Capítulo XXIII: Camino a la muerte.

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— ¿Cuántos creéis que habrá ahí fuera? — preguntó Mahana, que estaba de pie al lado de Rukia, en el parapeto.

Mahana había trabajado tanto durante la última semana, que Rukia insistió en que salieran a tomar un poco el aire fresco.

Rukia observó que lo que en otras ocasiones no había sido más que una "justa local", se había convertido en un espectáculo extraordinario, después de que el rey Enrique ordenara al Lobo que participase en el torneo. Habían llegado miles de nobles, caballeros y espectadores de Inglaterra, Escocia, Francia y Gales, y el valle y las colinas de los alrededores aparecía ahora completamente cubiertos de tiendas y pabellones de los más brillantes colores, que cada uno de los recién llegados más importantes había erigido para su propia comodidad. A Rukia le parecía un mar de colores, surcado de dibujos y salpicado de estandartes.

Rukia esbozó una sonrisa, y respondió:

— Yo diría que seis mil o siete mil. Quizá más. —Y sabía por qué estaban allí. Muchos de ellos habían acudido con la esperanza de medir sus fuerzas con el legendario Lobo Negro. — Mirad, ahí llega otro grupo —comentó Rukia, señalando hacia el este, donde jinetes y hombres a pie aparecían sobre un montículo.

Durante casi una semana, habían ido llegando en grupos de cien o más, y Rukia estaba familiarizada con la rutina seguida por las comitivas de jinetes ingleses.

Primero llegaba un pequeño grupo, incluido un trompetero, que anunciaba el inminente arribo de su ilustre señor. Ese primer grupo cabalgaba luego hasta World Hollow y allí informaba que su señor ya se acercaba, lo cual no suponía ninguna ventaja, pues todas las habitaciones de World Hollow, desde las sesenta que había en los edificios de entrada hasta la más diminuta buhardilla habilitada encima del salón, ya estaban ocupadas por los invitados pertenecientes a la nobleza.

El castillo estaba tan atestado que todos los asistentes y sirvientes de los nobles se vieron obligados a permanecer fuera de los muros del castillo, donde encontraron alojamiento en los pabellones familiares. Tras la aparición de los trompeteros y los exploradores, llegaba un grupo más numeroso, en el que iban el señor y su dama, montados sobre caballos magníficamente engualdrapados. A continuación venían los grupos de sirvientes y los carros que transportaban las tiendas y todo lo que exigiría el séquito del noble: manteles, joyas, cacharros, sartenes, camas y hasta tapices.

Todo eso se había convertido en un espectáculo habitual para Rukia durante los cuatro últimos días. A las familias nobles, acostumbradas a desplazarse a más de cien kilómetros de distancia de sus castillos, no les importaba hacer un viaje tan largo para asistir a lo que prometía ser el torneo más grande al que habían asistido en su vida.

— Nunca hemos visto nada igual... ninguno de nosotros — dijo Mahana.

— ¿Están haciendo los aldeanos lo que les dije que hicieran?

— En efecto, milady, y siempre os estaremos muy agradecidos por ello. En apenas una semana, hemos ganado más monedas que en toda una vida, y nadie se atreve a engañarnos como han hecho cada año cuando llegan para el torneo.

Rukia sonrió y se recogió el cabello para permitir que la fría brisa de finales de octubre e refrescara la nuca.

Cuando llegó la primera docena de familias al valle y empezaron a recibir peticiones de víveres y ganado a cambio de lo cual las familias que cuidaban de éste apenas si recibían unas pocas monedas.

[+18] [AU ICHIRUKI] ★Noche estrellada★ BleachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora