EL FUEGO

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Capitulo dos

El fuego

Así que ahí estaba yo, en mi habitación, tirado en la cama y mirando a la nada misma, claramente perturbado por lo que había ocurrido en el salón de clases con Park unas horas atrás. ¿Me había entregado a sus ''enseñanzas'' extracurriculares sobre un ''mundo oscuro''? Si cualquier otro hombre que no conociera me ofreciese eso, ya estaría acusándolo de psicópata pervertido. Pero no lo hice. Park tenía algo, algo que me hacía confiar plenamente en él, que me hipnotizaba.

Me había dado un papel con una dirección escrita en una caligrafía impecable. Theodore Roosevelt Road 852. Dijo que mañana, al salir de clases me dirigiera a ese lugar, luego de eso juntó sus cosas, y sin darme ni una sola mirada, salió del salón, como si nada hubiera pasado.

Mi mente se encontraba en discordia: ¿ir o no ir? Podría ser peligroso. Parecía algo sacado de una película. Un hombre mayor, una cita (¿esto era una cita?), un lugar alejado y un estúpido adolescente. Podría violarme, matarme y luego tirarme al río. Tardarían días en encontrar mi cuerpo en descomposición. Mis padres estarían destruidos al descubrir que su pequeño hijo les ocultaba cosas y se iba con hombres que recién acababa de conocer por ahí. Y por otro lado, podría no pasar nada. Pero sólo lo descubriría si me presentaba al lugar.

¿Sería su casa? ¿No sería arriesgado para él, entregarle a uno de sus estudiantes, que tampoco conoce, la dirección de su hogar? Porque, no es que fuera a hacerlo, pero podría decirle a los directivos del colegio, o pasarle a todas las chicas su dirección.

Era algo raro. Inusual.

Rodé sobre mi cama y mi vista se dirigió al escritorio. Más particularmente a mi computadora. Suspiré. Ni siquiera tenía ganas de levantarme a encenderla. Tomé mi celular. Eran cerca de las veintidós horas, así que opte por prepararme para dormir, aunque fuese un horario en el que generalmente estaría leyendo o jugando algún videojuego.

Fue una buena decisión, porque tardé horas en conciliar el sueño.

Estaba tan ansioso que me desperté unos minutos antes de que la alarma del reloj sonara. Luego de tomar un rápido baño, fui a mi habitación nuevamente a decidir qué iba a ponerme el día de hoy. Me encontré cambiándome varias veces hasta que me decidí. Opte por algo cómodo: un pantalón de jean color granate, una remera negra y una chaqueta de cuero negro, junto a mis borcegos beige. La calle Theodore estaba en el centro de la ciudad, podía ir caminando hasta allí. Decidí que iría, daría un vistazo, y si no me gustaba el lugar, volvería a casa.

Ya en el colegio, mi mente divagaba, eso hizo que me enfadara conmigo mismo. Era algo contraproducente el no prestar atención en clases. Sí, todo estaba genial con el lado oscuro y blablablá pero los exámenes no iban a tratar sobre extraños sexys de dulce sonrisa y carnosos labios (...por más que quisiera), así que me concentré en dejar mi mente en blanco y escuchar a los profesores. Funcionó bastante bien, ya que cuando quise darme cuenta, las clases habían terminado. Mi corazón latía rápidamente. No había visto a Park en el colegio hoy. Escuché a alguien saludándome a lo lejos y robóticamente levante mi mano hacia donde estaba. Iría, debía ir. Si no lo hacía estaría lamentándome por el resto de la noche, insultándome y llamándome cobarde. Comencé a caminar hacia la dirección que estaba en el papel. Tardé unos quince minutos en llegar a la calle Roosevelt.


Era un sitio sombrío, pero no desagradable. El lugar estaba plagado de antros y lugares alternativos. Caminé unas cuadras más y llegué. Theodore Roosevelt 852. Era una puerta color negra, sólo eso podía ver. El timbre era de un color dorado, pero lo que más llamó mi atención fue que centímetros más arriba de la puerta, había una figura, como un escudo. Era un pájaro, con sus alas extendidas, parecido a un águila posado en una superficie semi-esférica. Una figura maravillosa, sin dudas. Quizás ver algo tan hermoso, y al mismo tiempo enigmático, hizo que tomara coraje para apretar el botón del timbre. Mis manos sudaban, estaba muy nervioso. Sentía mi corazón galopante. Pude escuchar ruidos al otro lado de la puerta, lo que hacía que mi nerviosismo incrementara paulatinamente. ¿Park me abriría? ¿Estaría allí? ¿Saldría vivo de esto? ¿Cómo se encontraría mi cabello? No tuve más tiempo de pensar, en nada, pues lo que ví me dejó anonadado.

Wandering Child - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora