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No pude negarme ante su generosa propuesta de llevarme a casa y se volvió aún más imposible cuando las pequeñas gotas de lluvia repiquetearon en el asfalto; caían moderadamente sobre la ventana polarizada y el ruido de los motores hacían más familiar el paisaje nocturno de Seúl. NamJoon conduce concentrado con la vista al frente y la suave voz femenina en la radio nos acompañaba en comodidad.

El lujo de automóvil que se carga el primo de SeokJin es impresionante para alguien que sirve mesas en un pequeño bar restaurante, y no lo digo porque esté burlándome. Como colega de trabajo chico, ni siquiera he tenido la oportunidad de comprarme un auto, o de no presionar a Tae para que siga pagando Netflix todos los meses.

Y aunque quisiera seguir con la tranquilidad que nos rodea, mis manos sudan y mi estómago se revuelve de los nervios cada vez que intento abrir la boca para decir algo, lo miro con sigilo a través del rabillo del ojo y suspiro una última vez.

NamJoon parece darse cuenta de mi inquietud y decide bajar el volumen de la radio—. ¿Ocurre algo, quieres que encienda la calefacción?

Es tan amable.

—No, así está bien—sonrío algo apenado y NamJoon me regresa esa bonita sonrisa de hoyuelos con una mirada perspicaz.

—No eres de por aquí, ¿cierto?—hace un gesto extraño con su mano derecha cerca de sus labios—. Noté un acento.

Asiento con lentitud—. Tienes razón,  hace unos años me mudé de Busan por...—mi voz desciende y me detengo antes de soltar todo, no es como si estuviera preguntando realmente acerca de ello—. Eso, por eso estoy aquí—susurro al final. Él me voltea a ver por una milésima de segundo pareciendo interesado en lo que sea que tuviera que decir.

—Hablas como si hubieras huido de casa—su pequeña risa áspera aligera el ambiente y me anima a continuar.

Paramos frente a un semáforo en rojo, la lluvia se detuvo quedando sólo la prueba de algunas cuantas gotas sobre el parabrisas—. Sí, de nuevo tienes razón—esta vez nos vemos por más tiempo a los ojos—. Tengo padres sobreprotectores, así que huí tan pronto como pude de casa.

Tambolirea sus dedos sobre el volante y aprieta los labios—. Entiendo, debieron hostigarte mucho en tu adolescencia.

—Y vaya que lo hicieron... además, no es como si sintiera rencor precisamente, pero...

La luz verde ilumina nuestros rostros indicando el momento de avanzar y NamJoon pisa el acelerador de nuevo concentrado—. Son tus padres y los quieres.

—¿Los tuyos son iguales?—mi respuesta es rápida y curiosa.

Él dobla a la derecha estando cerca de la dirección que le indiqué antes en el restaurante.

—Ni te imaginas—su respuesta corta y con tono grave me hace saber que no es un tema amigable del que hablar; me abstengo de hacer cualquier otra pregunta y el resto del camino nos invade el silencio.

Tal vez los problemas de Kim NamJoon y sus padres son muchísimo más complicados de los que yo tengo con los míos, especialmente con mi madre. El trozo de auto ostentoso se detiene frente al edificio un tanto despintado y con falta de mantenimiento; de pronto el adiós y el gracias que tenía preparado se atoran en mi garganta haciéndome ver como el más tonto de los adultos. El Omega que se mantenía dormido la mayor parte del tiempo  despierta de nuevo atándome al sillón de cuero, como si estuviera esperando a que algo fantástico pasase.

—¿Es aquí?—suspiro agradecido al escuchar su voz—. Parece cálido, un poco descuidado, pero cálido.

Le regalo una pequeña sonrisa—. Después de un tiempo te acostumbras—quito el pasador de la puerta y antes de salir me regreso a verlo por última vez—. Gracias por traerme.

—De nada, JungKook. Nos vemos después.

Salgo del vehículo abrumado, obligando al Omega descarado y a mi mismo a no ver hacia atrás; camino con rapidez hacia el edificio y cuando estoy a punto de abrir la puerta el rostro desesperado de una mujer me da la bienvenida.

—Por Dios, mamá. ¿Qué haces aquí?—el disgusto mezclado con la sorpresa la ofenden a tal grado que me pregunto si es posible que esa frente pueda arrugarse un poco más.

Ella me empuja haciéndome a un lado permitiéndole salir a la helada calle hecha un desastre gracias a la lluvia. Buscando hacia el horizonte suspira cansada—. ¿Y ese auto tan bonito en el que venías?

Claro, ya sé adónde va con todo.

—¿Qué haces aquí?

Camina de regreso y me encierra entre sus brazos—. Vine a visitarte, Kookie. Estaba preocupada porque no has querido responder el teléfono.

Mi ceño se frunce, aún sin devolver el gesto—. ¿Cómo entraste? No puedes al menos de que-

—TaeHyung, no te preocupes.

¡Traidor!

Por eso sacó a colación el tema de mi madre, él sabía que ella vendría y no me dijo absolutamente nada.

—Ahora, cariño, dime una cosa—se separa un poco de mí y entrelaza su brazo con el mío dirigiéndonos al apartamento; incluso parece que mi gesto de frustración le es invisible—. ¿Quién era el que venía en ese Mercedes del que bajaste?—subimos por el ascensor hasta el quinto nivel.

Sé qué tipo de información desea tener, pero no le daré el gusto a la señora Jeon.

—Sólo era un Uber, mamá.

—¿Uber? ¡Ese auto es demasiado como para ser sólo un Uber!

Parece tan decepcionada, deja caer los hombros y frunce los labios mostrando de nuevo las arrugas del paso del tiempo. Saco las llaves de mi bolsillo izquierdo y tan pronto como entramos me deshago de mi abrigo.

—¿Cómo es que te encontré allá abajo? —camino a la cocina y pongo la cafetera que con esfuerzo logré conseguir en liquidación—. Eres muy rápida para tu edad—susurro sin que ella logre atender a lo que sea que su hijo esté balbuceando.

—Escuché el motor y me acerqué a ver por la ventana—empieza su explicación tomando asiento en la isleta de la cocina—. Y sorpresa, eras tú bajando de un Mercedes Benz. Tomaste tu tiempo, ¿no?

—¡Pues claro que me demoré en bajar!—le pongo la taza roja frente a ella y no tardo en acompañarla sentándome a su lado—. Tenía que pagar, ¿qué es lo que estabas esperando?

—No sé, quizás un Alfa que estuviera cortejándote. Si hubiera sido así, no sabes lo feliz que me habría hecho saber que mi hijo está teniendo una vida normal—ella bebe un sorbo del café cargado como le gusta.

Claro que entiendo su preocupación. Jeon Ha Nui se ha preocupado por mí durante muchísimo tiempo y siempre está tratando de hacer lo posible para aminorar lo que conlleva ser un Omega sin instinto. Porque aún después de tantos intentos fallidos por crear un vínculo entre un Alfa y yo, ella nunca se rindió. Es quizás mi padre quien siempre ha mostrado menos preocupación por el tema, aunque nunca perdió el tiempo en recalcar que tarde o temprano yo terminaría enlazado y dándole nietos antes de morir.

Al ser hijo único, he de suponer por qué tanto desespero. Pero vamos, después de auto convencerme durante un tiempo llegué a la conclusión de que no es para tanto.

—Mamá, déjate de preocupar por eso ¿quieres?—veo mi taza con menos ganas de beber—. Aunque no lo creas, llevo una vida bastante normal.

—Cariño, eres un Omega precioso e inteligente que sigue siendo virgen. Define normal.

—Mamá...—protesto haciendo una pequeña mueca que evita convertirse en una sonrisa.

—Además, el trabajo que tienes en esa tienda no es suficiente para ti.

—Si sigues quejándote así te saldrán más arrugas.

Olvídalo Tae, por ahora será mejor no contarle a mamá sobre una posible y diminuta probabilidad de que su hijo sea un "Omega normal".

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