IX. Visita Inesperada

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El dolor que siento en todo mi cuerpo es horrible. Anoche me dejaron tirado frente a mi casa, cuando mamá me vio en ese estado se puso como loca. Le dije que todo fue porque me querían robar y me negué. Aun así, ella quería llamar a mi hermano para que abra un caso, ella es tan loca con mi seguridad.

Hoy no iré a tomar clases, no puedo. Mi cuerpo no me permite levantarme, me duele todo y gracias al golpe en la rodilla camino raro. Maldito Bankotsu y su obsesión por Kagome. La película que veo ni le presto atención. Mi mente está procesando todo lo que ocurrió. Me siento tan utilizado, creo que mi ego fue golpeado por Tsubaki y no tengo ganas de pensar mucho en mi roto corazón, mis sentimientos heridos y los secuestros a mi persona.

Con un suspiro cansado levanto el mando del televisor y lo apago dejando la habitación en una tranquilidad inquietante. Muevo mis dedos sobre mis piernas y descanso un poco al cerrar los ojos. Los calmantes han ayudado a que mi cuerpo no duela a muerte, sin embargo, aún tengo un corazón o más bien, ilusiones rotas por la chica que me gustaba.

Nunca habría imaginado que Tsubaki pertenecía a un club de delincuentes que están muy mal de sus cabezas. Ahora me tienen atado de manos y pies. Kagome por un lado y ellos por otro. Estoy en medio de dos bandas que se odian y no sé qué es peor. Si estar con ellos o con ella. Supongo que ambos me dan un poco de miedo. Lamo mis labios, por lo menos Kagome es una belleza. Eso es algo que no voy a negar, de seguro por eso Bankotsu sigue tan herido por ella desecharlo.

Unos toques en la puerta me hacen mirar a la puerta y luego el cabello oscuro de mi madre aparece en mi campo de visión. Una sonrisa en sus labios hace que le sonría devuelta.

—¿Se puede?—pregunta sin pasar.

—Sabes que para ti siempre—respondo y ella se adentra con delicadeza. Mi madre es tan hermosa que aún me pregunto cuántos pretendientes mi padre tuvo que alejar de ella.

—¿Estás mejor?—me pregunta tomando asiento en la cama.

—Sí, los calmantes me han ayudado—contesto despacio y le sonrío.

—¿Me dirás la verdad?—trago en seco cuando la veo ponerse seria.

—¿Qué?—ella suspira.

—Te conozco muy bien, recuerda que fui yo quien te tuvo en su vientre nueve meses Inuyasha. Sé cuándo mientes y cuando no, no te presioné cuando llegaste porque estaba esperando que decidieras decirme la verdad, pero ya no aguanto—su seriedad me hace tragar en seco—quiero saber qué pasó y quiero la verdad Inuyasha. No me digas mentiras porque sabes que las odio, sé que estás en la etapa donde no debo involucrarme en tu vida—suspira lentamente—ahora, dime la verdad, por favor y lamento ser una madre tan sobreprotectora, pero algo me dice que las cosas son más complicadas, espero y mi instinto me falle—cierro los ojos y luego los abro.

Decirle la verdad a mi madre no es una opción. Ella no debe enterarse de nada de lo que pasa, pero mentirle me rompe el corazón. Siempre hemos sido sincero entre nosotros, los secretos no existen aquí. Mi madre es mi mejor amiga, es por eso que no me gusta decirle mentiras.

Ella me mira esperando una respuesta y lamo mis labios. Bueno, no me gusta mentirle, pero debo hacerlo. Lo siento madre, pero decirte la verdad te pondría en peligro.

—Me siento un poco avergonzado—comento. No le gustará la mentira que diré, pero es mejor que ponerla en peligro.

—¿Qué es lo que hiciste, Inuyasha Taisho?—se levanta de la cama para poner sus manos en jarras en su cadera.

—Bueno, verás ¿recuerda la chica que me gustaba?—pregunto y ella frunce el ceño y luego sonríe.

—Claro, te veías algo distraído por ella—memoriza.

Guerra de pandillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora