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Le echo una mirada a la carta del menú y siento que me voy a desmayar; dios, ni siquiera vengo vestido para la ocasión. Mientras sigo bajando los precios aumentan sin consideración alguna a mi presupuesto y a mi casi vacía billetera; costará un ojo y la mitad del otro comprar y me declararía en bancarrota antes de siquiera pagar el alquiler del departamento. Cuando la señorita Kim dijo algo sobre querer cenar y la sonrisa de NamJoon apareció para robarme el aliento fue imposible decir que no. Pero no llegué a imaginar que los gustos de YooHyeon sean de tan distinguida selección.

Incluso el pequeño restaurante tan bonito en donde trabaja NamJoon tiene precios menos elevados. Pero estamos hablando de un restaurante de comida italiana en los barrios más costosos y de renombre de Seúl; suspiro cerrando el menú y espero que los hermanos se decidan a pedir mientras que el camarero espera paciente a un lado de nuestra mesa.

—¿Ya sabes qué pedir?—la amable voz de NamJoon llama mi atención.

—Sí hmmm—finjo checar una vez más la carta—. La sopa del día está bien—sonrío en dirección al tipo de traje de pingüino.

El camarero está a punto de escribir mi orden, pero la pequeña risa de la señorita Kim lo detiene justo a tiempo con un:

—No, espera—ella me ve con ternura—. JungKookie, no seas tan modesto. Fui yo quien sugirió la idea de venir, así que yo pago la cena.

—O-oh, no, yo...—intento decir algo, pero NamJoon toca mi hombro.

—Déjalo así, es demasiado testaruda como para cambiar de opinión—la mujer sonríe estando de acuerdo y bebe de la copa de Chianti antes de girarse al mesero—. Que sea uno de milanesa de ternera con linguine, una ensalada mediterránea... ¿NamJoon?

—Risotto de espárragos, por favor.

El trajeado toma el pedido y hace una leve inclinación—. En un momento traeremos su orden, señorita Kim.

Evito dejar escapar un jadeo de sorpresa y clavo mis ojos en la copa con el líquido color ciruela. Entonces no es que sólo tenga distinguida selección, sino que también es bien recibida y respetada en cualquier lugar; eso explicaría el Mercedes Clase C Berlina, y me tomó unas cuantas horas antes de dormir encontrar el tipo de serie de automóvil que usa Kim NamJoon, aunque eso no explica por qué —en el hipotético caso de tener buenas posesiones como su hermana— trabaja en un lugar como 'La Barbacoa Coreana de la señora Lee'.

—Así que... JungKook—su tono es misterioso, pero no pierde ese toque de amabilidad. La hermana de NamJoon junta sus manos cual jefe de la mafia—. ¿Hace cuánto trabajas en Atelier Blu?

—Tres años, en realidad no es mucho tiempo.

—Lo es—NamJoon habla esta vez, mientras toma un sorbo del vino—. Al menos el suficiente como para saber que lograste sobrevivir a la capacitación de SeokJin.

Su hermana asiente—. Es cierto, ¿no fue muy duro contigo? Es tan locamente perfeccionista que no se da cuenta de su dureza.

—Además es un gerente, un monstruo de la administración.

—Un gerente—repite YooHyeon dándole más razón, como si la sola existencia de la palabra 'gerente' ya fuera mala.

Y no hay argumento que pueda debatir eso. La primera semana fue terrible y pesada; tan escabrosa que llegué a tal punto de querer rechazar la oferta. Pero al no encontrar lo que quería y al ser corto de dinero, tuve que verme en la necesidad de arremangar la camisa y seguirle el paso a Kim SeokJin y sus órdenes a gritos. No es mala persona, pero está loco; es en ese momento cuando agradezco a Min YoonGi por habérsele aparecido y suavizar un poco esas arrugas de presión laboral.

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