Capítulo IV: Planeando.

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Las hogueras que habían, en el valle delataban la presencia de los hombres del Lobo. De pies ante la ranura abierta de su tienda, con las manos atadas a la espalda, Rukia estudiaba pensativamente la activad que se desarrollaba en el campamento.

— Si vamos a escapar, Orihime —empezó a decir

— ¿Escapar? — repitió su hermanastra con la respiración entrecortada—. ¿Cómo?

— Todavía no estoy segura, pero lo que quiera que hagamos, tendremos que hacerlo muy pronto. Por lo que he oído decir a algunos de los hombres del Lobo, nos utilizarán para obligar a nuestro padre a rendirse.

— ¿Se atreverá él a hacer eso?

Rukia se mordió el labio.

— No lo sé. Hubo un tiempo, antes de que Kempachi llegara a Seireitei, en que los de mi clan habrían depuesto las armas antes de permitir que, nadie me causara daño. Ahora, en cambio, ya no les importo.

Orihime percibió el tono de reproche en la voz de su hermana, y aunque anhelada consolarla, sabía que las artimañas de Kempachi habían puesto a los hombres del clan Kuchiki contra su señora hasta el punto de que ya no les importaba lo que le ocurriese.

— Sin embargo te quieren, de modo que es difícil saber qué harán o cuanta influencia podrá tener nuestro padre sobre ellos. No obstante, si pudiéramos escapar pronto, tal vez consiguiésemos llegar al castillo de Rukongai antes de que se tomara decisión alguna, así que eso es lo que tenemos que hacer.

De todos los obstáculos que se interponían en su camino, el que más preocupaba a Rukia era precisamente el recorrido de regreso al castillo, que según sus cálculos sería de al menos de dos días a caballo desde donde se encontraban. Cada hora que se vieran obligadas a pasar en el camino constituirá un verdadero riesgo, los bandidos pululaban por todas partes, y dos mujeres solas eran una presa encantadora, aun para hombres honestos. Los caminos no eran seguros. Tampoco las posadas. El único alojamiento seguro que podían encontrar estaría en al abadías y prioratos, que eran precisamente los elegidos por todos los viajeros respetables.

— El problema es que con las manos atadas a la espalda no tenemos la menor posibilidad de escapar continuo Rukia sin dejar de observar la actividad del campamento—. Lo que significa que tenemos que convencerles de que nos desaten, o arreglárnoslas para escapar hacia los bosques cuando nos desaten para que podamos comer. Pero si lo hacemos así descubrirán nuestra ausencia en cuanto acudan a recoger los platos, de modo que no lograríamos llegar muy lejos. Aun así si esa fuera la única oportunidad que se nos presentara en los próximos dos días, creo que tendríamos que aprovecharla.

— Una vez que nos internemos en el bosque, ¿qué haremos? —pregunto Orihime, que trataba de dominar el terror que le producía la mera idea de encontrase a solas en el bosque, en plena noche.

— No estoy segura— respondió Rukia—. Supongo que lo mejor será ocultarnos en alguna parte, hasta que dejen de buscarnos. O quizás consigamos engañarlos y hacerlos pensar que nos hemos ido al este, en lugar del norte. Si pudiéramos robar dos de sus caballos, eso aumentaría nuestras posibilidades de evitar que nos dieran alcance, aunque también sería más difícil ocultarnos. El truco consiste en encontrar la forma de hacer ambas cosas. Tenemos que ocultarnos y a la vez sacarles mucha ventaja.

[+18] [AU ICHIRUKI] ★Noche estrellada★ BleachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora