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Puedo escuchar el suspiro largo del doctor. La enfermera dice algo sobre vitaminas, mejora y comida; se lleva consigo algunos instrumentos médicos y se retira de la habitación.

—¿Tú... lo conoces?—pregunto.

—Soy algo así como el médico particular de la familia Kim—divaga por los recuerdos de su mente—, ya sabes lo que dicen. El mundo es pequeño.

—Ya es demasiada coincidencia—TaeHyung hace un comentario al aire mientras camina unos pasos lejos de HoSeok, cual tigre cazando a su presa.

Y es que tiene verdad. Desde el momento en que lo conocí, no ha parado de estar vinculado con casi cualquier aspecto ligado a mi vida.

El doctor hace un mohín—. ¿Coincidencia?—pregunta, cayendo en la trampa que TaeHyung armó sutilmente.

He visto esto antes. En varias ocasiones que hemos salido a comer o a tomar unos tragos por ahí, Tae suele abandonarme cuando encuentra algo agradable a su vista y que cumpla con satisfacer sus necesidades más carnales; provocándome un dolor de cabeza porque luego me quedo varado en un bar sin saber dónde rayos estoy.

—No sé si sabe, doctor—dios, ahí va con ese tonito de voz—. Pero no importa en dónde esté JungKook, él siempre termina encontrándose con Kim NamJoon.

Hobi lo mira de regreso con suspicacia. Se encoge de hombros y se acerca hacia mí con esa lucecita molesta para revisar mis ojos—. Quizás es sólo una coincidencia, o...

—O...—TaeHyung y yo repetimos interesados.

—O tal vez piensas tanto en él que ahora sientes como si te persiguiera.

—Bien, Kook. Parece que has regresado a tu estado normal, puedes irte—me regala su característica sonrisa—. Sólo duerme bien, alimentate correctamente y deja de pensar demasiado. No te estreses.

El doctor también cree que eres un poco acelerado.

—No soy acelerado.

—¿Qué dijiste?—HoSeok arruga la frente.

—No, yo... Sólo hay una voz sumamente irritante dentro de mi cabeza.

—Es tu Omega, ya te dije que deberás acostumbrarte a ello—suspira más tranquilo—. Le diré a una enfermera que venga a quitarte la intravenosa.

El médico explica un par de cosas y recomienda otras. Es casi risible el como desvía la mirada de vez en cuando hacia TaeHyung, aunque no lo puedo culpar. Yo también me sentiría nervioso si me miran por mucho tiempo. Tendré que decirle a Kim que se controle un poquito.

Se despide y desaparece de la habitación.

—No me habías dicho que el doctor Jung HoSeok fuera tan...

Carraspeo antes de que termine.

—Lindo—dice, regresa su mirada después de quedarse como bobo viendo hacia la puerta.

—Lindo, ¿eh?

—Muy lindo. Es como un ángel. El hermoso ángel que quiero-

—¿Acaso quieres que te pegue, idiota?

—JungKook—suplica con esos ojitos aguados por lágrimas falsas. 

—No te daré su número.

—¡Oh, vamos! No seas mal amigo—me sostiene la mano, como un pequeñito cuando le pide a su madre que le compre el Iron Man de la sección de Disney para niños.

—Sólo cálmate un poco, ¿quieres? Lo asustarás. 

Más de lo que ya lo dejaste.

Él intenta replicar, pero un par de golpes en la puerta se escuchan antes de que NamJoon ingrese a la habitación.

—JungKook—lo dice con tanto alivio que la alegría me invade instantáneamente.

Otra vez te quedas callado como tonto.

Lo examino con la mirada; su saco ha desaparecido, su corbata está mal puesta y las mangas de la camisa están enrolladas hasta arriba en los codos.

Él sigue viéndose guapo.

—¿Quién es el idiota ahora?—susurra lo más bajo mi buen amigo y dirige una sonrisa a NamJoon.

—Ya vuelvo. Iré a ver por qué no viene la enfermera.

Aunque su evidente excusa fue para abandonarme y dejarme morir de la vergüenza, no es que me sienta precisamente con ganas de enterrar mi cabeza bajo la almohada. Las emociones que invaden mi pecho e incluso los pensamientos a los que hace mucho había renunciado, están ahí molestándome de nuevo y pidiendo que haga algo al respecto.

¿Por qué siempre tengo esa sensación aunque él no sea un Alfa?

Tú sí que eres un tonto, eh.

Deja de molestarme.

—Me alegro que estés bien—NamJoon suspira ruidosamente antes de tomar el asiento que ocupaba Tae.

—Lo siento, ¿causé muchas molestias?

Intento sonar despreocupado, quizá hasta gracioso. Pero su semblante serio y afligido me intimidan lo suficiente como para cerrar la boca.

—No eres una molestia, JungKook—él toma mi mano con mucho cuidado.

Trago duro. Quizás me esté enfermando de nuevo porque siento que mi corazón explotará en cualquier momento. Él me ve tan cálidamente que incluso quiero abrazarlo y asegurarle que no pasará de nuevo.

—Yo, uhm...

La enfermera entra ruidosamente junto a TaeHyung y NamJoon se aleja de mí dándole espacio a ella para hacer su trabajo. Tae lo arrastra a una esquina del cuarto y hablan en voz baja, ni siquiera puedo escuchar un poco de lo que sea que estén hablando. La mirada de NamJoon se posa en mí de vez en cuando.

—Outch.

—Lo siento, cariño—la mujer susurra amable y toda mi atención se dirige a mi mano.

Ella pasa el algodón sobre la pequeña herida y luego una curita blanca es puesta sobre ella. No sabía que ir a la ceremonia de ensayo de SeokJin traería tantos problemas.

NamJoon no es un problema.

Tienes razón, voz molesta. Kim NamJoon no es un problema. Pero la forma en la que me haces sentir sí que lo es. No lo entiendo.

Luego lo harás.

—¿Y TaeHyung?—pregunto. Él no está y la enfermera ha abandonado la habitación, no sin antes darme unas cuantas recomendaciones.

—Me dijo que tenía que volver al trabajo—él me ayuda a ponerme de pie, mi cuerpo se siente pesado y por poco caigo de no ser por los brazos de NamJoon.

—Te llevaré a casa.

El recorrido es silencioso, aunque no incómodo. Tal vez él necesita tiempo para pensar al igual que yo. Aún hay claridad a pesar de que la luna está poco a poco adueñándose del cielo. Puedo escuchar a un par de locutores riéndose de los comentarios que algunos radioescuchas envían al número telefónico de la estación.

También soy conciente del pequeño ardor en el dorso de mi mano y de los nervios que me carcomen por alguna extraña razón.

Incluso tengo hambre.

Suspiro cuando NamJoon dobla a la derecha, un poco más y llegamos frente al edificio departamental.

—Gracias por traerme.

Pero de nuevo esa sensación de estar atado al asiento me obliga a quedarme por un poco más.

—Está bien el que seas un Omega.

—¿Qué dices?—la sorpresa en mi voz es palpable.

—... Cuando te conocí creí que eras como yo, un Beta. Pero después pasó el incidente en la farmacia y me di cuenta de que estaba equivocado.

Él calla un momento y por fin me ve a los ojos—. Lo que quiero decir es que me sigues gustando aún si eres Omega.

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