar su plan por última vez, temerosa de que Orihime olvidara lo que tenía que hacer si se dejaba llevar por el miedo.

— Recuerda que cada segundo es importante — le dijo—. Pero tampoco debemos dar la impresión de movernos con demasiada rapidez, ya que en tal caso, atraeríamos la atención. Cuando te quites el hábito, ocúltalo bien entre los arbustos. Nuestra mayor esperanza de escapar depende de que ellos no se dediquen a buscar a dos muchachos sino a dos monjas. Si descubren los hábitos nos encontraran antes de que consigamos abandonar el campamento.

Orihime asintió y tragó saliva con dificultad.

— Una vez que nos hayamos quitado el hábito — continuó Rukia—, no me pierdas de vista y muévete en silencio entre las espesura. No hagas caso de nada de lo que escuches, ni te vuelvas a mirar. Cuando se den cuenta de que nos hemos ido, empezaran a gritar pero eso no debe importarnos. No te asustes del alboroto que pueda armarse.

— No lo haré —le aseguró

— Orihime, que a duras penas conseguía dominar su pánico.

[+18] [AU ICHIRUKI] ★Noche estrellada★ BleachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora