Capítulo XXIV: De rodillas Kurosaki.

526 41 10
                                    

El enorme campo donde se celebraría el torneo estaba rodeado de tribunas entoldadas. Cuando Rukia, Orihime, tía Momo y Chad llegaron, las sillas ya se hallaban ocupadas por una alegre multitud de damas y caballeros.

En los postes de cada tribuna ondeaba una bandera, que mostraba el escudo de armas de los ocupantes de aquélla y, al mirar alrededor en busca de su propio estandarte, Rukia comprobó enseguida que Franceska Mila Rosd había tenido razón: las tribunas de sus compatriotas no estaban integradas con las de los demás, sino que se encontraban frente a las ocupadas por los ingleses.

— Allí, querida... allí está tu escudo de armas — dijo tía Momo, señalando la tribuna situada frente al campo —. La bandera ondea allí, al lado de la de tu padre.

En ese momento, Chad habló con voz atronadora, produciendo en las tres mujeres algo muy cercano al pánico.

— Os sentáis ahí... — ordenó, señalando la tribuna en la que ondeaba el escudo de armas de los Kurosaki y World Hollow. Rukia, que sabía que la orden no provenía de Ichigo, aunque de lo contrario tampoco habría obedecido, negó con la cabeza.

— Me sentaré bajo mi propio escudo de armas, Chad. Muchos que deberían sentarse en nuestra tribuna no pueden hacerlo debido a las guerras con los ingleses. La tribuna de World Hollow, en cambio, está demasiado llena.

Pero no lo estaba. Al menos, no del todo.

En el centro había una gran silla, como si de un trono se tratase, que estaba llamativamente vacía. Rukia sabía que había sido destinada a ella. Sintió un nudo en el estómago al pasar de largo a lomos de su caballo, y, en cuanto lo hizo, los seiscientos invitados de Ichigo Kurosaki y cada uno de los siervos y aldeanos presentes parecieron volverse hacia ella para mirarla, primero conmocionados, luego decepcionados y, algunos, con expresión de desprecio. La tribuna del clan Kuchiki, donde ondeaba el halcón y la luna creciente, se encontraba entre la del clan Abarai y la del clan Kurotsushi.

Para aumentar la creciente desdicha de Rukia, en cuanto los clanes observaron que ella cabalgaba para situarse a su lado, se elevaron gritos y vítores ensordecedores cuyo volumen no hizo sino aumentar a medida que se acercaba. Rukia miraba fijamente al frente, sin ver, e hizo un esfuerzo por pensar únicamente en Ukitake. Ocupó su asiento en la fila delantera, entre tía Momo y Orihime, y en cuanto se hubo acomodado, los hombres de su clan, incluido el padre de Nemu, empezaron a darle palmaditas de ánimo en el hombro y a dirigirle orgullosos saludos de bienvenida. Personas a las que conocía, y muchas a quien no conocía de las tribunas contiguas, se acercaron para renovarle sus votos de amistad o para presentarse.

En otro tiempo, todo lo que había anhelado era que su gente la aceptara; ahora, en cambio, más de mil escoceses la trataban como una verdadera heroína nacional. Y para conseguir eso, sólo había tenido que humillar y traicionar públicamente a su marido. Al darse cuenta de ello, sintió un nudo en el estómago y las manos empezaron a sudarle.

Llevaba allí menos de diez minutos y ya comenzaba a sentirse físicamente enferma. Y eso fue antes de que la gente que se había arremolinado alrededor de ella se apartara finalmente para convertirla en el blanco de casi todas las miradas procedentes del lado inglés. Mirara a donde mirase, los ingleses la observaban, la señalaba o llamaban la atención de alguien hacia su persona.

[+18] [AU ICHIRUKI] ★Noche estrellada★ BleachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora