18

2.1K 399 68
                                    

Él se quedó dormido mientras sus dedos jugaban con mi cabello, sus gentiles caricias casi me dejaban a merced del sueño; sigo nervioso y sorprendido conmigo mismo después de que le gritara que no quería que se fuera.

Pero él sólo me sonrió y murmuró que estaba bien.

NamJoon suele ser muy calmado.

Le echo un vistazo a la hora, son más de las diez de la noche y TaeHyung no ha regresado, aunque verdaderamente no me preocupa. Él es así. Kim NamJoon es el que me tiene inquieto, aquí desparramado en el sofá, durmiendo como si el pobre no hubiera descansado en días.

¿Qué debería hacer? ¿Dejarlo dormir aquí mientras duermo yo en mi cuarto? ¿Despertarlo para que regrese a su casa? ¿O decirle que puede dormir en mi cama mientras paso la noche en el sofá?

¡Es tan complicado!

No lo pienses tanto y sólo haz lo que quieras.

Rasco mi cabeza con desesperación y suspiro pesadamente. Mi Omega sólo dice cosas imposibles.

—¿Qué sucede, ahora en qué piensas?—la áspera voz de NamJoon me asusta y volteo rápidamente hacia él.

Algo somnoliento mientras se frota los ojos con el dorso de la mano se acomoda en el sillón. Siempre me sobresalta de esta manera.

—¿Estabas despierto?—susurro.

El trata de acostumbrarse a la luz brillante que viene desde la lámpara de al lado.

Niega un par de veces y sonríe suavemente—. Tu pie se movía tan rápido que casi parecía que querías taladrar el piso.

Oh demonios.

Puede que él haya caído rendido en cuestión de segundos, pero tiene el sueño ligero.

—Sólo pensaba en lo tarde que es como para que no estés en casa—mi voz es demasiado baja—. No sabía si despertarte estaba bien.

Es como si temiera que alguien pueda escucharnos. Estamos solos.

NamJoon suspira echándole un vistazo a gran parte de la sala de estar, asiente repetidamente y se levanta con un poco de pereza al final.

—Tienes razón, debería irme a casa—hace una pequeña pausa y me ve detenidamente, indeciso sobre algo—. ¿Puedes darme tu número? No quiero llamar a SeokJin preguntado por ello.

Él extiende su celular.

—O-oh... está bien, no hay problema—me pongo de pie rápidamente y lo tomo con cuidado.

Él me observa fijamente.

De nuevo, otra vez esa sensación de cosquilleo en mi estómago. Me siento nervioso, inquieto y con ganas de irme a esconder debajo de la cama. Mis dedos tiemblan mientras escribo mi nombre en la agenda de contactos, ¡sólo estoy dándole mi número! No entiendo por qué, tú, estúpido corazón se emociona tanto por esto.

Tecleo los últimos dígitos y su mirada insistente me sigue matando de los nervios.

—¿Qué sucede?—por fin logro verlo a los ojos.

Devuelvo el celular a su dueño, quien parece batallar con sus propios pensamientos. Él aprieta los labios haciendo resaltar sus encantadores hoyuelos.

—Todo lo que dije hoy. Es verdad.

Aunque mi corazón y el Omega durmiente me hacen sentir que no hay absolutamente nada de qué preocuparse, aún sigo temeroso de estas nuevas emociones y en lo que puedan terminar después.

Error 404 Not FoundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora